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EL AMIGO AMERICANO (Ripley´s Game) Patricia Highsmith TRADUCCIÓN: Jordi Beltrán EDITORIAL ANAGRAMA, S. A. |
En «El juego de Ripley» una esporádica fiesta
social en Fontainebleau pone a Ripley en contacto con un enmarcador de cuadros
llamado Jonathan Trevanny, quien le ridiculiza en público, haciendo un
comentario desagradable ante él. «-¿Trewbridge? ¿Trewbridge?– había dicho
Trevanny con un tono casi despreciativo: ¡Ah, sí, ya he oído hablar de usted.»
Resentido con éste, Ripley lo postula como sicario a su amigo Reeves Minot, el
mafioso, cuando éste le solicita un nombre desconocido para asesinar a un competidor
en sus oscuros negocios. El mafioso se pone en contacto con Trevanny para
ofrecerle el trabajo -para que asesine sin más al mafioso italiano Salvatore
Bianca-, facilitándole a cambio otra opinión médica sobre la grave enfermedad
que padece en una clínica de Hamburgo y, siendo asimismo munificente con el
pago, unas cuarenta mil libras o su equivalente en dólares, noventa y seis mil.
Una oferta tentadora, sin duda...
No hay mejor persuasión que el dinero. Así
Trevanny, un sujeto rígido, reprimido y esencialmente decente asume su papel de
matón sin ningún remordimiento. «No sentía la menor piedad por el mafioso al
que iba a matar (o al menos eso esperaba). Se dio cuenta de que tampoco sentía
piedad por sí mismo. La muerte era la muerte. Aunque por motivos distintos, su
vida y la de Bianca ya no tenían ningún valor. El único detalle interesante era
que a Jonathan le iban a pagar por matar a Bianca».
Sin embargo, el asesinato del competidor de
Reeves tiene consecuencias y el mafioso insiste de nuevo con Trevanny para que
acabe con otro hombre, en éste caso un tal Vito Marcangelo. Ripley se había
dicho que probablemente Jonathan haría una chapuza y, como él le había metido
en el asunto, pensó que le correspondía a él ayudarle a salir del apuro. Así
pues, Ripley aparece en el tren
encargándose del trabajo y ayudando a Trevanny, totalmente desquiciado, a
regresar a su casa. El asunto de los mafiosos lejos de arreglarse se complica
más tarde, llegando los vengadores hasta la casa de Ripley en el momento en que
éste se encuentra sentado ante el clavicémbalo tocando una de las “Variaciones
Goldberg”.
Simone, la esposa de Jonathan Trevanny -el
hombre a quien Ripley convierte en un asesino- no tiene dudas en cuanto al
calificativo a aplicar a aquél que sedujo a su marido: «el monstruo».
Materialista, sin escrúpulos y manipulador, Ripley no es lo que se dice «un
buen tipo». Vive del robo y la falsificación. En el transcurso de «El juego de
Ripley» mata a cinco personas, uno por «garrotte» -un cordón delgado, silencioso,
¡un lazo en definitiva!, al que sólo hay que apretar para que se convierta en
un arma mortal-, otro a culetazos, un tercero a golpes con un leño y dos más a martillazos. Y todo ello sin
ningún tipo de vacilación ni remordimiento. También corrompe la inocencia de
Jonathan Trevanny. Sin embargo, es el propio Trevanny quien reacciona ante el
horror de su esposa con el pensamiento: «En realidad Tom no era tan malo. Pero
¿cómo explicárselo.»
El ocasional asesino a tiempo parcial de
Highsmith es descrito generalmente como un antihéroe. Sin embargo su figura no
entra dentro del arquetipo del clásico oponente, Ripley genera más simpatía que
odio. Él toma posesión de la narración sin ninguna oposición efectiva. En
cualquier relato que siga los esquemas cásicos los villanos aparecen como
opositores de los buenos. En la gran mayoría de los casos existe un sinvergüenza
a quien derrotar. Sin embargo no hay nadie capaz de derrotar a Ripley. Nadie. Excepto,
quizás, el propio lector.
Curiosamente el primer pensamiento que
sostiene Ripley en esta novela es autocrítico. Se lamenta de hablar con un
asociado criminal: «Tom se aburría. Paseaba arriba y abajo por delante de su
gran chimenea, en la que ardía un fuego pequeño pero acogedor. Tenía la
impresión de haber hablado de forma grandilocuente, pontificado. Pero lo cierto
era que no podía ayudar a Reeves y así se lo había dicho ya.» Abundando en su
personalidad simpática Ripley resuma sinceridad y no es nada pretencioso. Tiene
valores que parecen éticos...
Su jugada, la jugada de Ripley, es
psicológicamente aguda al utilizar su conocimiento de la enfermedad terminal de
Trevanny para explotarlo. Al igual que la mayoría de los antihéroes Ripley
tiene discernimientos en lugar de principios. Él es un buen conocedor del arte,
la belleza y la buena comida. Vive en un castillo impecablemente amueblado.
Aprecia la música clásica. Está dotado del sentido de la probidad. Desaprueba
el juego y la prostitución. En realidad odia a la mafia, odia sus sucios
negocios de préstamos, sus chantajes, su condenada iglesia, su cobardía al
delegar los trabajos sucios en sus subordinados, para que la ley no pueda
echarles el guante a los mandamases, no pueda meterlos entre rejas salvo por
evasión de impuestos o alguna trivialidad por el estilo. Se siente seriamente
preocupado en que Trevanny reciba la totalidad de su paga por llevar a cabo sus
ejecuciones. Sugiere en broma a su amigo Reeves que la redacción de un informe
médico falso en el que se indique que Trevanny está al borde de la muerte puede
ayudar a asegurar su cooperación. Pero luego se da cuenta de que está
equivocado. «Tom pensó que Reeves no entendía en absoluto a los tipos como
Trevanny. Si a éste le pagaban todo lo convenido, haría el trabajo o devolvería
la mitad del dinero.» Por un instante nos tropezamos con que la mente de Ripley
se debate ante el rechazo a un esquema que él mismo ha trazado.
Un monstruo extraño, pues, este Ripley. En
parte un antihéroe capaz de romper tabúes. «El amigo americano», o más
propiamente «El juego de Ripley», cuestiona como un hombre básicamente decente
(según las propias palabras de Ripley) puede ser persuadido para cometer un
asesinato. Ya nos tropezamos con algo parecido en «Extraños en un tren». Sin
embargo, Highsmith también plantea un propósito moral, ha inventado un
personaje carente de conciencia.
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