Para
encontrar los orígenes de la “Novela Negra” debemos remontarnos a los EE. UU. de
Norteamérica, durante las primeras décadas
del s. XX. A lo largo de los años crítica ha mirado con recelo a estos autores,
considerándolos partícipes de un género menor. No le ha sido fácil a este tipo
de literatura ganarse el lugar que hoy ocupa en el panorama literario. En su
deambular por esos mundos de nadie ha encontrado la intervención de críticos
tan ajenos como los franceses y los hispanoamericanos, para llegar a conseguir
el reconocimiento que éstos autores gozan hoy en día.
Hay
que recurrir al estudio de los cambios
socioeconómicos que sufrió la sociedad norteamericana en la primera mitad del
siglo XX para encontrar las bases de este nuevo género. Se están viviendo los
momentos de la Ley seca, del crack del 29 y su posterior crisis. Bajo este panorama
se produce una reconversión del género policíaco que deja de lado el
divertimento social, se desprende del manto aburguesado de la sociedad decimonónica,
y opta por reflejar la realidad social,
la realidad criminal que está viviendo el país en aquellos momentos. La Novela
Negra adopta para sí temas como el gangsterismo, el crimen político, el
canibalismo económico. Y a su vez aporta un tratamiento realista de la temática
criminal, con técnicas de origen periodístico, con un ritmo rápido, con diálogos concisos, llenos de argot, todo
ello encuadrado en ambientes propios del momento y con personajes salidos de la
cultura urbana. Entre éstos destacan dos estereotipos de los que el género se
apropia y hace suyos: los detectives
brutales, casi tan violentos y cínicos como los delincuentes y el individuo
marginado por el sistema. Ambos personajes, sin buscarlo, se encuentran en
medio de conflictos, de personas corrientes que por motivos pasionales se
convierten en delincuentes, de toda una sociedad sobre la que gravita un
fatalismo que determina que los acontecimientos se vuelvan contra ellos.
Destacan
como relatos que ponen las bases de este nuevo género las novelas de Dashiell Hammett (“Cosecha roja”;
“El Halcón Maltés”; “El agente de la Continental”). Otros escritores asociados
al género tan importantes como Hammett son Raymond Chandler (“El sueño eterno”;
“La dama del lago”; “El largo adiós”) , James M. Cain (“El cartero siempre
llama dos veces”; “Mildred Pierce”; “El estafador”) y Jim Thompson (“El asesino
dentro de mí”; “1280 almas”; “Hijo de la ira”). Estos son autores que marcaron el nacimiento de un género que
luego se estandarizaría y que con altibajos pervivirá hasta hoy, con escritores
como Donald Westlake, Ed McBain hasta llegar a escritores actuales como James
Ellroy, Dennis Lehane o Michael Conelly que han devuelto la brillantez a este
género.
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