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Robin William Arthur Coock nació en Londres
en 1931 en el seno de una familia acomodada. Después de haber estudiado en
Eton, uno de los centros más exclusivos del Reino Unido, su verdadera
personalidad, rebelde y aventurera, le llevó a romper con su medio de vida. Adjuró
de sus orígenes aristocráticos y, a diferencia de muchos escritores, abrazó una
vida irregular. En la década de los cincuenta frecuentó las mesas de juego
ilegales, vendió pornografía, traficó con obras de arte y conoció los círculos
de la delincuencia londinense, lo que le llevó a ser detenido por estafa. Cook
nunca ocultó su origen, no en vano, su acento de clase alta le proporcionaba un
aspecto respetable ante las empresas turbias. Su delgadez extrema, su
cigarrillo permanente, la sonrisa de quien tiene sus vicios domesticados y su
boina negra le acompañaron durante toda su vida.
Cook firmó sus novelas noir como Derek
Raymond y le correspondió el dudoso honor de dinamitar los cimientos del
edificio construido por Agatha Christie. Primero como novelista, y luego
reinventándose como escritor de novelas policíacas, este viejo etoniano
demostró que la vida y la literatura eran las formas más adecuadas para escudriñar
el alma de la sociedad. Como Derek Raymond, redefinió la literatura policíaca
inglesa, combinando actitudes del noir americano y el existencialismo francés.
La escritura de Cook fue un experimento social calculado basado en absorber
todo lo que se le ponía delante para convertirlo en ficción.
En 1960, después de ser interrogado por la
policía holandesa en relación con el robo de unas pinturas de Rubens, decidió
abandonar la vida criminal en favor de su profesión de escritor. En 1962
publicó, bajo el nombre de Robin Cook, un estudio sobre la caída deliberada al
infierno de un hombre del entorno barriobajero de Londres, “The Crust on ist
Uper”. Su publicación significó tal escándalo que los lexicógrafos la
utilizaron para el estudio del argot Cockney y la jerga de los ladrones. Pero
Cook no se arredró ante las críticas contrapuestas y encendidas que generó su
obra, antes al contrario, estas le hicieron escribir de manera más profusa. Durante
las décadas de los sesenta y setenta, llevó una vida errante. Pasó la mayor
parte de los sesenta en Italia, junto a su esposa Eugene, en un pueblo de la
Toscana. Hacia finales de los setenta se casó por tercera vez. Compró una casa
en Holland Park y trabajó como taxista. Sus libros no interesaban a ninguna
editorial. Perdió la casa de Londres y su matrimonio se fue al traste. Se
trasladó a Francia y compró una torre fortificada del siglo XV en Aveyron, al
norte de Montpellier. Abandonó la escritura durante el resto de los setenta
para trabajar como campesino. Hacia los años ochenta retomó la literatura con
una pequeña obra que le fue publicada. Volvió a Londres, se casó por cuarta vez
y recopiló material para la que fue la primera de sus novelas negras.
Cook publicó en 1962 “He Died With His Eyes
Open” –publicada por Ambar en castellano como “Murió con los ojos abiertos”-,
la que fue su primera novela negra, con el pseudónimo de Derek Raymond. Adoptó
este nombre porque no quería ser confundido con Robin Cook, autor del
superventas “Coma”. En Francia, no obstante, sus libros siguieron publicándose
con su nombre real. La novela se centra en el asesinato de Charlie Staniland,
un alcohólico que lo había perdido todo, desde su mujer e hija hasta su propia
dignidad.
La serie “The Factory”, de mediados de los
ochenta, escrita después de años de exilio forzoso en el París de los
existencialistas, no conservaba ninguna de las aburridas características procesales
de la novela policíaca que había apuntalado los índices de audiencia en la
televisión durante años. Un protagonista sin nombre, un sargento del
Departamento de Policía de Londres, hosco, sarcástico e insubordinado, especializado en muertes inexplicables, maneja
asesinatos en barrios bajos en contraste con las investigaciones de homicidios
llevadas a cabo por la División de élite de Scotland Yard. El asesinato inicial
en “The Devil´s Home On Leave”, segundo título de la serie, tiene una firma tan
obvia que la identidad del asesino se revela de inmediato. Sin embargo, la
notoriedad de Cook llegó a su punto culminante con la publicación en 1990 del
que se considera su mejor, a la vez que su más repulsivo trabajo: el asesinato
de una prostituta con sida, muerta de una forma horrible. “I was Dora Suarez” –editado
en español por Thàssalia como “Réquiem por Dora Suárez-, cuarto título de la
“Factory series, un relato que va más allá de una fábula negra, para
convertirse en una novela sumida en el duelo.
La reputación de Raymond se fundamentó en demostrar
que la ficción dura podía funcionar en Inglaterra, dejando atrás a Morse,
Midsomer Muders, Christie, PD James y otros. Para ello imaginó unos relatos
notables, por su calidad incensurable y su transparencia desnuda, que fueron objeto
de una mente que imagina lo peor para superarse luego en el papel. Raymond
sigue siendo un misterio y sus motivos no son fáciles de comprender. La
incomodidad que causa leerlo es genuina y doble. El leedor de sus escritos debe
contar, por un lado, con la desolación lacónica de lo que cuenta y, por otro, con
una leve sospecha subyacente de que el viejo estafador que esconde dentro
todavía está vivo y el lector es visto como uno más en su larga lista de
víctimas.
Cook, Raymond si ustedes lo prefieren, murió
en 1994. Su última novela “Nightmare in the Street” es una anomalía en su obra.
Escrita en 1988 para el mercado francés y ambientada en el París bohemio, hace
que el ambiente de los bajos fondos de la ciudad, definido más por el estado de
ánimo que por la arquitectura o la geografía, parezca aún más asqueroso que el
de Londres. Su método, no obstante, sigue siendo el mismo, se basa menos en la
observación que en la memoria. Así era Raymond.
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