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lunes, 26 de diciembre de 2022

DEREK RAYMOND, EL PADRE DE LA NOVELA NEGRA INGLESA

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Robin William Arthur Coock nació en Londres en 1931 en el seno de una familia acomodada. Después de haber estudiado en Eton, uno de los centros más exclusivos del Reino Unido, su verdadera personalidad, rebelde y aventurera, le llevó a romper con su medio de vida. Adjuró de sus orígenes aristocráticos y, a diferencia de muchos escritores, abrazó una vida irregular. En la década de los cincuenta frecuentó las mesas de juego ilegales, vendió pornografía, traficó con obras de arte y conoció los círculos de la delincuencia londinense, lo que le llevó a ser detenido por estafa. Cook nunca ocultó su origen, no en vano, su acento de clase alta le proporcionaba un aspecto respetable ante las empresas turbias. Su delgadez extrema, su cigarrillo permanente, la sonrisa de quien tiene sus vicios domesticados y su boina negra le acompañaron durante toda su vida.

Cook firmó sus novelas noir como Derek Raymond y le correspondió el dudoso honor de dinamitar los cimientos del edificio construido por Agatha Christie. Primero como novelista, y luego reinventándose como escritor de novelas policíacas, este viejo etoniano demostró que la vida y la literatura eran las formas más adecuadas para escudriñar el alma de la sociedad. Como Derek Raymond, redefinió la literatura policíaca inglesa, combinando actitudes del noir americano y el existencialismo francés. La escritura de Cook fue un experimento social calculado basado en absorber todo lo que se le ponía delante para convertirlo en ficción.

En 1960, después de ser interrogado por la policía holandesa en relación con el robo de unas pinturas de Rubens, decidió abandonar la vida criminal en favor de su profesión de escritor. En 1962 publicó, bajo el nombre de Robin Cook, un estudio sobre la caída deliberada al infierno de un hombre del entorno barriobajero de Londres, “The Crust on ist Uper”. Su publicación significó tal escándalo que los lexicógrafos la utilizaron para el estudio del argot Cockney y la jerga de los ladrones. Pero Cook no se arredró ante las críticas contrapuestas y encendidas que generó su obra, antes al contrario, estas le hicieron escribir de manera más profusa. Durante las décadas de los sesenta y setenta, llevó una vida errante. Pasó la mayor parte de los sesenta en Italia, junto a su esposa Eugene, en un pueblo de la Toscana. Hacia finales de los setenta se casó por tercera vez. Compró una casa en Holland Park y trabajó como taxista. Sus libros no interesaban a ninguna editorial. Perdió la casa de Londres y su matrimonio se fue al traste. Se trasladó a Francia y compró una torre fortificada del siglo XV en Aveyron, al norte de Montpellier. Abandonó la escritura durante el resto de los setenta para trabajar como campesino. Hacia los años ochenta retomó la literatura con una pequeña obra que le fue publicada. Volvió a Londres, se casó por cuarta vez y recopiló material para la que fue la primera de sus novelas negras.  

Cook publicó en 1962 “He Died With His Eyes Open” –publicada por Ambar en castellano como “Murió con los ojos abiertos”-, la que fue su primera novela negra, con el pseudónimo de Derek Raymond. Adoptó este nombre porque no quería ser confundido con Robin Cook, autor del superventas “Coma”. En Francia, no obstante, sus libros siguieron publicándose con su nombre real. La novela se centra en el asesinato de Charlie Staniland, un alcohólico que lo había perdido todo, desde su mujer e hija hasta su propia dignidad.

La serie “The Factory”, de mediados de los ochenta, escrita después de años de exilio forzoso en el París de los existencialistas, no conservaba ninguna de las aburridas características procesales de la novela policíaca que había apuntalado los índices de audiencia en la televisión durante años. Un protagonista sin nombre, un sargento del Departamento de Policía de Londres, hosco, sarcástico e insubordinado, especializado en muertes inexplicables, maneja asesinatos en barrios bajos en contraste con las investigaciones de homicidios llevadas a cabo por la División de élite de Scotland Yard. El asesinato inicial en “The Devil´s Home On Leave”, segundo título de la serie, tiene una firma tan obvia que la identidad del asesino se revela de inmediato. Sin embargo, la notoriedad de Cook llegó a su punto culminante con la publicación en 1990 del que se considera su mejor, a la vez que su más repulsivo trabajo: el asesinato de una prostituta con sida, muerta de una forma horrible. “I was Dora Suarez” –editado en español por Thàssalia como “Réquiem por Dora Suárez-, cuarto título de la “Factory series, un relato que va más allá de una fábula negra, para convertirse en una novela sumida en el duelo.

La reputación de Raymond se fundamentó en demostrar que la ficción dura podía funcionar en Inglaterra, dejando atrás a Morse, Midsomer Muders, Christie, PD James y otros. Para ello imaginó unos relatos notables, por su calidad incensurable y su transparencia desnuda, que fueron objeto de una mente que imagina lo peor para superarse luego en el papel. Raymond sigue siendo un misterio y sus motivos no son fáciles de comprender. La incomodidad que causa leerlo es genuina y doble. El leedor de sus escritos debe contar, por un lado, con la desolación lacónica de lo que cuenta y, por otro, con una leve sospecha subyacente de que el viejo estafador que esconde dentro todavía está vivo y el lector es visto como uno más en su larga lista de víctimas.

Cook, Raymond si ustedes lo prefieren, murió en 1994. Su última novela “Nightmare in the Street” es una anomalía en su obra. Escrita en 1988 para el mercado francés y ambientada en el París bohemio, hace que el ambiente de los bajos fondos de la ciudad, definido más por el estado de ánimo que por la arquitectura o la geografía, parezca aún más asqueroso que el de Londres. Su método, no obstante, sigue siendo el mismo, se basa menos en la observación que en la memoria. Así era Raymond.

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viernes, 23 de diciembre de 2022

HUÉRFANOS DE BROOKLYN (Jonathan Lethem)

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“Huérfanos de Brooklyn” (Motherless Brooklyn, 1999), de Jonathan Lethem comienza con un asesinato: Frank Minna, propietario de una agencia de mudanzas y posteriormente de detectives en el centro de Brooklyn, es tiroteado cerca de un contenedor de basura. Sam Spade decía en “El halcón maltés” que cuando matan a tu socio se espera que hagas algo. A Minna lo veneraban como a un dios sus cuatro detectives, cuatro huérfanos a quienes rescató del St. Vincent´s Home for Boys siendo adolescentes para dedicarlos al noble arte de la investigación. Veinte años atrás Minna desapareció después de que un martillo le destrozara la furgoneta y devolvió a los huérfanos a su orfandad. Reapareció dos años después con la agencia de mudanzas reconvertida en agencia ilegal de detectives, para asumir el riego de amparar sus huérfanos por segunda vez. Y a los “Minna Men” (“los cuatro de Minna”) les toca ahora descubrir quién liquidó a su jefe y por qué.

Lionel Esroog y Tony Vermonte, las dos luces más brillantes del grupo, toman la iniciativa en la investigación de forma tímida, retenidos por las sospechas mutuas. Al final, el más raro de los pupilos de Minna, Lionel Esrrog, será quien asuma el papel de  investigador; un Esrrog que padece un sinfín de tics nerviosos y a quien le salen las palabras de la boca de forma atropellada e incontrolable, al tiempo que sus manos no pueden evitar tocar impulsiva y compulsivamente todo lo que tiene cerca. Y es que Esroog, amigo lector, padece el síndrome de Gilles de la Tourette, una rara enfermedad nerviosa caracterizada por movimientos repetitivos y sonidos indeseados que no puede controlar.

Tony Vermonte lleva una vida complicada. Al tiempo que trata de enmascarar su conexión con los mafiosos Matricardi y Rockaforte  -Alphonso y Leonardo para los más allegados, dos ancianos de piel pálida y blanda que permanecen recluidos en un diorama del viejo Brooklyn-, mantiene una relación sexual con Julia, la viuda de Minna. Esroog siempre ha estado enamorado de ella, por lo que el romance de Tony le parece una traición. En “Huérfanos de Brooklyn”, como no podía ser de otra forma, no falta la femme fatale, la mujer imponente del paternal Minna, ya viuda y amargada después de quince años ejerciendo de ama de casa cabreada. “Soy heredera de una agencia de detectives ineptos y corruptos”, se lamenta. “¡Ineptos y correctos!, responde como un loro el cerebro del touréttico, prisionero del síndrome, poco antes de que lo rapten cuatro matones zen que todavía llevan los óvalos de color naranja fluorescente colgando de las gafas oscuras que usan como antifaces, donde se lee ¡6,99 dólares!. “Parecían un grupo de los que tocan en las bodas”, comenta con posterioridad y de forma jocosa el nuevo Marlowe.

La historia de la novela criminal está repleta de sabuesos con diversidad funcional: jorobados, tuertos, cojos, mancos y sordos. ¡Hasta perros detectives a lo Sherlock Holmes han tenido la oportunidad de deleitarnos con sus altas capacidades de observación! Jonathan Lethem  ha añadido a tan selecto elenco un touréttico. Si el Mike Hammer de turno  era duro, frío e impasible como el acero, Esrrog, el detective de “Huérfanos de Brooklyn” es delicado, todo gestos, manoteos, susurros, berridos y alharacas. Sus palabras incontroladas se precipitan fuera de la cornucopia de su cerebro haciéndole cosquillas a la realidad. Para Esroog la tensión de querer callar hace que callar sea en todo punto imposible: ¡Tourette es una mierda!

Es en estas parodias de novelas de detectives en las que Lethem deja patente su afición por el género, al tiempo que presenta una curiosa ambigüedad. El escritor es un devoto de la novelística policial, no nos cabe duda, pero uno que reconoce su cansancio. Cuando Esroog recibe un golpe en la cabeza con una pistola, el autor comenta: “Han sido tantos los detectives a los que han golpeado y han caído en extrañas oscuridades mareantes, tal la cantidad de vacíos surrealistas y no obstante no tengo ninguna contribución a esta dolorosa tradición”. Pero si seguimos leyendo, vemos que no es así: “Mi caída y mi ascensión a través de la oscuridad se caracterizaron únicamente por la nada, la vacuidad, la ausencia y el resentimiento porque fuera así. Salvo por los granos. Fue una nada granulada. Un desierto de granos”. Al reconocer la cualidad exagerada de la escena del “golpe de gracia” y desafiarse a sí mismo para superarla, el escritor establece un doble juego del que sale beneficiado el lector.

Lethem convierte el cerebro touréttico de Esroog en un personaje virtual que describe, con una solicitud casi paterna, los orígenes y mecanismos de sus tics: “El chico paliducho de trece años que fue ofrecido a Minna era propenso a taconeos, silbidos, chasquidos de lengua, guiños, giros rápidos de cabeza, caricias de pared, en fin, a todo menos a las declaraciones directas que tanto anhelaba su mente taurética”. Esroog recuerda como, cuando era niño, tomó a Charlie Chaplin y Buster Keaton como modelos: “echaban chispas ante cualquier agresión, pero conseguían mantener la boca cerrada y así esquivaban siempre el peligro”. Aprendió rápido la lección: silencio, oro, ¿entendido? Pues eso, entendido. Así que Esroog intentó mantener la lengua sujeta entre los dientes y, una y otra vez, se tragó las palabras como vómitos. Estos brebajes deliberadamente joyceanos compensan con creces lo que les falta de verosimilitud.

Para Minna y su equipo, Esroog es un ser “especial”. Pero el inescrutable jefe lo valora como un “engendro gratis”, la prueba de lo impredecible, dura y patética que es la vida; un modelo a escala de su propio corazón chiflado. Algo así como una broma andante, un ser ridículo, inverosímil e imperceptible. Así se presenta el propio Esroog al comienzo del relato: “Disfrázame y verás. Soy un voceador de feria, un subastador, un artista de perfomances del centro de la ciudad, un experto en lenguas ignotas, un senador borracho de maniobras dilatorias. Tengo el síndrome de Tourette”. Y a pesar de todo esto, Lionel Ersoog es también un tipo inteligente, un detective perspicaz y tenaz que está completamente decidido a llegar al fondo del asunto, y el fondo del asunto es, simple y llanamente, ¿por qué le dieron el pasaporte a Minna, cuando no tenía intención de viajar?

Bajo la apariencia de una novela de detectives, Lethem ha desarrollado aquí una historia de investigación penetrante que revela cómo la mente inconsciente no es racional, una novela policiaca sombría, un thriller en el que la claridad no emerge hasta la página final. “Huérfanos de Brooklyn” nos sumerge en la densa espesura de la mente humana, un lugar donde las palabras se dividen y se entrelazan en una maraña cada vez más profunda.  

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miércoles, 21 de diciembre de 2022

LECTURAS PRETÉRITAS 2: Ross MacDonald

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EL MARTILLO AZUL. Encontrar un cuadro robado -el retrato de una rubia de piernas largas-, un caso que se suponía fácil para el detective, se complica cuando empiezan a aparecer cadáveres por todas partes. Archer se ve envuelto en un misterio tan viejo  como él: un brillante artista se adentró en el desierto y desapareció sin más. Pero dejó tras de sí un montón de musas, muñecas, prostitutas y damas, todas ellas peleándose por lo que consideran es de su propiedad. El aire del desierto arde de traición, muerte, sexo y locura, y solo Archer puede encontrar sentido al hecho de que un criminal haga del asesinato una obra de arte.

LA MIRADA DEL ADIÓS. Lew Archer sabe que los secretos del pasado son los que provocan los misterios del presente. El tiempo tan solo los hiberna, hasta que estallan ante la atónita mirada de sus protagonistas. Así que cuando los Chalmers, ricos y poderosos, le reclaman, preocupados por el comportamiento de su hijo, a él le basta con escarbar un poco en sus vidas para saber que sólo encontrará la respuesta si rastrea minuciosamente sus propias conciencias. Lew Archer sondea culpas que nos atormentan durante toda la vida y nos gustaría que siempre permanecieran ocultas. Duro, frío y cínico, Archer no tiene compasión, pero la tierra que remueve desata consecuencias imprevisibles.

EL BLANCO MÓVIL. Un hombre solo quizás no pueda frenar la maldad, pero sí puede investigarla. Lew Archer es ese hombre dispuesto a descubrir la maldad que se camufla en la vida cotidiana. Un viejo conocido, abogado, reclama a Archer para que investigue la desaparición de un magnate del petróleo, que pronto emerge como un secuestro a cambio de cien mil dólares. Es lo que, en cierto modo, esperaba Archer en una América poseída por la codicia y por la violencia, un tiempo en el que miles de hombres han vuelto de la II Guerra Mundial y aún no han logrado ni olvidar ni encontrar su lugar en el mundo. Las vidas habían perdido valor y el dinero reemplazaba cualquier creencia. Pero, como sabe Archer, a veces hay que mirar más cerca para darse cuenta de que la ambición no conoce ni a padres ni esposos. La primera novela de Lew Archer, publicada en 1949, dibuja ya a ese detective emblemático, duro y profundo que ha cautivado a millones de lectores en todo el mundo.

LA PISCINA DE LOS AHOGADOS. El detective Lew Archer recibe el encargo de investigar el origen de una carta difamatoria dirigida a una millonaria relacionada con el negocio del petróleo. Archer se desplaza hasta su mansión, al sur de California, para iniciar la investigación, pero pronto el rumbo de los acontecimientos empeora notablemente: la septuagenaria matriarca aparece flotando bocabajo en su piscina. Archer deberá dilucidar entonces no solo el motivo de la misteriosa carta, sino el móvil de un asesinato que podría involucrar a toda la familia de la víctima. Un enrarecido trasfondo de intereses económicos, envidias y oscuros secretos familiares hará que el detective deba implicarse al máximo para llegar al fondo del asunto sin dejarse la piel en el intento. 

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LA FORMA EN QUE ALGUNOS MUEREN. Tras las elegantes avenidas de Los Ángeles, escondido en sus angostos callejones y en los patios traseros de casas aparentemente decentes, existe un submundo de violencia y tráfico de drogas que día a día se lleva por delante la vida de propios y extraños. El detective privado Lew Archer conoce muy bien qué se mueve entre bastidores en tan sórdidos ambientes, y por ello recibe el encargo de encontrar a la dulce Galley Lawrence, una joven enfermera que ha desaparecido de su hogar. A medida que va avanzando en su investigación, Archer irá desentrañando una historia casi increíble que relaciona a Galley con el crimen organizado, una terrible verdad que la familia de la chica jamás estará preparada para conocer.

LA SONRISA DE MARFIL. Cuando el detective Lew Archer recibe el encargo de localizar a una sirvienta acusada de robar las joyas de su adinerada matrona, nada le hace sospechar que el asunto pueda ir más allá deñ simple hurto por despecho. Pero el cadáver de la joven ladrona, brutalmente asesinada en un sucio motel de carretera, da inicio a una nueva concepción del caso, en que la brutalidad y el juego sucio se suceden en una vasta conspiración alrededor de tan valioso botín. ¿Hasta dónde llegarán los hilos que hay tras el robo? ¿Qué papel jugaba la sirvienta en todo ello? Incluso un investigador de la talla de Archer deberá aplicarse a fondo para desentrañar un misterio que, sin duda, no mostraba todas sus cartas en la primera mano de tan macabra partida.

LA COSTA BÁRBARA. Malibú, California. Los bajos fondos de la sociedad se codean a diario con el lujo y los privilegios de los magnates de las finanzas, el petróleo y el séptimo arte. En uno de sus clubes sociales más exclusivos, una joven instructora de natación ha desaparecido sin dejar rastro. El detective Lew Archer, deberá encontrar a la bella y rubia tras recibir el encargo de su desesperado marido. Pero el marido parece no ser el único interesado en la joven: policías corruptos, un rudo galán de cine y un rico empresario de Hollywood se cruzarán en el camino de Archer una y otra vez. Solo el descubrimiento de que un año y medio atrás tuvo lugar un asesinato no resuelto en el mismo club hará que el detective deba poner los cinco sentidos en un caso que parecía resuelto de antemano.

EN BUSCA DE UNA VÍCTIMA. En California existe un lugar donde el robo, la violencia, el contrabando y la ambición solo pueden conducir a dos finales posibles: la riqueza o la muerte. Cuando el detective Lew Archer recoge a un autoestopista herido, no sabe que deberá llevarle precisamente a esa ciudad maldita, llamada Las Cruces. Pero Archer no lamentará tanto el haber ido como la decisión de quedarse allí hasta que se resuelva un caso de asesinato. Y lo lamentará largamente, porque se desencadenarán una serie de muertes en las que, asombrosamente, todos los que le rodean parecen estar implicados. El propio Archer puede ser la siguiente víctima, a menos que atrape al escurridizo criminal antes de que ponga precio a su alma

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martes, 20 de diciembre de 2022

LECTURAS PRETÉRITAS 1: Donald E. Westlake

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UN DIAMANTE AL ROJO VIVO. John Dortmunder y su banda son contratados para robar un famoso diamante, conocido como Balabomo, que cobija celosamente un país africano. Dortmunder es extremadamente hábil y minucioso, pero lamentablemente desafortunado. Siempre fracasa. Con la suerte de espaldas, se ve condenado a planificar el golpe una y otra vez con una inercia y tenacidad casi religiosas. "La vida es un equívoco constante" parece decir el escurridizo diamante a la banda de Dortmunder. Ellos, impasibles, intentarán darle caza por tierra, mar y aire. Un diamante al rojo vivo es una de las obras maestras del extraordinario Donald Westlake. Sin lugar a dudas su novela más hilarante e ingeniosa. Una brillante comedia repleta de equívocos y llena de personajes inolvidables.

ATRACO AL BANCO. Cuando la última genialidad del criminal John Dortmunder -timar a inocentes familias vendiendo enciclopedias a domicilio- está a punto de proporcionarle un nuevo pasaje a comisaría, su amigo Kelp acude en su auxilio para ofrecerle el negocio del siglo: robar un banco. Pero no solo su dinero sino "todo" el banco. A las afueras de Nueva York, una entidad bancaria ha instalado provisionalmente sus oficinas en una caravana, lo que a Kelp se le antoja como un "montón de dinero con ruedas". Con esta idea en mente, Dortmunder y Kelp se lanzarán a tan lucrativa aventura con la única ayuda de un eterno aspirante a policía muy resentido con el cuerpo. Nada parece poder detener en su empeño a estas tres brillantes mentes criminales.

DIOS SALVE AL PRIMO. ¿Qué es un primo? El candidato perfecto para ser estafado. ¿Y quién es el rey de los primos? Fred Fitch, al que han estafado de todas las maneras posibles. Pero nada comparado con lo que le sucederá cuando se entere de la muerte de un pariente, el misterioso tío Matt, cuya existencia ignoraba y que le lega la nada despreciable cantidad de 300.000 dólares. Un botín muy apetitoso para todos los estafadores, embaucadores, farsantes, fulleros, bribones y truhanes de la ciudad de Nueva York, y también para los que se han cargado al tío Matt. Mientras trata de no perder el dinero, Fred Fitch se irá topando con una serie de singulares y picarescos personajes, cuyas intenciones no siempre están claras: una stripper, un abogado, un par de policías, un peculiar médico y un antiguo socio de su tío... Galardonada con el premio Edgar Allan Poe a la mejor novela de misterio en 1967, Dios salve al primo combina con maestría situaciones hilarantes, vibrantes persecuciones y una creciente tensión.

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viernes, 16 de diciembre de 2022

A 75 AÑOS DEL BRUTAL ASESINATO DE "LA DALIA NEGRA"

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En la mañana del 15 de enero de 1947, Betty Bersinger, una residente de la zona, paseaba a su hijo por un barrio del distrito de Leimert Park en Los Ángeles cuando se topó con un espectáculo espantoso: el cuerpo de una mujer joven, desnuda, seccionado en dos partes por la cintura. El cuerpo se encontraba a solo unos metros de la acera y Betty pensó, no sin razón, que se trataba de un maniquí.

A pesar de la extraña mutilación y los cortes en el cuerpo, no había en la escena ni una sola gota de sangre, lo que no dejaba lugar a la duda de que el crimen se había cometido en otro lugar.

La investigación subsiguiente fue seguida por el Departamento de Policía de Los Ángeles con la ayuda del F.B.I. Rápidamente se identificó el cuerpo a través de unas huellas dactilares borrosas; en una hora ya se conocía la identidad de la víctima.

La joven, de 22 años, resultó ser una aspirante a actriz. Elizabeth Short -este era su nombre-, más tarde dada a conocer como la “Dalia negra” por la prensa, por su supuesta afición a la ropa negra transparente y en concordancia con “La dalia azul”, película de cine negro que con guion original de Raymond Chander, se estrenaba por ese entonces en los cines de todo el país.

Las huellas de Short aparecieron dos veces en el vademécum del F.B.I. Una, por haber solicitado en enero de 1943 un trabajo como empleada en la comisaría del Campamento Cooke del ejército, en California. Y otra, siete meses después, por haber sido arrestada por la policía de Santa Bárbara por consumir bebida alcohólica siendo menor de edad. Su foto, que constaba en su expediente, no tardó en ser filtrada a la prensa.

En apoyo a la policía de Los Ángeles, el F.B.I. verificó registros de posibles sospechosos y realizó entrevistas en todo el país. En un primer momento se sospechó que el asesino podría haber tenido habilidades para la disección porque el cuerpo apareció cortado limpiamente. Y en este sentido, la investigación se centró en los estudiantes de la facultad de Medicina de la Universidad del Sur de California. En una segunda fase, y en ruptura potencial con esta línea, la investigación buscó una coincidencia con las huellas dactilares encontradas en una carta anónima que pudo ser enviada a las autoridades por el asesino, pero se cerró en cuanto las huellas no figuraban en los archivos policiales.

¿Quién mató a la “Dalia negra”? Lamentablemente, aún hoy, este hecho sigue siendo un misterio. Lo que no se puede negar es que la leyenda de Elizabeth Short se agiganta con el paso de los días...

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jueves, 8 de diciembre de 2022

PRIMERA EDICÓN: "DEAD CALM". (C. WILLIAMS)

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DEAD CALM
(DEAD CALM)
CHARLES WILLIAMS
THE VIKING PRESS - NEW YORK
1963

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Relectura: MILDRED PIERCE (James M. Cain)

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James Mallahan Cain, nacido en 1892 y fallecido en 1997, está considerado como el poeta del “asesinato sensacionalista”. Después de Dashiell Hammett y Raymond Chandler es el escritor que más se identifica con las historias urbanas de violencia, sexo y dinero que caracterizaron tanto el cine como la ficción popular en la década de los veinte, treinta e incluso cuarenta en los Estados Unidos. Sin embargo a diferencia de Hammett y Chandler, Cain no centró su atención en la consoladora figura del detective que pone una gota de orden en todo el caos urbano. Sus novelas están relatadas desde la perspectiva de los actores centrales, unos personajes confusos, ignorantes y demasiado corruptibles en sus dramas de traición y asesinato. Sus dos primeras novelas, “El cartero siempre llama dos veces” y “Double Indemnity” están narradas por hombres destruidos por mujeres fatales y ambas se convirtieron en películas de incalculable éxito.

En 1941, Cain publicó “Mildred Pierce”, su primera novela centrada en una protagonista femenina. Ya en 1945 fue llevada al celuloide protagonizada por Joan Crawford, en su única actuación ganadora de un Oscar de la Academia, como una madre sobreprotectora que intenta encubrir a una hija homicida. Esta versión de “Mildred Pierce” es hoy una pieza clásica del cine negro, pero su trama y su tono difieren marcadamente de la novela, una historia más “realista” sobre una mujer divorciada que intenta criar a sus hijas en una época tan difícil como fue la de la Gran Depresión en California.

En 1931, cuando la inseguridad y la miseria se transmitían a golpe de pandemia, un ama de casa de clase media de los suburbios de Los Ángeles, Mildred Pierce, con un don especial para la cocina, pone de patitas en la calle a su cada vez más perezoso y mujeriego marido, Bert, y consigue trabajo como camarera para mantener a sus dos hijas. Posteriormente, Mildred, construye un próspero negocio de restaurantes y tiene una apasionada aventura con un rico playboy llamado Monty, con quien finalmente contrae matrimonio. Al final de la historia, Mildred lo pierde todo debido a su abrumador amor por su pretensiosa, narcisista y engañosa hija mayor, Veda.

Lo curioso del asunto es que la novela no culpa exactamente a Veda; en todo caso, la disculpa. Los propios deseos de Mildred están decididamente enfrentados: los dos hombres con los que se casa provienen de estratos sociales más altos que el de ella, ambos se sienten por encima del trabajo manual que ella realiza. Debido a la depresión, ambos terminan sin un duro en el bolsillo. A Mildred le molesta ayudarlos, pero le gusta el poder que esto le otorga sobre ellos; igualmente le desagrada su superioridad, digamos que fingida, y sobre todo quiere poder  compartirla. Veda puede ser una solución, alguien a quien arrimarse. Pero Veda no es de fiar, Veda es una víbora...

Considere usted, amigo lector, estas oraciones, en las que Cain incluye un mundo de juicios sobre los valores de sus personajes: “Mildred adoraba a Veda, por su apariencia, su promesa de talento y su esnobismo, que insinuaba cosas superiores a su propia naturaleza”. Y esta otra, “Pero Veda adoraba a su padre, por sus modales grandiosos y maneras finas, y si él desdeñaba el trabajo lucrativo, ella estaba orgullosa de él por ello”. Cain es muy claro acerca de Vera: “Había nacido en una forma de vida que incluía gusto, modales, pero sobre todo un vivaz distanciamiento del dinero”. De lo que Vera no llegó a darse cuenta nunca fue precisamente de esto último, de que todas estas cosas descansan precisamente en el dinero.

Cain llegó a manifestar que veía a Mildred como una “víctima de la depresión, una venal ama de casa estadounidense que no sabía que  estaba usando a los hombres, pero se imaginaba a sí misma bastante noble”. Lo cierto es que la Mildred que creó Cain no es meramente inmoral, y si nunca es noble, a menudo sí es admirable, decidida, fuerte y segura de sí misma, así como lo suficientemente independiente para prescindir de la aprobación de todos, excepto de la de sus hijas. Mildred es una madre devota, pero ama a Veda de una manera que Cain considera  “antinatural, un poco enfermiza.” Cain opina que Mildred es vulgar e insípida, atractiva pero nunca hermosa. La Mildred de Cain es una víctima de la traición de los que ama; pero ella elige amarlos, y así es humillada por su propio esnobismo, codicia y egoísmo. Se muestra orgullosamente desafiante sobre sus propios orígenes sociales, rechaza la pretensión de Veda y se muestra furiosa con Monty por tratarla como una criada, pero también aspira a la riqueza y tiene sueños nebulosos de grandeza para su hija, imaginando vagamente cualquier tipo de éxito artístico.

“Mildred Pierce” está impulsada por el resentimiento de clase, la economía sexual y el chantaje emocional que Veda, eventualmente, trasmuta en chantaje literal. Lo que Mildred hace en formas socialmente aceptables (casarse con aspiraciones de mejora persiguiendo así el éxito social y material), Veda lo lleva a extremos obscenos. Mildred exige devoluciones emocionales, incluida una necesidad de afecto físico por parte de su hija -ya adulta- y constantemente trata de controlar sus decisiones, exigiendo el amor y el respeto que no obtiene de los hombres. Aspiraciones estas muy lógicas si Veda no fuera tan  repelente...

Al final de la trama el climax se vuelve apresurado, inexplicable y absurdo y todo depende de que Veda, cual Cenicienta, derive en una talentosa cantante de ópera en unas pocas semanas. Y como esto es ficción y en la ficción todo es posible, Veda transmuta en una gran soprano. Y de repente su talento se convierte en la razón de su crueldad. En un discurso maravillosamente desquiciado, un profesor de música italiano –un tal Treviso, Carlo Treviso- trata de explicarle a Mildred (quien le ha preguntado si está insinuando que su hija es una víbora), que de eso nada: “una viborita joven, en todo caso”. Él responde: “No, es una soprano ligera, que es mucho peor. Una viborita joven es capaz de querer a su mamá y hacer lo que su papá le dice, pero una soprano ligera no puede querer a nadie más que a sí misma. Es una hija del diablo, mucho peor que todas las víboras del mundo. Señora, no se meta con ella”. La inadecuación tautológica de esta explicación resume perfectamente la opinión de Cain sobre Veda.

La fábula de Cain que comienza como realismo social y desciende a un melodrama gótico surrealista, es la historia arquetípica de la competencia sexual entre generaciones de mujeres, en la que Cain no termina de decidir si simpatizar con la madre, que alguna vez fue deseable pero que envejece, o con la hermosa, talentosa y poderosa hija. Al final decide convertir a Veda en una serpiente, una perra, en una soprano ligera. “Una soprano ligera”, una voz de poca sonoridad y con graves limitados... si al menos la hubiera definido como una soprano lírica, todo este lío podría haberse evitado. 

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jueves, 27 de octubre de 2022

TODOS TE RECORDARÁN (Andreu Martín)

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Apenas unos meses después del atentado yihadista de las Ramblas de Barcelona, y con unas controvertidas elecciones autonómicas prácticamente encima, aparece en la escollera del puerto, entre bloques de hormigón y un alborotado mar oscuro, el cuerpo sin vida de Santiago Ortuño, inspector de la Policía Nacional, con dos impactos de bala en la cabeza, ambos con orificio de salida.

Hasta el momento de su fallecimiento Santiago Ortuño ejercía el trabajo burocrático más inútil, aburrido y despreciable del Cuerpo, en el Departamento de Extranjería de la plaza de Espanya, cuando un buen día se presenta en su despacho, exuberante y sin cita previa, Leire Alfaro, la Dorothy Gale del grupo musical Sandunga y los Rottweilers, una chica menuda, de veintisiete años, con un pelo negro corto, que lo que hace, precisamente, es cortarle la respiración a cualquiera. Leire solicita un permiso de residencia para su pareja, un tal  Abdullah Fayad, lampista iraquí que trabaja en el sospechoso, al tiempo que peligroso, negocio de los hermanos Shaddad, y a quien encontró abandonado en los escalones de la salida del metro de Liceu.

El enamoramiento desenfrenado de Ortuño con la cantante hace que éste se entrometa en una crucial investigación antiterrorista que llevan a cabo los Mossos D´Esquadra en el barrio del Raval con el punto de mira en la tienda de los Shaddad, donde se esconde una peligrosa célula yihadista interesada en adoctrinar a víctimas como Abduh en el terrorismo más radical. En medio de un gran revuelo, los diferentes grupos sociales y unos cuantos delatores tendrán que conducir la operación con toda la sutileza posible y torear cada una de los escollos con los que se van tropezando.

Andreu Martín ya había tratado el tema de las mafias con anterioridad. La mafia lionesa en “Barcelona conection” –Premio Hammett en 1989-, inspirada en el asesinato de Raymond Viccarizzi en su celda de la Modelo y la mafia china en “Societat negra”, Premio Crims de Tinta en 2012.

Martí es un apasionado del jazz y buena muestra de ello es la concreción del personaje de Leire, que además de cantante es contorsionista; sí, de esas que tanto tienen los pies en el suelo como en la cabeza. “¡No jodas! Y dices que es «contraformista», ¿eh? ¡Una «contraformista», tío, tiene que ser la leche!” Esa idea es “un capricho”, confiesa Martí, surgido de la noticia de un ladrón con esa habilidad que, metido en una maleta, hurtaba objetos de otras en el maletero de un bus Girona-Barcelona.

Pese a la atmósfera política que se vive en la Barcelona de “Todos te recordarán” no es precisamente esta una novela centrada en el tema, no obstante, si es un condicionante que marca la acción. Estamos, pues, ante una buena historia donde los malos, como no podía ser de otra forma, son los más fascinantes. Espero que la disfruten.

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domingo, 16 de octubre de 2022

CLÁSICOS DE LA NOVELA NEGRA

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CLÁSICOS DE LA NOVELA NEGRA
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El término Novela Negra empieza a cobrar especial relevancia a partir del año 1968 cuando cineastas como Jean-Luc Godard o Francois Truffaut muestran un especial interés por este tipo de literatura.

La denominación Hard-Boiled, sin embargo está reservada a un grupo de narraciones que surgen en la revista Black-Mask, publicación popular norteamericana que comienza a editarse allá por los años veinte, y que siguen el modelo de escritores como Carroll John Daly. Daly había dado vida a un popular investigador, Race Williams, personaje tosco, duro y de gran aceptación popular. Estas narraciones están escritas en primera persona, con argot callejero, haciendo hincapié en el cínico carácter del detective.

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PRIMERA EDICIÓN : "UN CIEGO CON UNA PISTOLA". (C. HIMES)

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UN CIEGO CON UNA PISTOLA
(BLIND MAN WITH A PISTOL)
CHESTER HIMES
WILLIAM MORROW & CO., INC.
1969
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jueves, 13 de octubre de 2022

LA CÁMARA DEL CRIMEN: WEEGEE

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“Aunque figure entre los enemigos públicos número uno de la lista del FBI, ningún malhechor alcanza la consagración hasta que yo lo he fotografiado”. Así de contundente y seguro de la calidad de su trabajo se mostraba en su momento Weegee, el cronista de Nueva York más oscuro de la década de los 30 y 40. No solo eso, el fotoperiodista confiaba tanto en sí mismo y anhelaba tanto alcanzar el reconocimiento público que, antes de que su nombre alcanzara la celebridad, ya firmaba sus instantáneas con un sello que rezaba: “Weegee, The Famous”.

Weegee era siempre el primero en llegar al lugar de los hechos y obtener instantáneas que revelaba en el maletero de su coche. Logró alcanzar un gran éxito, tanto es así que su personaje fue inmortalizado por Joe Pesci en la película “El ojo público”. El film de Howard Franklin, sin embargo, no fue el único en poner la vista en el reportero; Curtis Hanson, en “L. A. Confidential”; Sam Mendez, en “Camino a la perdición” y Dan Gilroy, en “Nightcrawler” también se inspiraron en su trabajo.

Su nombre real era Usher Felig, nació en 1899 en la ciudad de Zolochev, en lo que hoy es Ucrania, y a los diez años, cuando su familia llegó a la Isla Ellis –la puerta del sueño americano- se convirtió en Arthur Fellig. El alias, cuenta la leyenda, era una deformación fonética de “ouija”, mote con el que le bautizaron por su supuesta capacidad para comunicarse con los muertos, o al menos, de encontrar a los que habían fallecido de forma violenta antes de que lo hicieran las fuerzas de seguridad.

Encontró su profesión siendo adolescente, cuando un fotógrafo callejero le hizo un retrato. Quedó paralizado por la cámara, la placa, el procesamiento y la imagen de sí mismo. La idea de especializarse en asesinatos, accidentes, incendios y toda clase de sucesos truculentos fue consecuencia de observar lo que publicaban los diarios así como de percatarse que los reporteros, de noche, dormían.

A los 14 años dejó la escuela y comenzó a trabajar por cuenta propia para varios periódicos y agencias de noticias de Nueva York al tiempo que realizaba otros trabajos ocasionales. Uno de esos trabajos implicaba tomar fotos de ataúdes para un catálogo, otro mejorar las impresiones fotográficas para “The New York Times”. Pronto pasó a la fotografía de noticias y llegó a convertirse en un personaje con una habilidad especial para llegar a asesinatos y accidentes en el momento correcto. ¿Cómo?, se preguntarán ustedes. En el momento más importante de su vida Weegee decidió que Nueva York después del crepúsculo era toda suya. Y se instaló en su coche. “Se convirtió en mi hogar. Era un biplaza, con un maletero especial extra grande. Guardé todo allí, una cámara extra, los casquillos de las bombillas del flash, una máquina de escribir, botas de bombero, cajas de cigarros, salami, película de infrarrojos para disparar en la oscuridad, un recambio de ropa interior, uniformes, disfraces y zapatos extras... La radio de la policía era mi modo de vida. Mi cámara y mi amor... eran mi lámpara de Aladino”, asegura Weegree en su biografía.  

Él le puso ganas y los protagonistas de sus instantáneas se lo pusieron fácil a él. No en vano, el fotoperiodista, por origen o por empatía, congeniaba con los desheredados y estos estaban encantados de salir en sus instantáneas. Weegee siempre buscaba hacer la mejor fotografía posible, aguantaba el flash encima de la cámara y obtenía duros contraluces que daban veracidad y dramatismo a sus retratos.

Fotografiaba cadáveres y también personas vivas. A veces, en actitudes desesperadas: durmiendo en la calle, huyendo de un incendio o, simplemente, detenidos por la policía, pero también disfrutando de la vida al entrar a un teatro, bailando en una fiesta popular o tocando en un club nocturno. Llegó incluso a fotografiar la luz del día en una de sus instantáneas más icónicas en la que se aprecia una multitud en la playa de Coney Island, sonriendo y mirando a la cámara.

En 1945 le llegó la fama con la publicación de “Naked city”, su primer libro, del que se realizaron tres ediciones en un año. El éxito conllevó encargos para revistas que buscaban “imágenes tipo Weegee”, o lo que es lo mismo “la autenticidad”. Y eso significó una invitación para acudir a Hollywood. Sin embargo, su estancia en la meca del cine no le entusiasmó demasiado.

Muchas de sus tomas icónicas se centran en los espectadores. En octubre de  1941 un jugador de poca monta recibió un disparo nocturno cerca del patio de una escuela. Weegee, además de fotografiar el cuerpo, inmortalizó a la multitud de niños empujándose unos a otros para ver al hombre muerto. Esta fotografía es un sorprendente catálogo de emociones humanas, que van desde la alegría hasta la agonía. La estrella es una niña cuyo rostro revela una excitación y una curiosidad extremas. Weegee lo tituló: “Su primer asesinato”.

A mediados de la década de los 40, se convirtió en uno de los fotógrafos fundadores de “PM”, un nuevo periódico liberal dedicado a contar historias con imágenes. Los editores estaban interesados no solo en sus fotografías sino además en su personalidad: su cara de ojos de insecto, su enorme cámara Speed Graphic, el baúl de su automóvil lleno de trastos, sus hábitos nocturnos y sus formas descuidadas.

El punto de inflexión en su carrera y, según algunos, su gran tragedia fue exhibir su obra en el Museo de Arte Moderno a mediados de la década de los 40. Comenzó a verse a sí mismo como un artista y a firmar sus fotos como “Weegee, the Famous”. A partir de ahí se casó, produjo libros de arte, y se desplazó a Hollywood. En definitiva, se convirtió en una caricatura de sí mismo.

Cuando Arthur Fellig se convirtió en Weegee, el verdadero hombre desapareció. Y cuando quiso recuperarlo, no pudo: “Mi verdadero nombre es Arthur Fellig. Creé este monstruo, Weegee,  y no puedo deshacerme de él”. A los 69 años murió de un tumor cerebral.    

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jueves, 22 de septiembre de 2022

LA GRAN SERPIENTE (Pierre Lemaitre)

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Tras una cubierta con perro se esconde la historia de Mathilde Perrin, una viuda sesentona, puñetera y soñadora que combate el aburrimiento ejerciendo de sicaria a tiempo parcial por encargo de Henri Latournelle, su antiguo jefe en la Resistencia. Mathilde reside en Melun, un pequeño vecindario de los alrededores de París. Allí pasa sus días con Ludo, un baboso dálmata de un año, de mirada estúpida y suspicaz. Cada fin de semana, y para matar su hastío, Mathilde se desplaza en su Renault 25 de color crema a una casa de campo en Normandía -casa que apesta a burguesía corta de miras-, donde vive su hija Françoise con el gilipollas de su marido, un norteamericano petulante adicto al deporte.

Sin embargo, tras esa imagen de mujer pulcra y distinguida que permanece muy atenta a los más mínimos detalles -ropa elegante y cara, visita semanal a la peluquería, maquillaje profesional y, sobre todo, sobre todo, una manicura perfecta-, y a pesar, incluso, del agobio que le producen sus kilos, se esconde una despiadada asesina al servicio de la inteligencia francesa. Mathilde es infalible, perfeccionista y meticulosa; nunca una bala más alta que otra; trabajos limpios y sin problemas. Su ritual es claro y preciso: aprovecha sus ratos libres para, después de ubicarlas correctamente, endilgarle a sus víctimas, a sangre fría y sin pestañear, una buena dosis de plomo con su Desert Eagle, su Luger 9 mm Parabellum o su Wildey Magnum (ella siempre se ha negado a trabajar con calibres pequeños que, en su opinión, sólo sirven para dramas burgueses y peleas por adulterio). Tres balas en tres segundos y a otra cosa mariposa. Ludo –testigo involuntario del descocido y acostumbrado ya al espectáculo- aprovecha que su ama está ocupada en sus quehaceres para echar una cabezadita en el coche.

El mal carácter que ha ido destilando con los años, los frecuentes olvidos –los jodidos años de nuevo- y cierta dosis de crueldad gratuita, la traen a mal traer. Mathilde está cometiendo demasiados errores. ¡Qué rayos!, como ella bien dice: ¡No voy a renunciar a mi ritual por una estúpida regla dictada por cualquier cabeza hueca! Pero..., en toda historia que se precie siempre hay un pero, eso es algo que empieza a preocupar en las altas esferas. El director de recursos humanos –o más bien, el inhumano que maldirige los recursos- no está contento, y parece dispuesto a deshacerse de ella antes de que esta perdonavidas de andar por casa los meta en un brete de tres pares de narices. Matilde ya se barrunta algo. Está claro, que cuando uno ejerce la profesión de asesino a sueldo nunca espera que la jubilación sea una opción, pero... el tiempo no perdona.

A partir de este momento la novela gira en tono y términos y se convierte en una narración más que divertida para el lector. Una mezcla de géneros con una asesina que da miedo incluso a sus propios compañeros y que protagoniza una historia que pone de manifiesto el talento del autor. Y es que este libro es la encapsulación perfecta del cómic negro: Lemaitre es un satírico increíblemente dotado, y eso se palpa alto y claro en esta novela. Todos los tropos de alguien que se niega a aceptar que está envejeciendo y necesita dar un paso atrás son de alguna manera mucho más divertidos cuando se los explora a través de la lente de una asesina a sueldo.

Aunque esta es una de sus últimas novelas publicadas, “La gran serpiente” tiene el honor de ser la primera obra que escribió Pierre Lemaitre, allá por el año 1985. Durante todo este tiempo el escritor francés la ha condenado a permanecer secuestrada en un cajón y, como él mismo confiesa en el prólogo, la ha rescatado de pura pena después de que sus lectores le pidieran encarecidamente que volviera al género policial, género del que se convirtió en referente gracias a la serie del dominante inspector de metro y medio Camille Verhoeven.

Así pues, abróchense el cinturón amigos, porque este libro está absolutamente loco. Cuenta Lemaitre que esta narración va a ser su despedida del género negro, curiosamente aquel que le diera a conocer, como si con ello cerrara un ciclo de forma consciente. Y el cierre es ingenioso, con una protagonista complicada y maravillosa y un final osado, de esos que ya no se estilan. Están ustedes ante una historia perversamente divertida. Que la disfruten.

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martes, 30 de agosto de 2022

MANHUNT MAGAZINE, DIGNO HEREDERO DE BLACK MASK

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Las revistas «Pulp», también conocidas como «Pulp Magazine» o «Pulp Fiction», se desarrollaron con gran éxito en EE.UU. desde 1856 hasta mediados del siglo XX, cuando desaparecieron absorbidas por los libros de cómics, la televisión y las novelas de tapa dura. «Pulp»  es un vocablo que hace referencia a un formato de encuadernación en rústica, de coste muy bajo, hecho de pulpa de papel y de consumo popular, empleado en la confección de revistas especializadas en narraciones de diferentes géneros de la literatura de ficción. La temática que abordaban estas publicaciones era muy variada e iba desde las historietas policiacas y de misterio, a las de horror, romance e incluso amorosas. Sin duda, fueron las dedicadas a la novela policiaca las que tuvieron un mayor éxito. Ya hemos hablado en otras ocasiones del legado de Black Mask, probablemente la revista literaria más influyente de la primera mitad del siglo XX.

Hoy toca hablar de MANHUNT MAGAZINE, que apareció por primera vez en los quioscos en enero de 1953, y que fue el sucesor reconocido de Black Mask -que había dejado de publicarse el año anterior- como sede de la ficción policiaca de alta calidad. En abril de 1956 Manhunt Magazine se anunciaba como la "Revista de ficción criminal más vendida del mundo". En sus páginas y a lo largo de sus 15 años de su existencia, apareció un verdadero Quién es Quién de las mejores plumas de misterio del mundo, entre ellas: Ed McBain, Mickey Spillane, Richard Deming, Jonathan Craig, Hal Ellson, Robert Turner, Jack Ritchie, Frank Kane, Craig Rice , Fletcher Flora, Talmage Powell, Richard S. Prather, David Alexander, Harold Q. Masur, Gil Brewer, Helen Nielsen, Erskine Caldwell, Henry Slesar, David Goodis, Lawrence Block, John D. MacDonald, Clark Howard, Fredric Brown, Donald E. Westlake, Harlan Ellison, Harry Whittington y Steve Frazee.

Manhunt se jactaba de ser la revista de ficción criminal más vendida del mundo y, sin duda, era el “estándar de oro” con el que se comparaban todas las demás revistas criminales de la época. Comenzó a publicarse, como ya hemos dicho, en enero del 53 como un resumen mensual y coqueteó brevemente (desde marzo de 1957 hasta mayo del 58) con un formato mayor para mejorar las ventas en los quioscos. Sin embargo, esta idea no obtuvo el éxito esperado y pronto volvió al tamaño resumen y ajustó su tirada a bimensual. En total, Manhunt Magazine funcionó durante quince años y alcanzó una dimensión de 114 ejemplares, todos ellos muy respetables. 

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