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MORIR DESPACIO Alexis Ravelo MERCURIO EDITORIAL |
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Tomando como base las andanzas de un
acomodado empresario grancanario sin formación académica alguna, creado a sí
mismo, dueño de una gran empresa de seguridad -empresa que tanto vigila
edificios públicos como gestiona comedores escolares-, y que mantiene buenas
relaciones con todas las opciones políticas con peso en las instituciones
públicas, Ravelo crea una historia que refleja lo que ya es un parecer manifiesto
en Canarias y que ha pasado a convertirse en una enfermedad cardinal de la
política isleña del momento. Y es el hecho de que la estrecha relación entre el
mundo político y empresarial ha alcanzado un estado de complacencia tal que le permite
a ambos mundos compartir intereses comunes y nutrirse mutuamente. Un
contubernio este en el que participan tanto los líderes de los partidos
políticos con poder manifiesto como los grandes empresarios canarios y los
directores de los medios de comunicación de masas.
La muerte de Víctor Barroso, hijo menor de un
gestor financiero jubilado en un supuesto suicidio ocurrido en extrañas
circunstancias, es el detonante que mueve a Eladio Monroy a salir de un estado
de laxitud, que dura ya dos años desde su última aventura, con el objetivo de
tranquilizar el alma revuelta con sospechas insustanciales sobre el óbito de su
hijo del patriarca de los Barroso. Un vistazo es lo que propone Ernesto Barroso
a Monroy. Un simple vistazo. Sólo que los vistazos de Monroy van
ineludiblemente acompañados de artejos, cuchillos y cacharrería de fuego real.
Y suelen acabar como el rosario de la aurora.
Al ya fenecido Víctor Barroso se unen la
periodista Maite Díaz Caballero, empleada en un periódico digital, y el
sindicalista Bruno Márquez, ambos fallecidos en instantes temporales muy
cercanos al primero, y ambos relacionados con una investigación sobre las supuestas actividades laborales y
no por ello menos ilegales del empresario grancanario Marcial Navarro, un
magnate de los de armas tomar convertido en una especie de Vito Corleone de la
malicia insular. Un personaje, este, que medra a la sombra de un político sin
escrúpulos afincado en Madrid y que es impune a la ley como lo demuestra el
hecho de haberse construido una piscina en su chalé de Tafira, allí por donde
con anterioridad transitaba un camino
real.
Personas de dudosa reputación enfundadas en
trajes de Giorgio Armani, periodistas conchabados con poderosos empresarios y
varios muertos en extrañas circunstancias conforman el cóctel explosivo que nos
propone Alexis Ravelo en esta cuarta aventura del ex marino Eladio Monroy. Una
entrega que se mantiene fiel a la serie y no defrauda en absoluto. Suspense,
racionalidad y una reconstrucción objetiva de lo frecuente, de lo acostumbrado,
de lo que nos es familiar. Y lo frecuente, lo acostumbrado y lo familiar en
esta novela no es otra cosa que el espacio. La geografía social de esta ciudad
y de esta isla que pisamos a diario. Un escenario que actúa como un ente vivo,
biológico, que responde a una realidad social y política que no tiene nada que
envidiar a la que se estila en otras latitudes. Una actualidad que conecta con el presente, signado por
políticas de recortes, crisis social y económica y protestas ciudadanas.
El género negro «es la novela del día a día»,
eso, al menos, es lo que manifiesta Ravelo y tanto es así que llega a
apostillar que «todos los argumentos de la serie de Eladio Monroy, aunque son
ficticios y están novelados, surgieron de alguna noticia periodística». No son,
pues, invención del escritor todos esos empresarios que arborecen a la sombra
de políticos sin escrúpulos, amparados por los medios de comunicación que les
son afines y les hacen el juego. Las Palmas de Gran Canaria no se caracteriza
precisamente por su demasía en crímenes violentos pero sí existe la
«delincuencia de cuello blanco», según las palabras del propio escritor. Sí que
existen corruptelas y tratos de favor. Sí que hay una relación ceñida entre la
clase política y la empresarial, que se manifiesta en una disposición a
favorecer determinados intereses inversionistas a costa de otros que conciernen
a sectores más amplios de la población.
La alternancia entre realidad y ficción es uno de los asuntos
fundamentales de la novela negra. Comenta Alexis Ravelo que «la novela negra es
un vehículo de análisis de la sociedad, porque crea incomodidad y nos hace
reflexionar sobre nuestra propia realidad». Ravelo sabe de lo que escribe. Sus
numerosos y bien preciados galardones le han permitido acumular la suficiente
información para que sus novelas ofrezcan pinceladas bastantes reales de cómo
se mueven los delincuentes y el oscuro mundo del crimen. Pero también, como
ciudadano de a pie, Alexis Ravelo es conocedor de todas aquellas cuestiones que
nos afecta más directamente: la crisis económica, el desempleo, las miserias del pequeño empresario y las reformas
laborales. Todo esto y más lo refleja en «Morir despacio». Y es que Eladio
Monroy es el vehículo del que se sirve Ravelo para denunciar los males de nuestra
sociedad.
En «Morir despacio» va a encontrar usted, no lo dude, una literatura
dinámica, espontánea y amena -algo que viene caracterizando la obra de este escritor
desde sus comienzos- y asimismo un producto sin censuras, una historia que
afronta los problemas sociales cara a cara, directa y críticamente, una
narración que involucra a un personaje, Eladio Monroy, honesto a capa y espada,
eso sí desconfiado, descreído y desvergonzado como él solo, pero comprometido
con su propia realidad, alguien a quien, a poco que se lo permitan sus atrevidas
y desusadas actividades, podemos tropezarnos en cualquier manifestación ciudadana
que transite las calles de esta ciudad.
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