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A QUÉ ESPERAN LOS MONOS... Qu´attendent les singes" Yasmina Khadra TRADUCCIÓN: Wenceslao Carlos Lozano ALIANZA EDITORIAL, S. A. |
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Después de una sangrienta guerra de
liberación que duró ocho años, el 18 de marzo de 1962 el gobierno francés y el
FLN –Frente de Liberación Nacional- firman los acuerdos de Evian por los que se
establece un alto el fuego y se fija la convocatoria de un referéndum de
autodeterminación. Argelia obtiene su independencia el 5 de julio de ese mismo
año.
«¡Ah! Argelia, Argelia... Sus santos patronos
se han dado de baja y se ocultan tras sus propias sombras con un dedo en los
labios para suplicar a sus fieles que finjan estar muertos; en cuanto a sus
estruendosos himnos, los silenció el alboroto de una juventud en dique seco que
solo sabe entretener su ociosidad en espera de que un estallido de ira encienda
la calle y así poder saquear tiendas e incendiar edificios públicos.» Estas son
las desgarradoras palabras con las que Yasmina Khadra describe a la sociedad argelina
-«blanca como una mente en blanco»- cincuenta años después de su independencia,
una sociedad que se debate entre unos
políticos que elaboran sus propias leyes y un pueblo que ha permanecido somnoliento
durante demasiado tiempo.
«A qué esperan los monos» va más allá de ser
una buena novela negra que mantiene el suspense hasta el final. Es un análisis
de la Argelia actual, un país no estructurado, sometido al poder de los
«rboba», los dinosaurios de la República, los «mandamases en la sombra», unos
dioses que nunca duermen, aquellos que perdonan los pecados pero no la
insolencia, unos individuos que odian a los desertores y que cuando montan en
cólera eclipsan truenos y centellas. Estos personajes encubiertos, estos padres
de la patria, conforman un círculo cerrado, un laberinto peligroso para los no
iniciados. Son inmortales. «Cualquier lacayo de las altas esferas puede
certificar con pruebas que el abrazo de un rboba es tan mortal como la
mordedura de diez cobras.»
Una muchacha joven y atractiva, cuidadosamente
maquillada y con aspecto de recién casada, es encontrada muerta en el silencio
del bosque de Bainem, a las afueras de Argel. Tiene cortaduras y arañazos más o
menos superficiales en los hombros, la espalda y los muslos. Su rodilla
izquierda se encuentra totalmente desollada. La pierna derecha la tiene partida
en dos a la altura de la tibia, con fractura abierta. Y además presenta un seno
arrancado. Todo apunta pues a un extraño ritual.
La comisaria Nora Bilal es una mujer de
fuertes convicciones, entrada en los
cincuenta y que aún sigue siendo guapa y hasta deseable. En la unidad que
dirige desde hace más de dos años formada por obsesos sexuales suscita tanta
desconfianza como fantasmagoría. En Argelia, una sociedad falocéntrica, ser
mujer y dirigir a hombres es un castigo bíblico. ¡Cuántas veces no ha
descubierto Nora a un subalterno con el ojo puesto en su trasero! ¡Cuántas su
opulento pecho no ha atraído la mirada de sus colegas! No hay quien pueda con
la naturaleza. Determinadas patologías no tienen cura. En Argelia el machismo
es tan duro como un caparazón y tan apretado como una camisa de fuerza.
En la actualidad Nora es lesbiana y vive con una drogadicta
marginal a quien trata de reconducir. Este aspecto de la personalidad de la
comisaria no fue elegido por casualidad por el autor. Con él trata de resaltar
la misoginia de la sociedad contra la
mujer libre en un país que mata impunemente. Un país donde hay gentes que están
por encima de la ley, que viven en la iniquidad total siendo consciente de
ello, lo cual los vuelve aún más insolentes.
Yasmina Khadra no se contenta con denunciar
la corrupción generalizada que afecta a Argelia. Su novela demuestra que la
trágica situación del país no es solo culpa de los malvados, ni siquiera de los
extranjeros con paranoia postcolonial. Todo se resume en esa frase que
cuestiona qué esperan los monos para convertirse en hombres. Unos monos
indefensos ante el terror que siembran los «rboba». La gangrena de Argelia no
sólo emana de estos personajes en la sombra a quienes se les permite todo, estos
mandamases con derecho sobre la vida y la muerte que llegan al extremo de jugar
cada año con la carne de una joven virgen para satisfacer así una fiesta de
cumpleaños, sino de toda la corrupción y el terror que les acompaña. Es ésta
una hermosa novela sobre la lógica de la impotencia.
Como no podía ser menos, llega un momento en
que el mono se convierte en hombre y empieza a renunciar a los beneficios de su
colaboración con los todopoderosos. «¡Basta! ¡Ya está bien de aplazar
indefinidamente lo que se debió hacer hace tiempo!» El desbordamiento, la
rabia, la necesidad de venganza, la búsqueda de justificación a una vida sin
sentido y sobre todo la obligación de recuperar su dignidad, terminará por
abrirle los ojos al pueblo. Y es entonces cuando el «rboba» empieza a
comprender que no es tan poderoso como creía. «No entiendo cómo se ha podido
colar en el cercado. Creía que mis cuadras, mis establos, mis fortalezas
estaban debidamente custodiadas, y ahora resulta que el lobo está dentro de
casa. Aparto una cortina, miro bajo la cama, en
mi caja fuerte, y allí está el lobo provocándome. Ignoro cómo ha podido
tener acceso a mis códigos, pero ha conseguido sortear mis trampas y forzar mis
cerraduras con una audacia y una facilidad desconcertantes.»
Mientras Yasmina Khadra mantiene la tensión
en la investigación criminal, dispara impunemente a quemarropa, no contra el
mundo de los políticos sombríos, sino contra la prensa argelina y la corrupción
que gangrena sus editoriales debido a una relación demasiado larga en el tiempo
con los tomadores de decisiones estatales que han olvidado su vulnerabilidad.
El libro
tiene una conclusión y un post-end. El colofón es hermoso, tanto como puedan
llegar a significarlo las palabras del periodista olvidado: «Lo siento. Te
ruego que me perdones. Sé que me vas a echar de menos, pero entiende que estoy
cansado de esperar lo que no volverá a ser.» Este desencanto contrasta con la
cantidad de gente presente en su funeral, una multitud aparecida como por
ensalmo para reavivar juramentos incumplidos, una gente carente de todo pero
que en momentos así se entrega sin reservas, una multitud que ha aprendido a
solidarizarse sin alcanzar a reconocerse en la oscuridad a la que la ha tenido
sometida el poderoso. Es ésta una demostración de que Argelia es una nación
admirable, a la que ni los abusos ni las desilusiones han conseguido desalmar.
El duelo
final entre los dos personajes sobrevivientes, un hombre legítimo y un
gobernante ilegítimo, es una carta de despedida que recuerda a los
todopoderosos de Argelia que la evolución del hombre es ineludible y que la
naturaleza siempre gana y la muerte también. Todo se reduce a... llegar a ser
humanos.
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