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ASESINATO EN EL COMITÉ CENTRAL Manuel Vázquez Montalbán EDITORIAL PLANETA |
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Manuel Vázquez Montalbán, periodista,
escritor y miembro del Comité Ejecutivo del PSUC, presenta en «Asesinato en el
Comité Central» lo que el autor considera una novela de aventuras y una crítica
al sentido religioso de la militancia del Partido Comunista. En medio de una
profunda crisis de identidad el PCE afronta la reunión de su Comité Central en
un ambiente de lo más tenso. El partido ha aglutinado a su alrededor gran parte
del descontento social y ha sido incapaz de convertir ese apoyo en votos. Las
luchas internas están a la orden del día. Según la trama argumental Fernando
Garrido, secretario general del PCE, muere asesinado tras un breve apagón de
luz en el transcurso de una sesión del sanedrín del partido. Un dolor de hielo
le traspasó el chaleco y le vació la vida. «Volvió la luz y Santos fue el
primero en comprender que la escena había cambiado, que no era normal que
Fernando Garrido tuviera la cabeza sobre su carpeta, una cabeza ladeada que le
enseñaba la boca abierta y los ojos más vidriados que los gruesos cristales de
las gafas desplazadas hacia la frente.» Aquel, el partido, encargará la
investigación a Pepe Carvalho, detective, hombre maduro y gourmet, ex agente de
la CIA y antiguo militante comunista. Para Montalbán «Asesinato en el Comité
Central» es, según sus propias palabras, «Una novela que entra en la fatalidad
de muchas lecturas. Soy consciente de ello y he ido aplazando su publicación
para que no pudiera interpretarse como una crítica en momentos en que había
problemas en el Partido Comunista.»
El Partido Comunista de España (PCE) había nacido
de la unión del Partido Comunista Español y el Partido Comunista Obrero Español
y había sido legalizado en la Semana Santa de 1977 al amparo de la Ley para la Reforma
Política impulsada por el Gobierno del entonces presidente Suárez. En aquellos
momentos coexistían en el partido dos tendencias antagónicas y contrarias a la
dirección del secretario general: «los leninistas» (también denominados
“prosoviéticos”) que se encontraban muy cercanos a una postura ortodoxa y ligada
a las directrices de la Unión Soviética y «los renovadores» que, por el
contrario, defendían una actitud más moderada y aperturista. En 1981, el
Partido Comunista estaba en crisis y el Partid Socialista Unificat de Catalunya
también soportaba fuertes tensiones internas pese a haber conseguido una mayor
presencia popular. Crisis de identidad, crisis generacional y crisis
estratégica, todo en uno.
El argumento de «Asesinato en el Comité
Central» gira en torno a la corrupción
de las instituciones sociales: el Partido Comunista Español, el gobierno, la
CIA, el comunismo europeo y los partidos de derechas. También se deja notar el
elogio a la dedicación y los sacrificios de los comunistas, víctimas a lo largo
de su historia de innumerables asesinatos, persecuciones, encarcelamientos y
exilios. Su lucha en la época de Franco por el bienestar social y su idealismo
utópico, hechos todos ellos que
contrastan con la actualidad posfranquista y su papel ambiguo en alianza con el
gobierno socio-democrático del PSOE. Así, según palabras de uno de los
personajes de la novela: «Tal vez no tengamos una presencia relevante
cuantitativamente hablando. Pero si tenemos una importante presencia
cualitativa. Cuando se sale de una dictadura en general, sólo están realmente
organizados los que han combatido sistemáticamente contra esa dictadura. En el
caso de España éramos los comunistas. Éso nos hace imprescindibles en cualquier
estrategia de izquierdas y para cualquier proceso de consolidación democrática.»
No pasa inadvertida en la novela la
idealización de la figura del añoso Santos
Pacheco, representante de la generación
de los treinta, aquellos que vieron los primeros brotes del comunismo en los años
de la Segunda República, aquellos que tuvieron que enfrentarse a todos los
horrores de la guerra y el franquismo, en contraste con la generación joven -la
que representa aquí Esparza Julve- que se sienten traicionados por la historia
y sus mayores y que buscan alejarse de ellos. «Por aquella cabeza ya no pasaban las sombras animadas de las
dudas, sino recuerdos, una, dos, tres, mil biografías en relación con Esparza
Julve, con Julvito. Carvalho había visto en los ojos de Santos la progresiva
conformación de un ruego: ése no, por favor, otro cualquiera, ése no.»
Conviene dejar claro que en una novela negra
lo importante no es tanto descubrir al asesino como destacar las peripecias
violentas del investigador privado y su capacidad para afrontarlas. La novela negra
es, esencialmente, acción. Aquí, como no podía ser menos, se nos presenta un
protagonista heroico, fuerte, inteligente, audaz, violento e imparable en la
búsqueda de la verdad y la defensa del bien. A este respecto dos cosas son
destacables. La acción no transcurre en Barcelona, sino en Madrid. El clima que
se respira aquí es el de la capital de España, contemplado desde la perspectiva
de un periférico. Montalbán ofrece una visión lejana de Madrid, una visión
crítica y por momentos injusta. Muy en el fondo se perciben las virtudes de una
Barcelona “más europea” frente a la crudeza y simpleza de un Madrid más arcaico.
«Yo suelo protagonizar películas en blanco y negro. Ustedes me ofrecen una
superproducción en Technirama, con gobiernos y aparatos policiales por medio.
Además en Madrid. Estoy cansado de viajar. Conozco Barcelona palmo a palmo y a
pesar de eso a veces me resulta insoportable. Imagínense moviéndome por Madrid,
una ciudad llena de rascacielos, funcionarios del ex régimen.» Y además, para
colmo de males, la acción se sitúa en el seno del Comité Central del Partido
Comunista de España, un mundo cerrado, con sus propias leyes y con personajes
definidos en clave.
Contemplada desde la perspectiva actual «Asesinato
en el Comité Central» tiene algunos aspectos mejorables. Muchos de sus
personajes parecen estereotipos, algo de lo que ya avisó el autor en la
presentación de la obra: «Fundamentalmente, los personajes son arquetipos, no
personajes reales. La gente pensará, por ejemplo, que trato con excesivo cariño
al sucesor del secretario general; pero si lo hago así es porque creo que no
existe este sucesor. Hay quien cree identificar en el libro a Simón Sánchez
Montero. Pero no es él, son varios.» Por otro lado, la urdimbre resulta un
tanto tosca, con referencias y situaciones demagógicas en exceso. En cualquier
caso queda al descubierto la mediocridad de las organizaciones, la falta de
escrúpulos de quienes aspiran a controlar la existencia del prójimo, el mal
funcionamiento de las instituciones, las traiciones y puñaladas traperas en
política, en definitiva, las miserias del ser humano.
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