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NADA SUCIO Lorenzo Silva y Noemí Trujillo MENOSCUARTO EDICIONES |
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SeisDoble es una curiosa y atrevida propuesta
literaria de Menoscuarto Ediciones que tiene su fundamento en la frecuentada y
célebre serie francesa «Le Poulpe» (El pulpo), la última gran ofensiva del
neopolar, un proyecto colectivo surgido en los años noventa en Francia, en el
que en cada cuaderno un autor diferente se hace cargo del mismo detective. La
idea es una tentativa de recuperar el carácter popular de la novela negra, con
unos relatos sin pretensiones, un mensaje político inequívoco y unos precios al
alcance de las masas más populares.
Abre el fuego en este novedoso proyecto de la
pequeña editorial palentina Menoscuarto un relato que, bajo la firma de Lorenzo
Silva y Noemí Trujillo, recrea una trama relacionada con el acoso laboral.
«Nada sucio», que así se llama la historia, nos regala a una investigadora a la
que cuesta creerse del todo. Treintañera, recién separada de uno de esos novios
que se pasan la vida liados con la mitad de las mujeres del barrio, y sin un miserable duro que echarse al bolsillo, Sonia
Ruíz se embarca en la carrera de detective con el ánimo constrictivo de
sobrevivir. Desocupada y con una hipoteca descomunal a cuesta, Sonia decide
explotar la ridícula experiencia que le han reportado dos meses de trabajo a la
vera de un detective privado forjado a la antigua usanza. Para ello requiere a
su viejo amigo Pau Soria, un muchacho de veinte años con tatuajes en brazos y
piernas, que no aprueba una asignatura de la carrera ni por casualidad y que
está negado para todo aquello que no tenga que ver con la informática. Sonia es
quince años mayor que Pau (ella lo ha visto crecer y ejerció de canguro cuando
él era pequeño), adquiriendo ahora su relación la categoría de «amigos sin
derecho a roce». «Nada sucio» parece interponerse entre ambos, aunque su relación de amistad por momentos
parece ir más allá. Y es que «no se puede exigir mucho a los amigos, si lo
haces corres el riesgo de quedarte solo».
De manera un poco irreflexiva Sonia concibe
la disparatada idea de dedicarse de lleno a la profesión de detective y
comienza -con la ayuda de Soria- por colgar un anuncio «en el lado oscuro de la
red», allí donde no queda rastro de identidad alguna y donde pululan los que
tienen algo que ocultar. No a mucho contesta una clienta, una cajera de
supermercado que sufre el acoso de su jefe. Es este el nacimiento de una trama
sencilla y a veces ingenua que, con algún que otro contratiempo (el acosador
resulta más escurridizo y difícil de cazar de lo que en un principio se podía
suponer y la víctima es menos inocente de lo que proclama) Sonia resuelve con
ingenio para satisfacción de su clienta y una mayor placidez de su ánimo. Y
digo con ingenio, por no estimar a expensas de su compañero Soria que, en definitiva,
es quien con tres mil euros de nada, zanja el asunto.
Cierto es que la protagonista es una
detective, particular y de nuevo cuño pero detective al fin, y que la narración
maneja elementos clásicos del género (una encomienda por parte de un cliente
que desea abstraerse de acudir a la policía y un delito a investigar), amén de
contemplar situaciones crudas y despiadadas y alguna que otra muerte poco
justificable. Cierto es que los personajes son afines al arquetipo policíaco más
riguroso. Pero, no es menos cierto, que la trama es muy plana, resuma un manifiesto
toque ingenuo e infantil que anula toda posibilidad de sordidez y resta
credibilidad al conjunto, que, en definitiva, no termina de enganchar. Si
llegar a imaginarse a una pardilla Sonia Ruiz, sin la más mínima cualificación
profesional, implicada en arduos menesteres detectivescos se hace complicado, concebir
a un Pau Soria bobalicón y descuidado a ratos y crudo y cortante en los
momentos finales de la historia, una especie de Jekyll and Hyde poco creíble que
termina ejerciendo de espía del CSI, es algo inimaginable. Un Pau Soria que, en
un alarde de atrevimiento, se desplaza fuera de Madrid pretextando que su
abuela anda metida en líos y remata la aventura a golpe de billetes. En «Nada
sucio» nos quedamos con la inexcusable y molesta impresión de que éste –Soria-
termina alcanzando más protagonismo que la propia detective.
Para tratarse de ciento cuarenta y tantas
páginas de nada, encuentro incómoda la
desmedida cantidad de veces que se hace referencia al realista Bukowski y al
líder de Extremoduro, Robe Iniesta (al que, por cierto, no he tenido el placer
de escuchar), en un intento de acercar el producto a los ambientes urbanos y a
los aspectos humanos más sórdidos, algo que está muy lejos de lograrse. Quizás
el «pecado» de esta novela radique en su falta de realismo. ¿Cómo es posible
que una mujer que nunca se ha visto sometida a agresión violenta alguna, cuya única
relación con el mundo criminal fue un trabajo esporádico de dos meses al lado
de un sabueso de segunda fila, se tropiece de pronto con una pistola en la sien
y logre mantener la calma diciéndose a sí misma que el personajillo que tiene
frente a sí no es un violador, que éstos actúan de otra manera? ¿Cómo rayos lo
sabe si nunca ha sido víctima de violación alguna ni ha llegado a investigar un
delito de este tipo...?
Quizás, y esto lo explique todo, yo tuve la osadía
de acceder a la serie por el «El lado oscuro» que proponía Andreu Martín, una
novela ésta sin fisuras con un excesivo e incómodo realismo que engancha al
lector desde la primera línea, un producto redondo, sin más. Hay en él humor e
ironía, escenas de riesgo físico y de sexo explícito. Una novela que convence...
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