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viernes, 28 de diciembre de 2018

FAITHFUL PLACE (Tana French)

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FAITHFUL PLACE (Faithful Place)
Tana French
TRADUCCIÓN: Eduardo Iriarte
RBA Libros, S. A.
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Tana French se dio a conocer en esto del noir a los 20 años en su impresionante debut en 2007 con El silencio del bosque (In the Woods) donde contó la historia del detective Rob Ryan cuyos dos mejores amigos desaparecieron siendo niños mientras jugaban, precisamente, en el bosque. Dos décadas después aquella aventura se complementó con la aparición de un chaval asesinado en el mismo escenario, hecho este que llevó a Ryan a enfrentarse con su pasado.

Faithful Place es su tercera novela y Tana French lo vuelve a hacer, pero esta vez la historia es aún más espeluznante. El policía dublinés Frank Mackey es convocado por su familia porque un tipo anda detrás de comprar tres viviendas en Faithful Place. Bueno, la historia no es tan sencilla como eso. Lo cierto es que un elemento decidió venderlas y antes de hacerlo encargó a unos albañiles que retiraran las chimeneas, las molduras y todo aquello que tuviera un mínimo de valor con el objeto de obtener unas pírricas ganancias. Y ahí surgió el problema. Detrás de la chimenea del salón de la número 16 apareció una maleta. La maleta, para ser exactos. La maleta de Rosie Daly. La maleta con la que salió de su casa aquella aciaga noche. La maleta que no debió haberse encontrado nunca. ¿Qué quién es Rosie Daly?...

La historia se remonta a veinte años atrás. Frank y Rosie eran por aquel entonces dos adolescentes enamorados. Cansados de sus pesadas familias y de la vida que estas les obligaban a llevar planean huir al Londres de las libertades. Frank acudió puntualmente a la cita. «Esperé entre las sombras, observando los penachos de humo que lanzaba mi aliento hacia la luz de la farola, mientras las campanas  daban las tres, las cuatro y las cinco. La noche se tornó de un gris triste y tenue, y a la vuelta de la esquina la camioneta del lechero pasó traqueteando por encima de los adoquines de camino a la lechería. Yo seguía esperando a Rosie Daly al final de Faithful Place»  Pero y, ahí está el quid de la historia, Rosie Daly nunca apareció.

Desesperado por escapar de un padre alcohólico y abusivo y de una madre manipuladora, Frank no desaprovecha la oportunidad y huye solo. Veinte años más tarde recibe una llamada de su hermana Jackie, el único miembro de su familia con quien aún se habla, en la que esta le comunica el hallazgo de la maleta de Rosie y dentro de ella los boletos que pretendían utilizar para su traslado a Londres. De repente todo lo que se daba por hecho en los últimos veinte años se pone en duda.

Frank es hoy detective del Grupo de Operaciones Encubiertas de Dublín, algo que a su familia le ha costado asimilar. Se encuentra separado de la que fue su esposa, Olivia Holly, una rubia despampanante a quien conoció al año de su llegada a Londres y con quien comparte una hija, Holly. La relación entre ambos cónyuges es ambigua. Frank aspira a una reconciliación, ella no lo tiene tan claro. «Es posible que le diera las buenas noches, no lo recuerdo. Mientras iba hacia el coche la notaba a mi lado, sentía su calor, como una luz blanca y clara brillando en el invernadero en penumbra. Fue lo único que me dio fuerzas para llegar a casa.» Según Tana French, Faithful Place «es también un libro de amor, sobre las diversas formas de amar, de amor romántico, de pareja, de padres a hijos, y es que el amor es una de las formas de salvar al ser humano. Amar te salva de ser cruel y violento, de destruirte.»

La oscuridad, la tragedia y el peligro planean sobre las páginas de esta novela. Durante el velatorio de su hermano Kevin, muerto desnucado al caer de la ventana de uno de los cuartos traseros  del segundo piso del 16 de Faithful Place, Frank, imbuido en una atmósfera saturada de alcohol, humo y sudor y acompañado por los cantos de los dolientes, se da cuenta que el asesino está presente. «Paseé la mirada por la habitación y pensé: Es alguien que está aquí. No se lo habría perdido.» En otra ocasión y, tras dar un beso de buenas noches a su hija, siente que el peligro «parpadea como un rayo caluroso alrededor de los juguetes de peluche llenando la acogedora habitación de un gas venenoso.»

No es el crimen, ni siquiera su resolución, lo que eleva esta novela a la categoría de singular. Aquí no nos tropezamos con un asesino en serie acechando las calles de Dublín. Faithful Place es la historia de Frank Mackey y su caótica familia, los Mackey. Los Mackey y el resto de personajes que viven en este barrio, muchos de ellos compañeros de juegos en la adolescencia de Frank. Hablar de Faithful Place es lo mismo que mentar la pobreza y falta de salidas. Una situación en la que se vio inmersa la Irlanda de los 80, cuando el país era más pobre que las ratas y los jóvenes solo tenían dos salidas, la fábrica de cervezas Guinness o la cola del paro. 
  
Los Mackey son una familia horrorosa. Parece imposible que anide tanta miseria moral en el ser humano. Provoca escalofríos el odio que emana de las relaciones de Frank con algunos de sus hermanos y sobre todo con su padre, Jimmy Mackey. El patriarca de los Mackey es un alcohólico hijo de puta retorcido que se enorgullece de pegar a su mujer, una madre sometida aunque fuerte a su manera, y que provoca en sus hijos la idea de librarse de él. «¿Cuántas noches a la semana vuelve a casa borracho? Las escaleras están medio desvencijadas, la moqueta tiene desgarrones... Tarde o temprano tropezará, caerá rodando cuatro tramos y se abrirá la cabeza.» Rivalidades entre hermanos, conflictos de clase, viejos rencores, coqueteos de adolescentes y recuerdos de violencia infantil, amén de unos diálogos descarnados y unos lazos familiares marcados por el despecho y el rencor, presiden hábilmente las páginas de una novela que destaca, sobre todo, por el realismo que desprenden sus personajes.  
   
El libro es un canto a Dublín, al Dublín de Joyce, de Becquett y de Wilde, al menos eso es lo que piensa la escritora: «El país es un desastre, pero le sigues queriendo aunque tenga una parte tan dañada e imperfecta, como las personas. Puedes amar a alguien aunque esté lleno de defectos e imperfecciones, y de eso va también esta novela.» Sobra decir que aquí lo importante no es saber quién es el asesino de Rosie Daly sino la contemplación de una realidad que pone al descubierto la naturaleza humana en su versión más sombría. Todo un acierto de Tana French, sin género de dudas. 
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