"La muerte llega a Pemberley con la intención de quedarse"
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Phyllis
Dorothy James, conocida por sus millones de lectores con el sobrenombre de P.
D. James, es la soberana indiscutible de la novela negra en el Reino Unido.
Fallecida el 27 de noviembre pasado a los 94 años de edad en su Oxford natal,
la escritora deja una obra que, con refinado estilo, plasma una lúcida estampa
de la multiplicidad del ser.
P.
D. James es una escritora tardía, publica su primera novela a los 42 años (“Cubridle el rostro”, 1962),
seguida de una veintena de títulos sometidos todos ellos al vasallaje de la
novela criminal, aunque la autora también sobresale en sus incursiones en otros
universos literarios, como es el de la ciencia ficción, donde es notable su
obra “Hijos de los hombres” (1992).
La
biopsia que James realiza de la sociedad moderna, centrada en la sustantividad del Reino Unido, es una de
las constantes en su deambular literario. Un deambular en el que se manifiesta
en primer lugar la figura del inspector de Scotland Yard Adam Dalgliesh, monopolista
de 14 de sus títulos y responsable del comienzo de una carrera que descuaja en
pleno desarrollo de la autora. La ambición y a la vez la pasión de Phyllis
Dorothy James es, desde su más tierna edad, convertirse en escritora. Sin
embargo la situación de pocos posibles de su familia le lleva a descuidar sus
estudios a los 16 años. En 1941 contrae matrimonio con un estudiante de
Medicina, de nombre Connor White, que acaba laboreando para el Ejército. Juntos
emprenden una estable existencia familiar hasta que la inhabilitación profesional
de White, víctima de los vicios de la guerra, le llevan a su reclusión en una
institución.
James,
madre por entonces de dos hijas, busca acomodo en la Administración, que le dispensa
un puesto en el departamento de Criminología del Ministerio de Asuntos
Exteriores. En esos momentos la escritora ve un portillo de luz hacia su
vocación literaria. Aún confía en sus posibilidades como demuestra la
publicación en 2011 de “La muerte
llega a Pemberley”, una versión en negro de la consagrada novela
“Orgullo y Prejuicio” de James Austen.
James
opta por la novela negra amparada en el convencimiento real de que su
literatura va a estar a la altura de los grandes autores del género. “Innocent Blood” (1980), su
octava novela, la aúpa a lo más alto del panorama literario internacional y le
permite dedicarse en exclusiva a la escritura. Desde ese momento los premios se
suceden y de su país le llega la Orden del Imperio Británico además de una baronía
que le facilita un escaño vitalicio en la Cámara de los Lores. Sin embargo de
lo más orgullosa que se encuentra es de su posición como cabeza de familia con dos hijas, cinco nietos y siete
bisnietos. Hoy, a un mes de su muerte, evocamos su recuerdo con las palabras de la editorial a la que se mantiene fiel hasta su muerte: "Fue una persona excepcional en todos los aspectos, una inspiración y una muy buena amiga para todos nosotros. Para Faber & Faber ha sido un privilegio poder publicar sus libros". Y para nosotros, sus lectores, leerlos.
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