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UN MES CON MONTALBANO (Un mese con Montalbano) Andrea Camilleri TRADUCCIÓN: Elena de Grau Aznar EDICIONES SALAMANDRA, S. A. |
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«Un mes con Montalbano» es un recuento de treinta historias cortas que
coadyuvan a conocer el universo de Camilleri y su personaje y que ponen a
prueba la capacidad psicológica y deductiva del comisario así como su conocimiento
y comprensión de las debilidades humanas. El nombre de Montalbano es un guiño a
la figura del escritor Manuel Vázquez Momtalbán, y su primera característica es
una radical diferencia social y cultural con Carvalho. Montalbano presume de
una cultura sorprendente, especialmente dieciochesca, mientras que Carvalho posee
una cínica afición a condenar a la hoguera los libros de su bien nutrida
biblioteca. Ya en el 68 el futuro comisario Montalbano, que tenía por entonces
18 años, dio pruebas de sus inquietudes formativas e ideológicas: «se
manifestó, ocupó, proclamó, arrasó, protestó y peleó.» Contra la policía,
naturalmente.
Su parentesco, el parentesco de Montalbano, está muy cercano al Maigret de
Simenon por su sagacidad deductiva y su conocimiento y comprensión de las
debilidades humanas, siendo un escéptico en todos los órdenes, excepto quizás en la búsqueda de la verdad por la que siente
auténtica pasión. Es aquí, en los relatos de novela corta, en la descripción de
toda esta galería de personajes típicos y en la voluntad de crear su propio
microcosmos literario, donde Camilleri expone su deseo de sobrevolar la novela
de intriga y detectives para asentarse en los terrenos de la ficción filosófica
y moral.
Las referencias literarias en la creación de Camilleri son constantes, inverosímiles
en cualquier comisario de la vida real, sin duda, pero perfectamente creíbles
en un personaje fruto de la palabra. Las novelas de este escritor siciliano simbolizan
un recorrido por los gustos culturales del propio narrador. No es, pues, una
casualidad que Montalbano sea tan buen lector como el propio Camilleri. Sciascia,
Pavese, Victorini y Borges, Dante, Kafka, Leopardi y Pirandello, Prust, Musil y
Melville, Dürrenmatt, Poe y Cazotte, todos, sin excepción, tienen cabida en «Un
mes con Montalbano».
En el mercado de masas en que nos movemos, la literatura corre el riesgo de
generar éxitos multitudinarios allí donde menos se espera. Fue éste el caso de
Andrea Camilleri quien, allá por 1998, con 73 años encima, emergió de la nada y
se convirtió en realidad informativa. Camilleri publicaba por entonces sus
novelas policíacas en una pequeña editorial, Selleiro (en referencia a su
propietaria Elvina Sellerio), una editorial ésta con pocas expectativas de
rivalizar con las grandes empresas del medio. La primera novela de la serie
protagonizada por el Comisario Montalbano salió en 1994 bajo el título de «La
forma del agua» (La forma dell´acqua), y ya en 1998, fecha de publicación de «Un
mes con Montalbano», siete de sus novelas ocupaban los primeros lugares en las
listas de los libros más vendidos en Italia. No es Camilleri un producto al uso
de la mercadotecnia mediática, un engendro de la producción publicitaria, antes
al contrario, es la más viva constatación de cómo la literatura más artesanal
puede ser avalada por la mayoría. El propio Camilleri ya lo adelantó en su
momento: «Soy un escritor lanzado por el tam tam del público, no he ganado
premios de resonancia». Y es que, en un país que no se caracteriza precisamente
por su amor a la lectura (según la Federación de Gremios de Editores de España
el 39% de los españoles no leyó ni un libro en el 2015 y en una década se han
cerrado el 25% de los puntos de venta de prensa), el poder del lector a la hora
de elegir un libro es hoy más concluyente que el poder de la crítica, por más
que pese a algunos críticos hermanados con ciertas posturas editorialistas más
que dudosas.
Por estas microhistorias de corte rural desfila todo un abanico de delitos.
Premeditados, pasionales, financieros, mafiosos y políticos, cometidos por todo
tipo de sujetos, jóvenes, adultos, hombres, mujeres, ignorantes y cultos. El
pueblo de Vigàta es un espacio vital repleto de fisgones, de gente dura, terca
y de pocas palabras, entre las que destaca con luz propia Calòrio, uno de esos vagabundos
que pide limosna con discreción, sin molestar, sin asustar a mujeres y
pequeños. Calòrio es un personaje al que, como al santo patrono de la ciudad,
siempre se le conoció con un libro en la mano. Pirandello y Monzoni,
Dostoievski y Maupassant fueron su eterna compañía. En Vigàta el orden social está
dominado por dos familias mafiosas, los Cuffaro y los Sinagra, familias que al
más puro estilo tradicional resuelven sus disputas a tiros. Cuando Montalbano
recaló en Vigàta, unos buenos años atrás, el partido se había cobrado ya ocho
muertos por bando.
Toda una galería de personajes ultraconservadores, anclados en una
mentalidad semiurbana, anárquica, tan cándida como perversa, desfila por las
páginas de «Un mes con Montalbano». Por amor entrega su vida Michela Prestia,
cuyos devaneos con el contable Moscata trascienden los límites de lo imaginable. Por amor, un amor mal entendido, Mario Urso, otro
contable cincuentón, mata a su esposa al sorprenderla en actitud inequívoca con
su amante. Asimismo y por amor, a los cincuenta cumplidos, el doctor Landolina,
un ginecólogo serio y apreciado en Vigàta, pierde la cabeza por la veinteañera
Mariuccia Coglitore, viéndose obligado a salir por patas del pueblo.
«Un mese con Montalbano» llegó al castellano en 1998 de la mano de Elena de Grau Aznar quien publicó su
traducción, gracias a la editorial Salamandra, bajo el título de «Un mes con Montalbano» en 1999.
Dentro de su colección Narrativa, la misma editorial publicaría dos ediciones
nuevas de la novela, una en 2002 y otra en 2012.
La aparición de «Un mes con Montalbano» provocó en la prensa española una
ola de artículos. Vázquez Montalbán, con quien Camilleri compartió una provechosa
amistad, se encargó de confeccionar el prólogo del libro, y el periodista Enric
Juliana regaló a los lectores de La Vanguardia, bajo el título de «Montalbano
contra Montalbán», una breve biografía del escritor. Montalbano ha pasado a
formar parte del panorama siciliano. Camilleri apuesta por un idioma que
refleja el habla de las gentes, un lenguaje repleto de circunloquios e
hipérboles brutales, un reflejo de la idiosincrasia de los isleños, que «sólo
con ironía pueden sobrevivir».
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