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ENTRY ISLAND (Entry Island) Peter May TRADUCCIÓN: Cristina Martín Sanz EDICIONES SALAMANDRA, S. A. |
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«Entry Island se divisaba allá a lo lejos en
el otro extremo de la bahía, iluminada por un sol que tan sólo en ese momento
se elevaba por encima de un puñado de oscuras nubes matinales. Aquel trozo de
tierra atrajo su atención, y ya no dejó de contemplarlo, así como si estuviera
en trance, mientras el sol le enviaba sus rayos y creaba algo semejante a una
aureola alrededor de la isla. Tenía algo mágico. Casi místico.» Así es Entry
Island, situada a 1.367 kilómetros de Montreal, en las islas de la Magdalena,
en el golfo de San Lorenzo. Las islas de la Magdalena forman un rosario de
montículos de tierra unidos por carreteras y bancos de arena, dispuestos sobre
un mismo eje. Entry Island es un lugar
en el que hace frío y nieva y que cuando la bahía se congela (cosa que sucede a
menudo), el ferry no puede navegar y los isleños quedan aislados durante
períodos largos. En la isla los días son oscuros e interminables, el viento
eterno y cuando llega la primavera hay que preparar el barco para salir a
pescar. La temporada de la langosta en Entry Island es corta, sólo dura dos
meses. Las jornadas son largas y duras y también peligrosas. Durante ese tiempo
hay que atesorar el dinero suficiente para pasar el invierno.
Sin embargo un isleño, un pescador con
suerte, el empresario James Cowell, se ha sobrepuesto a todo eso y se ha hecho
rico con el comercio de la langosta. Cowell es asesinado al comenzar la
historia y el detective Sime Mackenzie y otros siete compañeros se desplazan a
la isla para resolver el crimen. La principal sospechosa es Kirsty Cowell, la
esposa del magnate, condenada por una obsesión enfermiza a vivir recluida en el
pequeño montículo desde su casamiento. Su esposo, era todo lo contario. A
Cowell le gustaban los coches de lujo y los aviones, las casas grandes y los
restaurantes caros. Y también, las mujeres hermosas y predispuestas. Cowell era
un indeseable y los candidatos a asesino son numerosos.
En Entry Island convergen dos historias. Por un lado, Peter
May relata la vida solitaria y miserable del inspector de policía Sime
Mackenzie, quien se siente un extraño en el equipo investigador y que ha sido
reclutado en el último momento debido a su conocimiento del inglés para
entrevistar a la principal sospechosa del asesinato. El traslado a Entry Island
se le antoja saludable a Mackenzie después del estado depresivo en que ha caído
tras su separación matrimonial, una condición que le ha generado un insomnio
perenne. Por desgracia, su ilusión se desvanece en cuanto pone los pies en la
isla y se da de frente con su ex mujer, una analista forense y miembro de la
misión de investigación, que le colma de reproches y le hace responsable del
divorcio. Los problemas en la isla comienzan cuando Mackenzie se obsesiona con
la señora Cowell y pone en duda su culpabilidad. Defenderla, sin embargo, le
planteará un espinoso conflicto moral.
De forma paralela, May nos cuenta la vida de un
antepasado de Mackenzie –el Sime Mackenzie del siglo XIX-, un humano marcado
por el dolor, la pérdida y la vida miserable. Un individuo explotado en su
Escocia natal por los indeseables terratenientes llegados del sur, impuestos
por Inglaterra. Embarcado en un proceso de “limpieza”, generado por un cambio
en el sistema agrícola del Reino Unido, que llegó a la conclusión que era más
rentable tener ovejas que personas, este pobre infeliz, víctima ya del “hambre
de la patata”, es separado de su familia y expulsado, sin ninguna protección
legal y de manera brutal, de sus tierras, unas tierras que apenas dan para
vivir dignamente. Por las páginas de Entry Island desfila la historia de su
vida. La historia del nacimiento de su hermana, del rescate de Ciorstaidh –la Kirsty
del XIX-, de la muerte de su padre, de la evacuación de Baile Mhanais, del
terrorífico viaje a través del Atlántico y de la pesadilla que supuso el
encierro en los lazaretos de Grosse Île. Es éste un episodio vergonzoso y
frecuentemente pasado por alto en la historia británica.
Las peripecias del antepasado de Mackenzie rememoran
las novelas de aventuras, aquellas narraciones de los colonos del Nuevo Mundo y
sus inextricables viajes en busca de la tierra prometida. Pero lo más
interesante es el papel que esta historia juega en la investigación del
asesinato de Entry Island. Mackenzie es consciente que la solución al misterio está
en los diarios que su abuela le leía de niño, aquellos que narraban las
vicisitudes de su predecesor (en este caso, su tatarabuelo). Y no duda en
recurrir a ellos. Llega, pues, el momento de leerlos. Llega, pues, el momento
de unir las dos historias, un hecho que May resuelve con acierto gracias a su
imaginación y maestría.
Peter May describe en Entry Island unos paisajes
vívidos y a menudo poéticos. Así, para el escritor, «el cielo de la isla
presenta unos tonos de color añil en el que las estrellas brillan como si
fueran joyas engarzadas en ébano». También deja constancia May de la
claustrofóbica vida que llevan los habitantes de la isla. Sí, «...esta vida es
muy jodida tío. Uno se pasa los inviernos aquí encerrado, meses enteros sin
nada mejor que hacer que oír cotorrear a las mujeres hasta que te hacen papilla
los oídos. Es para volverse loco. Hace frío y nieva. Siempre está oscuro, y a
veces los días se hacen interminables, sobre todo cuando el ferry no viene
porque la bahía se ha helado o porque hay temporal.» Y qué decir del estremecedor
poder de los elementos: «El viento había alcanzado una intensidad que empezaba
a parecerse a la de un temporal. Las contraventanas tableteaban y las tejas de
la cubierta del tejado se levantaban sin parar. Había casi tanto ruido dentro
como fuera de la casa. Seguía cayendo la lluvia, formando oleadas y remolinos
de agua, y aquello no era más que una avanzadilla. El cuerpo principal de la
tormenta era visible allá en el mar, se alzaba en una niebla negra que se
acercaba implacable hacia la isla.»
Entry Island es una novela negra que transita sin
problemas por los territorios de la novela histórica e incluso romántica, un
canto a la belleza de los paisajes extremos, una historia de gente que sufre y
de gente que le busca sentido a la vida. Se hacen patentes en sus páginas temas
ya clásicos como la pérdida, el amor imposible, las raíces perdidas, los odios
ancestrales entre familias, el bilingüismo y las injusticias sociales, todo
dentro de una atmósfera envolvente y una trama refinada y precisa. Entry Island
es, más allá de una novela negra, un canto a la lucha por la vida y la
dignidad.
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