---------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
NO APAGUES LA LUZ (N´eteins pas la lumière) Bernard Minier TRADUCCIÓN: Dolors Gallat Iglesias SALAMANDRA BLACK |
---------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Si algo caracteriza al género negro actual en
Francia es la cantidad y diversidad de talentos existentes. Bernard Minier es
uno de ellos. Nacido en 1960 en la ciudad de Béziers pasó su infancia en
Montréjeau, al pie de los Pirineos. Trabajó un tiempo en la administración de
aduanas y publicó su primera novela -«Glacé» (Bajo el hielo)- en 2011, con la
que obtuvo un gran éxito. «Llevo escribiendo muchos años. Incluso en esos
tiempos cuando todavía no publicaba, ya era más escritor que funcionario de
aduanas. No tenía el valor de publicar porque pensaba que ya había demasiadas
novelas publicadas que no tenían que haberlo sido, que no lo merecían... Y
pensaba que las mías no tenían la dignidad suficiente». Su segunda novela, «Le Cercle»
(El Círculo), aparece en octubre de 2012, con el mismo protagonista que la
anterior. «N´éteins pas la lumière», traducida al español de forma literal como
«No apagues la luz», es la tercera novela de Bernard Minier.
En «No apagues la luz» nos tropezamos con un
comisario Martin Servaz convaleciente de una depresión severa y de un estado
acusado de soledad, de los que trata de salir en una casa de reposo, tras el
asesinato de Marianne, la mujer de su vida. Marianne, a quién halló desnuda y
destripada en una cabaña. Su némesis, Julian Hirtmann, le envió su corazón en
una cajita. Servaz es un policía culto, brillante y frágil, que ama la
literatura, la poesía y la música clásica y que siente una fascinación
particular por Gustav Mahler. Ésto le da al personaje una profundidad rara vez
alcanzada en la larga lista de investigadores existentes en la ficción
francesa.
Julian Hirtmann, ex fiscal de Ginebra
reconvertido en asesino en serie, un ser brutal, inteligente y abrumador, es el
contrapunto de Servaz. Es un depredador puro. En los pasillos rojos de su mente
hay muchas puertas. Una abre la cripta que alberga la memoria de las cuarenta
mujeres que asesinó. Otra segunda conduce a la música de Mahler, en especial «Canciones
para niños muertos», que escuchó el día que mató a su esposa. Curiosamente
comparte esta pasión por la música del compositor austríaco con Servaz. Una
extraña similitud que resalta una peligrosa proximidad espiritual. «Hirtmann no
es un monstruo, no está desconectado de la realidad. Tiene muchos puntos en
común con Servaz. Él mismo lo dice: no hay una membrana que separe el bien del
mal. El mal circula por todas partes y lo que me interesa es que el mal, los
asesinatos, son creación y resultado de la sociedad tal como es, de su
fascinación por la violencia.»
Martin Servaz sólo sale de su pozo de aislamiento
cuando recibe por correo una invitación para acudir a una habitación de hotel el
día siguiente de Navidad. Una habitación en la que una artista fotográfica, Célia
Jablonka, se suicidó un año atrás a los acordes de la ópera «El buque fantasma»
de Richard Wagner. Su curiosidad, la curiosidad de Servaz, es más fuerte que su
depresión y mientras trata de entender lo que pasó, otra joven, Christine Steinmeyer,
presentadora de Radio 5, -una estación importante en el Midi Pyrénées-, ha
conocido a los padres de su prometido Gérald por primera vez. Es la víspera de
Navidad. Poco antes ha descubierto en su buzón una carta anónima, una misiva
que le anuncia un suicidio que tendrá lugar esa noche. Christine cree que la
carta no va dirigida a ella, que se trata de un error. Sin embargo, al día
siguiente, el hombre que llama en vivo a su programa de radio, con una voz
cálida, profunda y vagamente sibilante, parece estar convencido de lo contario.
Ella se pone en contacto con la policía y a partir de ahí su vida cae, se rompe
gradualmente y se convierte en un infierno. Un infierno que alguien intenta alimentar.
Pronto los incidentes se multiplican,
como si alguien hubiese tomado el control de su vida. Ya decía Orwell que «el
poder radica en la facultad de destrozar el espíritu humano». Una fuerza
invisible, invencible, está destruyéndola. ¿En qué momento se desató? Alguien
quiere volver a recrear el drama de Célia Jablonka. ¿Pero quién? ¿Y por qué? ¿Y
si nuestros seres queridos no son lo que creemos? ¿Y si algunos secretos
oscuros se niegan a morir? Aguarde, no apague la luz, amigo, y prepárese para
lo peor...
«No apagues la luz», con un punto de partida
estremecedor, tiene escenas angustiosas, tiene ritmo y, además, un profundo
análisis de lo más oculto de los personajes. Los caminos de Minier son angostos
y claustrofóbicos. Cómo confluyen las dos tramas, la de Christinne y la de Servaz,
cómo Minier juega con lo conocido y lo ignorado, lo cierto y lo discutible, es
algo que queda para fruición del lector. Minier nos enseña a través de Servaz
que nada es lo que parece, que la visión que tenemos de la policía está llena
de tópicos. Servaz odia la injusticia, la mediocridad, los deportes
televisados, la tecnología, la velocidad y la acción. «Mi preocupación era
hacer de mi personaje alguien común. He intentado recrear una persona normal
que fuera policía. Era mi intención inicial, pero me he dado cuenta de que
Servaz no es normal en absoluto; un policía que cita frases en latín todo el
tiempo no debe ser muy habitual. No quería que Servaz viera la vida como un
policía, pero he llegado a la conclusión de que muchos policías no ven la vida
como policías y realmente éste es mi papel, el trabajo del novelista: hacer
sentir que las cosas son más complejas de lo que parece.»
Ésta no es una novela corta, aunque se sienta
como tal. Una vez sumergido en ella, es imposible dejarla de lado. Minier,
maestro de la manipulación, se muestra aquí a sus anchas. Por un lado Christine
lucha contra el mal de su adversario invisible, que cambia continuamente
añadiendo más confusión a la trama. Por otro, Servaz está cada vez más
convencido de quién es ese adversario, pero el lector no lo está tanto y al
final no queda claro quién de los dos tiene la razón.
En la serie de Servaz, Minier muestra su
maestría en la construcción de thrillers extremadamente complejos. Los libros
son extensos, con muchos personajes entrelazados y con tramas intrincadas. La
psicología de la victimización impregna este libro, en el que Christine ocupa
el centro del escenario, y la falta de claridad con respecto a la víctima y al
agresor hace la trama intensamente atractiva e increíblemente preocupante.
Sólo queda decir que Minier ha añadido su
nombre al de autores tan importantes como Fred Vargas, Pierre Lemaitre o Franck
Thilliez, que han sido los responsables de un resurgimiento del polar y del
thriller francés de primerísima calidad.
---------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
No hay comentarios:
Publicar un comentario