---------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
LA SED (Tørst) Jo Nesbø TRADUCCIÓN: Lotte Katrine Tollefsen PENGUIN RANDOM HOUSE GRUPO EDITORIAL S. A. U. |
---------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Sangre. Sí, sangre. Esta vez a Harry Hole le
llama el olor de la sangre. La tranquilidad de Oslo está siendo turbada por un
«vampirrista», alguien con un profundo trastorno psicológico que tiene un gusto
especial por la sangre humana, sangre que trasiega como si de un gran reserva
de rioja se tratase. La historia comienza con el asesinato de Elise Hermansen una
joven abogada especializada en apoyar a víctimas de abusos sexuales que sufre un inesperado y terrible mordisco
con unos dientes protésicos de hierro después de acudir a una decepcionante cita
concertada a través de Tinder. Tinder, para los que no estén iniciados en ello,
es una aplicación geosocial que permite la comunicación entre los usuarios en
base a sus preferencias personales y que facilita su posterior encuentro. «Las
nuevas tecnologías nos hacen más vulnerables pero nos adaptamos a ellas» opina
Nesbø.
Los fragmentos de óxido y pintura negra que
la dentadura metálica deja en las heridas de las víctimas tienen a la policía
desconcertada. Se llega incluso a barajar la posibilidad de que alguien se haya
afilado los dientes. Dos días después del hallazgo del primer cadáver aparece otro,
una mujer de la misma edad también usuaria de Tinder, en una escena igual de
inquietante y singularmente similar. A medida que los cadáveres del
«vampirista» se van acumulando, el departamento de Delitos Violentos no ve otra
solución que acudir a Harry Hole. Este se muestra renuente a aceptar un trabajo
que se lo arrebató todo. El chupasangre le es familiar a Hole, está convencido
de que es alguien a quien conoció en un pasado remoto. Así que, a pesar de la
promesa hecha a su mujer de no volver a pisar el terreno de la investigación
criminal, a pesar de todo lo que arriesga, es incapaz de dar la espalda a un
trabajo con el que guarda una profunda relación de amor-odio. Es como si
escuchara de nuevo «la voz de un hombre al que intenta no recordar» y se lanza
a la caza de la figura que lo persigue.
«La existencia de los vampiros tiene su
fundamento tanto en la zoología como en la ficción». El vocablo «vampiro»
apareció allá por el siglo XVIII coincidiendo con el período de peste que asoló
Europa, especialmente su zona oriental que es donde la leyenda adquirió una
mayor relevancia, para designar a un engendro que chupaba la sangre de los
vivos hasta matarlos. La enfermedad que padece tal aberración es conocida como
«síndrome de Renfield», un término que hace alusión al personaje que, con el
mismo nombre, fue descrito en uno de sus manuscritos por el novelista Bram
Stoker en su archiconocida obra literaria «Drácula» en 1897. Hoy existen algunas enfermedades como las epidemias de
peste, la porfiria, la esquizofrenia y la rabia que ayudan, al menos
parcialmente, a dar una explicación científica a la existencia de este fenómeno,
la leyenda de los vampiros.
Los vampiros eran unos seres de aspecto
aterrador, con una apariencia tan
horrible que, previendo el susto, no se reflejaban en los espejos, y que hacían
gala de una gran fortaleza física. Eran noctámbulos, actuaban solo de noche, y
su principal característica era que atacaban de forma epidémica a los vivos a
los que desangraban hasta producirles la muerte. Quienes sufrían el «vampirismo
clínico» estaban en una zona intermedia entre la realidad y la fantasía. Eran
gente que sentía la necesidad física y el impulso de beber sangre, la propia o
la de otros, con tal de que fuera sangre, y para ello eran capaces de llegar al
extremo de matar. «La sed» gira en torno a la idea de que «algunos
investigadores cometen el error de creer que el vampirista, que es una persona
normal pero enferma, está inspirada en primera instancia en estos mitos». Un
vampirista es alguien que se satisface bebiendo sangre, así de simple y así de
complejo. El vampirista de nuestra historia, un psicópata de pecho tatuado, un
personaje que creíamos muerto en la cárcel en la entrega anterior, es un
gourmet, un sibarita, una persona con un gusto especial por la sangre. Tanto es
así que la bebe mezclada con limón después de hacerla pasar por la licuadora. ¡Tremendo
explosivo! Como para no soltar la botella tras el primer sorbo.
Entre la omnipresencia de la música que
salpica una serie que ha vendido ya más de treinta y tres millones de
ejemplares en cuarenta idiomas (no olvidemos que Nesbø fue cantante de un grupo
de rock y que esta pasión la ha heredado indefectiblemente su detective) en «La sed» resurge la relación
padre-hijo. La relación entre Hole y su hijastro Oleg. Oleg se postula como
policía en la academia donde su padrastro imparte clases y siente que este le traiciona cuando descuida a
su madre, Rakel Fauke, en los momentos delicados en que esta permanece ingresada
en el hospital de Ullevål con un coma inducido. «Cree que le traiciono al
seguir con la investigación mientras ella está aquí» se lamenta Hole. Aquí
radica el verdadero corazón de «La sed», la búsqueda de la reconciliación en
lugar del reconocimiento y la aclamación. La elección moral y el consuelo
pueden ser ilusiones a los ojos de algunos pero «hacemos lo que tenemos que
hacer porque somos lo que somos». La pregunta surge por sí sola: ¿Qué hace Hole
en esos momentos además de luchar contra los malos? Simplemente... ¡compra un
bar! Que no es poco tratándose de Hole.
Lo que no deja de sorprender en la narración
de Nesbø es el flujo y reflujo de los hilos de la trama. Perspectivas oblicuas,
escenas fragmentadas y puntos focales cambiantes se suceden y crean una
atmosfera inestable mientras la historia se desgrana dejando esquirlas a su paso.
Los asesinatos se encadenan, cada uno más horroroso que el anterior, y aunque
Hole aporta a la investigación el vigor necesario, se enfrenta a un revés tras
otro. El pánico se extiende. Cuando le tiende una trampa al asesino, éste se
encuentra un paso por delante...
Nesbo empaqueta su historia con papel
suspense. En sus últimos capítulos la novela deja a un lado el procedimiento
policial y amparada en la brutalidad de los asesinatos y los continuos e
inesperados giros de la trama deriva hacia el horror. A pesar de ser una obra tan
compleja y multicapa lo mejor de «La sed» es su dramático final. El escritor
orquesta un gran desenlace que convoca a los dos antagonistas a un juego
inteligente, dramático y lleno de acción. Un juego que va a requerir al lector un vaso
de buen rioja (mejor es dejar cóctel de sangre y limón para otra ocasión) para
calmar los nervios.
---------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
No hay comentarios:
Publicar un comentario