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EL NIÑO 44 (Child 44) Tom Rob Smith TRADUCCIÓN: Mónica Rubio EDICIONES SALAMANDRA, S. A. |
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La acción de «El niño 44» se sitúa en la
Unión Soviética en los meses anteriores e inmediatamente posteriores a la
muerte del dictador Iósif Stalin. La trama gira en torno a un asesino que posee
impunidad para matar porque el sistema soviético no es capaz de admitir
problemas sociales propios del capitalismo tales como el asesinato o la
prostitución. A pesar de poseer una omnipresente policía secreta que sabe todo
de todos, los soviéticos no están preparados para manejar a un asesino en
serie. Un rosario de niños son asesinados y mutilados en todo el país, pero las
autoridades locales no se atreven a reconocer los hechos como asesinatos, por
lo que no hay forma de que las autoridades centrales tomen consciencia de lo
que está ocurriendo. Los asesinatos son tratados como actos propios de
desviados, homosexuales o personas mentalmente retrasadas, nunca de ciudadanos
soviéticos de a pie.
Todo comienza cuando el cadáver de un niño de
cuatro años, atropellado por un tren, es hallado en las vías a las afueras de
Moscú. El padre del fallecido, miembro de la Policía de Seguridad del Estado, aventura
la posibilidad de que la muerte de su hijo pueda no haber sido tan accidental
como sugiere el informe oficial. Leo Stepánovich Demídov, héroe de guerra y
prometedor miembro del Departamento de
Seguridad del Estado, sostiene ante la
familia del fallecido la imposibilidad de tal situación porque en la Rusia
comunista, simple y llanamente, este tipo de crimen no existe. Sólo se conciben
ataques por parte del corrupto mundo exterior. Las cosas se complican para
Demídov cuando un rival despiadado afirma que su esposa, de quien el propio marido sospecha que le es
infiel, ha sido mencionada como contacto en la confesión de un sospechoso de
espionaje. En el clima paranoico de la época, ésto significa la muerte. Y por
ese camino parecen conducirse los hechos cuando Demídov se ve obligado a espiar
a su esposa por supuesta traición a la patria. Demídov rechaza la evidencia de
que un asesino tenga derecho a la libertad. Sólo cuando él mismo se convierte
en víctima de una lucha burocrática intensa comienza a caérsele la venda de los
ojos y su esposa y sus padres se ven atrapados en una pesadilla. Ni sus condecoraciones
ni su excelente hoja de servicios le sirven para evitar ser degradado y
expulsado de Moscú.
Desafortunadamente el héroe de Smith, Leo
Demídov, no es un espía glamuroso sino un espía secreto stalinista. Miembro del
Departamento de Seguridad del Estado, como ya se ha dicho, Leo Demídov cree
ciegamente en la propaganda oficial de su país, según la cual la Unión Soviética
es el paraíso de la igualdad y la fraternidad sobre la Tierra, una alianza de
ciudadanos libres y trabajadores prósperos a los que hay que defender de sus
enemigos con todos los medios imaginables, incluyendo la delación, la
represión, la tortura y la muerte. El trabajo de este personaje consiste en
detener, interrogar y torturar a aquellos que piensan y actúan fuera de la
sincronía del estatus establecido.
Smith utiliza su historia de detectives para
explorar las realidades de la vida de la Unión Soviética, tanto en el período
estalinista como en las décadas posteriores. Queda claro en las páginas de la
novela cómo el silencio y el miedo devienen en ignorancia, una ignorancia que
genera incapacidad para reconocer la
verdad que corroe la fibra de todo ser humano. El amor queda deslustrado por el
miedo. Demídov toma consciencia de que su esposa se casó con él por temor: «Me
casé contigo porque tenía miedo. Temía que si rechazaba tus proposiciones me
arrestaran, quizás no de manera inmediata, pero sí en algún momento, con
cualquier pretexto. Yo era joven, Leo, y tú eras poderoso. Por eso nos
casamos.» Y también que su padre, ante el temor de perder sus privilegios con
el Estado, le aconseja que entregue a su esposa: «La verdad es que quiero que
mi mujer viva. Quiero que mi hijo viva. Y yo quiero vivir. Haría cualquier cosa
para que así fuera. Según lo veo, es una vida a cambio de tres. Lo siento.»
«El niño 44» está inspirado en la historia real de Andrei Chikatilo –el
carnicero de Rostov- que entre 1978 y 1990 asesinó y mutiló al menos a 52
mujeres y niños en Rusia, Ucrania y Uzbekistán, territorios que formaban parte
de la Unión Soviética por aquel entonces. «El niño 44» traslada a ese monstruoso
personaje a la Rusia de 1953 y a todo lo que implicaba la dictadura absoluta de
Stalin. O sea, las purgas no sólo de los disidentes sino de cualquiera que
cayera en desgracia o le tocara la lotería, la censura despiadada de todo aquél
que se atreviera a dudar que la Unión Soviética era la encarnación del paraíso
en la Tierra, el dogmatismo como norma, la sumisión absoluta como fórmula de
supervivencia, la impunidad del sádico y del corrupto si estaban arropados por
el sistema. En esos entonces el crimen era atribuido al capitalismo y el
asesinato considerado una «enfermedad capitalista». En el estado comunista de
la Unión Soviética el crimen no tenía razón de ser, pues todas las personas
eran iguales y tenían sus necesidades satisfechas.
La atmósfera, azotada por el viento, que se
respira en las páginas de «El niño 44» es visualmente atractiva, con
interminables paisajes nevados y aguas heladas reflejo de corazones y mentes
congelados por el miedo y la paranoia, en uno de los peores períodos de la
historia rusa. Las escenas dramáticas son profusas y tensas. Smith declaró en
su momento: «Siempre me han interesado los daños
colaterales, por así decirlo; es decir lo que sucede a los márgenes de la
narración. Me gustaba la idea de explorar la colisión entre la investigación
policial y la cultura del régimen, y el impacto que eso tenía en los
protagonistas, más que la propia historia del asesino.» Pero «El niño 44» es
algo más que eso. La novela representa con éxito todo lo que puede llegar a ser
un régimen represivo. Si podemos
cuestionar el cuadro que éste nos pinta, es porque la verdad fue mucho más
cruda. Los rusos ordinarios, especialmente los que vivían lejos de Moscú,
amaban a Stalin y creían en su paternalismo. Incluso hoy hay muchos que anhelan
aquellos tiempos. Pero eso no importa, «El niño 44» no es una lección de
historia, solamente es una pieza de ficción.
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