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FANTASMA (Gjenferd) Jo Nesbø TRADUCCIÓN: Carmen Montes Cano y Ada Elizabeth Berntsen PENGUIN RANDOM HOUSE GRUPO EDITORAIL, S. A. U. |
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Harry Hole regresa a Oslo en calidad de hijo
pródigo. Procede de Hong Kong donde ha pasado los últimos años sobrio y luchando
contra sus propios demonios. Baja del tren del aeropuerto en la estación
central de Oslo. Lleva una maleta pequeña de lona, casi ridícula, y sale de la
estación con pasos rápidos y ágiles. Hole se pasa su dedo protésico de titanio
Made in Hong Kong a lo largo de la cicatriz que le recorre la cara desde la
boca a la oreja. Han pasado tres años desde la última vez que estuvo allí, tres
años desde que lo expulsaron de la policía, tres años desde que dejó la bebida.
Nada ha cambiado en la ciudad del hielo. -¿Hachis? -¿Speed? -¿Violin?, le ofertan
por las calles de Oslo. Ahora menos que nunca. Sin embargo, al final del libro,
Hole se ha hecho acreedor a más cicatrices, tanto físicas como mentales.
Cada centímetro de su cuerpo le duele con el
dolor insoportable del inconformista. El caso que se le presenta ahora es peor
que cualquiera de los que ha vivido anteriormente. Es una cuestión personal. Oleg
Falke, el hijo de Rakel, la que fuera el gran amor de su vida, está en prisión
después de haber sido acusado de dar muerte a Gusto Hanssen, un joven de
diecinueve años adicto a la heroína.
Hole no está convencido de la culpabilidad de Falke y se propone encontrar al
verdadero culpable. Aun siendo advertido por sus antiguos colegas que se
mantenga alejado del caso, Hole no se contenta con llevar una actitud ociosa e
inicia su propia investigación, investigación que lo lleva a las sombrías
profundidades del mundo de la droga y la prostitución.
Un desconocido está inundando la ciudad con
un nuevo opiáceo de nombre “violín” (nombre curioso éste para tratarse de un
narcótico), un alucinógeno sintético seis veces más potente que la heroína que causa estragos entre la población de
drogadictos de Oslo. Su control y distribución son dirigidos por un misterioso
gánster ruso conocido como Dubái. Una figura sombría que se esconde detrás de
toda la acción de «Fantasma» y a quien, probablemente, ésta debe el título.
El telón de fondo de «Fantasma» está empapado
de diferentes narraciones, algunas de las cuales tienen más consistencia que
otras. Los recuerdos en primera persona de Gusto Hanssen, destinados a llenar
espacios en blanco, están bien pensados y encajan en la propia historia de
Hole. Sin embargo hay dos sujetos que se involucran desde un principio en la
trama y que luego desaparecen, sujetos que tratan de aportar sentido a la
personalidad de Dubái. Uno responde a un esbirro ruso, un luchador de nombre
Serguéi Ivanov y otro a un narcotraficante noruego, piloto de una línea aérea,
el comandante Schultz. Lo único que une a ambos personajes son los números de
teléfono de unos móviles sin registrar. Sin embargo ambos están a las órdenes
del capo Dubái.
Serguéi Ivanov no está convencido de poseer lo que se necesita para ser
sicario de Dubái. La misión que le han encargado –eliminar a Hole- no se
presenta nada fácil. Cuando Hole nota la presión de la hoja del cuchillo de
Ivanov sobre su garganta tantea la barra del bar con su mano libre, derrama su
copa y encuentra un sacacorchos. Coge la empuñadura de forma que la punta asome
entre los dedos índice y corazón. Es ésta -la punta del sacacorchos- quien perfora
la piel a Ivanov y se desliza a través de su carne. Es así como le alcanza la
tráquea y cuando el tercer latido de su corazón se desvanece por fin, Serguéi
Ivanov está muerto.
Schultz es el encargado de sacar la droga de
Oslo por orden de Dubái, envuelta en los oscuros herrajes metálicos que rodean
el asa extensible de su maleta de ruedas. A Schultz lo terminan cogiendo, pero
lo ponen en libertad después de que un quemador con tarjeta de identificación
policial cambie la droga por harina de patata. Y tras su puesta en libertad, lo
ejecutan en su casa, por miedo a que largue todo lo que sabe. Como personaje de
apertura en un thriller, Schultz es consciente que está condenado a sufrir una
muerte lenta y agonizante. No ha cubierto el libro la mitad de su recorrido
cuando un ladrillo tachonado de clavos le ha arrancado la mitad de la cara.
Hole le descubre con la oreja derecha clavada al parquet de su salón y, en la
cara, seis cráteres negros y sanguinolentos. El arma del crimen se balancea a
la altura de su cabeza. En el otro extremo de una cuerda que cuelga de una viga
del techo hay un ladrillo. Del ladrillo sobresalen seis clavos ensangrentados...
Mientras que Hole es sin discusión la fuerza dominante
en la narración, Dubái, el «Fantasma», presente en segundo plano, aporta una
profundidad sorprendente a la novela. En tanto trata de limitar su nostalgia
por los viejos tiempos, Hole se muestra molesto con los nuevos. La arquitectura
moderna, simbolizada en el edificio espléndido de la Ópera y el tráfico de
drogas a la nueva usanza, más organizado aunque no por ello menos pernicioso y
corruptor, han abierto un muro entre los hijos y unos padres ignorantes y
bienintencionados. Algo que embellece, según Hole.
«Fantasma» es una narración convencional en tercera
persona que acompaña a Hole en un tortuoso viaje en torno a los demonios
mentales que atormentan su vida, una vida ésta en la que se intercalan
periódicamente recuerdos en primera persona del adicto Hanssen y observaciones sobre
otros narcotraficantes. Las divagaciones de Hanssen proporcionan un medio a Nesbø para explotar
temas antiguos de familias rotas, hijos perdidos y padres abandonados. Por las
páginas de «Fantasma» desfilan funcionarios corruptos y venales, pero también
una policía tan ansiosa por lograr la paz en las calles y mejorar las
estadísticas de delincuencia que involuntariamente hace posible la realización
de los planes del capo de la droga Dubái.
«Fantasma» también es una aventura intensamente
sombría, aquella que cabría esperar de los adictos a la droga en Oslo que se
pasan el día tumbados en un arriate de carretera con los ojos cerrados,
sentados en cuclillas buscando una vena que no esté rota o de pie con la
flojera del yonqui en las rodillas. La atmósfera que Nesbø crea en «Fantasma»
es intensamente oscura, aliviada por momentos, eso sí, con chascarrillos
humorísticos que incluyen una herida en el cuello de Hole cosida con cinta americana
o aquellos otros que hacen referencia a su único traje de lino, cuyas arrugas
combate con el vapor del agua de la ducha. Al mismo tiempo «Fantasma» es una
lectura convincente con una segunda parte donde la acción crece y donde la
historia se vuelve más intensa, con giros y vueltas imprevisibles y una
literatura que mantiene la tensión hasta el último momento.
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