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EL ARRECIFE DEL ESCORPIÓN (Scorpion Reef) Charles Williams TRADUCCIÓN: Beatriz podestá MEDIANOCHE EDITORIAL, 2016 |
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Charles Williams escribió más de veinte
novelas. La primera media docena de ellas, -«Hill Girl», «Big City Girl», «River Girl», «Hell Hath No Fury», «Nothing
in Her Way» y «Go Home, Stranger»-, pertenecen a lo que podríamos calificar
como “noir de la selva virgen”; son
relatos ubicados en el gótico sureño que recorren la vena de ficción
abierta por Erskine Caldwell en «El camino del tabaco». En ellos se muestra una serie de
personajes sumidos en la miseria material y moral que, sin embargo, tienen
destellos de una profunda humanidad que les hace acreedores de la simpatía del
lector. Son, éstas, novelas que recrean la depresión, la elemental
subsistencia de los aparceros laborando la cosecha, la corrupción política, los
personajes atrapados en vidas de desesperación y desesperanza cuya única salida
posible es la vía férrea que corre fuera de la ciudad.
Esos primeros relatos generaron la reputación
de Williams, pero el pulimento afloró cuando comenzó a escribir sobre el mar.
La primera de sus historias sobre el mar, «El
arrecife del escorpión» (Scorpion Reef), se publicó inicialmente como una
novela original en rústica y tuvo una vida separada en edición de bolsillo
como «Gulf Coast Girl». La
aventura es una encantadora genuflexión a ese gran misterio marino que fue la
pérdida del Mary Celeste, un
bergantín botado en Nueva Escocia en 1861, y que está considerado
como un buque fantasma, ya que fue encontrado en pleno Océano Atlántico navegando a toda vela y sin tripulación rumbo a Gibraltar. Aquí es el Joseph
H. Hallock, un buque cisterna, quien navega a través del Golfo de México
–iba de Tampico con rumbo a Bayona- cuando se tropieza con un velero de 36 pies
y de aspecto espectral, -«El Freya», matrícula
de San Juan de Puerto Rico-, aparentemente abandonado. «Las velas estaban
desplegadas y aspiraban suavemente la brisa de la puesta de sol; la caña del
timón estaba amarrada y el barco se deslizaba con serena determinación hacia el
sudeste, hacia el estrecho de Yucatán. El bote de salvamento seguía en su
sitio, encima de la cabina, y todo estaba en perfecto orden...» El capitán
del Hallock envía al
piloto y dos marineros de primera a investigar y descubren que el Freya está bien aprovisionado y
tiene agua. Los dos literas están hechas y la cabina barrida. Cuando el
viejo y endurecido piloto pone su mano sobre la cafetera siente que está tibia.
Y el misterio aumenta cuando se descubre una mochila con ochenta y tres mil
dólares americanos. ¿Qué le ha pasado a la embarcación y a la pareja que
iba a bordo, Bill Manning y la hermosa Shannon?
La respuesta se encuentra en el diario de a
bordo, en el que Bill Manning ha escrito su historia. Cuando el capitán del
Hallock se dispone a leer,
nuestra curiosidad –el lector es curioso por naturaleza- es tan grande que no
podemos abstenernos de mirar por encima de su hombro. La última anotación hecha
en el cuaderno es enigmática, “El éxtasis, el éxtasis...”. Hay una afinidad,
extraña eso sí, con el grito desesperado de Kurtz al morir, en la obra del
novelista polaco Joseph Conrad, «The Heart of Darkness» (El corazón de las
tinieblas, 1899). «El horror. El horror.». . . («The
Heart of Darkness» describe las aventuras de un marinero llamado Charlie Marlow
en una travesía que realizó años atrás por un río tropical, en busca de un tal
Kurtz, jefe de una explotación marfileña.)
Cuando el capitán resuelve el misterio, al
menos en su propia mente, es en términos de otra referencia conradiana. «El
Joseph H. Hallock se columpiaba, con la
panza llena, en la costa de Florida, al sur de los escollos de Fowey. Estaba al
lado de la costa, al abrigo de la corriente del Golfo, ya que habían arreglado,
por radio, que un guardacostas se encontraría con ellos frente a Miami y les
quitaría al Freya de las manos. O, por lo menos, eso fue lo que el capitán dijo
al señor Davidson, el primer oficial. En realidad el capitán se sentía un poco
como el capitán de Conrad en “The Secret Sharer”, un cuento que seguramente le
hubiera gustado a Manning.» “The Secret Sharer” narra la aventura de un
joven e inexperto capitán en su primer viaje en barco de vela por el Golfo de
Siam. Sin duda, en esta obra se encuentra la clave del misterio del Freya y también explica la diferencia entre «El arrecife del
escorpión» y los libros
anteriores de Williams. En esas primeras novelas la gente no tenía la más mínima oportunidad de subsistir,
era aplastada por las circunstancias, la sociedad y la injusticia. Pero Manning y Shannon sí la tienen, porque
el mar es el reino de la libertad y es capaz de ofrecer, por si sólo, un escape
hacia un nuevo y acrisolado mundo.
«El arrecife del escorpión» es la más
literaria de las novelas de Williams, en el sentido de que es una historia formal
construida «entre corchetes» dentro de las dos referencias conradianas. Es una narración que va directa al corazón de
lo que Wiliams quería testimoniar sobre el mar; que éste no es solo el reino de
la libertad sino que también responde a la esfera del amor. Por el amor y el mar se unen Manning y
Shannon. Sin embargo, ya
que Williams es un escritor noir, no es menos cierto que el amor es
problemático cuando se navega por aguas turbulentas...
La obra de Charles William ha desaparecido
actualmente del radar de la novela negra. Williams fue uno de los autores más
inmerecidamente descuidados de la edad de oro del género. Sus cuentos, ambientados
en la selva virgen y el mar, aún
resuenan con acordes diferenciados. Sin
embargo, Williams es otro ejemplo de un clásico americano más conocido en Europa
que en su propio país. La sostenida popularidad de este escritor en el
extranjero es desconcertante. A pesar de la serie de películas que se han
hecho de su obra, Charles Williams sigue siendo el secreto mejor guardado de lo
que ahora se ha dado por llamar «ficción noir». No obstante, su obra compite
con los mejores, llámese éste Jim Thompson -que nunca tuvo un lenguaje
gramatical tan pulido como el de Williams-, o John D. MacDonald quien, en
una entrevista, reconoció en su momento que Williams había sido inmerecidamente
descuidado.
Ahora que el fino trabajo de Williams retoma
su origen de celulosa en forma de papel reciclado de manos de la editorial
cántabra «Medianoche Editorial», es procedente terminar este comentario transcribiendo
las palabras de Hernán Migoya en el prólogo del libro: «Ojalá esta edición llegue
sobre todo a nuevas manos que no conocían la obra de Williams y que entrarán en
sus páginas sin saber muy bien qué encontrarse, para acabar encontrándose a sí mismas.»
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