PAN, EDUCACIÓN, LIBERTAD (Psomi, Paideia, Eleftheria) Petros Márkaris TRADUCCIÓN; Ersi Marina Samará Spiliotopulu Tusquets Editores, Noviembre 2014 |
Márkaris,
lastrado con una dosis de desilusión mayor que nunca, nos conduce de la mano en
“Pan, educación, libertad” por un viaje a la sombría Europa-ficción del año
2014. Grecia y España son los primeros países del sur en declararse en quiebra
y ambos abandonan el euro, regresando
al dracma y a la peseta, respectivamente. En la fiesta de fin de año los
billetes falsos vuelan, los gritos de triunfo y los aplausos se suceden. A los
pocos días el gobierno decreta la
suspensión de pagos. Atenas es un campo de protestas y manifestaciones que inmovilizan
la ciudad a todas horas, haciéndola prácticamente intransitable.
Esta
especie de guerra encubierta ha dejado al país en un estado lamentable de
pobreza, con un exceso horroroso de desempleados, desilusión a porrillo, gente
sin hogar, abatimiento por todas partes y no pocos suicidas. Las cuentas
pendientes están a flor de piel y todos, a la menor ocasión, se echan la culpa
por los años de dispendio y el disparatado tren de vida llevado en la época de la
bonanza.
Atrapado
en una encrucijada entre un presente catastrófico y un futuro de lo más incierto,
el tercer caso de la «trilogía de la crisis» compromete al comisario Jaritos
en un viaje a través del tiempo. Una serie de asesinatos en serie, cuidadosamente
planificados, le obliga a fijar su atención en la generación de la que proceden
las víctimas: la generación de los míticos luchadores contra la dictadura,
llamada popularmente «generación de la Politécnica», debido a los espeluznantes
sucesos que tienen lugar en aquella Universidad en 1973 y que comportan la
caída de la dictadura militar.
Una
generación que, una vez acabada la lucha, se autoprotege sin cesar con floridos
martirologios. Sus miembros, seducidos por
un expresivo activismo antifascista y por los éxitos conseguidos
una vez que llega la democracia, se convierten, en virtud de los servicios
prestados al país, en personajes intocables.
Esa
generación acapara todos los puestos relevantes de la sociedad, a todos los
niveles: en la política, en los sindicatos, en las cooperativas agrícolas y en
la enseñanza. Una auténtica y tupida red de ayudas y favores mutuos que muchas
veces se desarrolla con prácticas más propias de la mafia que de ciudadanos
responsables en busca del bien común y de una libertad largamente deseada.
Muchos
de los que en su día se oponen a la dictadura, como es el caso de los tres
asesinados –el rico contratista Yerásimos
Demettzís, el catedrático de Derecho Nikos Zeologuis y el sindicalista Dimos
Lepeniotis–, rentabilizan en su propio beneficio sus años de cárcel y las
supuestas torturas que sufren, no del todo probadas: tesis plagiadas ante las
que todo el estrato universitario hace la vista gorda; concursos públicos
amañados y, en general, chanchullos e intrigas a discreción. Todo un Estado paralelo.
Conforme
se va adentrando en las biografías de las víctimas, Jaritos comprueba que el
clientelismo habitual de los empresarios griegos y el Estado queda muy atrás, hasta
llegar a conformar una tupida y densa red de enredos con los que
aquellos se enriquecen mediante alianzas ocultas y medios ilícitos.
En
todo ello, como el comisario va averiguando con verdadera repugnancia, aflora
lo peor de la cara de la ya de por sí maltrecha economía griega: subcontratas
de inmigrantes ilegales, tráfico de influencias y presiones ejercidas desde las
más altas esferas ministeriales, o empresas-tapadera montadas por sindicalistas
con el fin de repartirse entre unos cuantos los fondos europeos. Fondos europeos que nunca llegan a
quienes tienen que llegar, pero que, constantemente, se hermosean con grandes
palabras para la ocasión: cohesión social, programas para la investigación y el
desarrollo, infraestructuras e inversiones. Un panorama de pesadilla.
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