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Tomás Laguna es un impostado corredor de seguros, en realidad
un ex comisario de la ominosa Brigada Político Social, que aspira a disfrutar de una jubilación jubilosa junto a
su perro Roco. Por su parte, Marta Ferrer es una traductora literaria con
antecedentes penales terroristas que busca el lugar perfecto para disfrutar de
la educación de Abel, un joven con retraso, al que todos los vecinos
identifican como su hijo. Por supuesto, ninguno de los dos nació en Nidocuervo
y a ninguno de los le cayó en mientes acabar sus días allí. Sin embargo, tras
llevar poco tiempo en el lugar, ya se han integrado en el paisaje. Ambos son verdugos
insomnes de un tiempo pasado que han llegado a este rincón del mundo sin hacer ruido, confundidos entre los
turistas que cada verano alquilan casas en la zona, personajes con nombres prestados que fingen ser lo que nunca no han
sido.
Tomás y Marta se instalan en Nidocuervo en casas vecinas. Ella
no es consciente de la verdadera personalidad del otro. Él, en cambio, sí tiene
conocimiento de la de ella. Marta llega a saber de la existencia de Tomás a
través de la relación que Abel desarrolla con Roco, el perro juguetón de Laguna.
De lo que sí son conscientes ambos es que cuando cierran las puertas de sus
respectivos domicilios les asaltan los fantasmas de un tiempo pasado en el que
el destino de ambos se cruzó con el de la historia reciente de España. Unos
años en los que la violencia terrorista se pagaba con más violencia y el dolor
con más dolor.
“Aquellos pecados que él llamaba errores, aquellos crímenes (sí: crímenes: no eran otra cosa), siempre lo inquietaron cuando bajaba la guardia, pero lograba domesticar los remordimientos utilizando la razón de Estado o el estado de la razón”.
En esta historia la verdad y la mentira tienden a
confundirse en una sola realidad. Cuando
ya Tomás y Marta creen haber encontrado su particular universo de redención en
Nidocuervo, surge un factor -muy pequeño, sí,
pero decisorio al fin-, que altera el orden de identidades y de nombres
impostados. Ese equilibrio entre realidad y ficción que cada uno ha elegido
para sí mismo es tan frágil que hechos casuales tan poco significativos como
una tormenta eléctrica o la elección de una foto para la portada de un
periódico resucitan escenas ya olvidadas de sus respectivos pasados,
devolviéndoles una violencia que creían sepultada para siempre. Y es que el
crimen y la culpa dejan rastros, impulsos que sobreviven cuando menos lo
esperas. No es tan fácil desprenderse del abultado peso de un ayer tan tortuoso
como el que arrastran estos dos personajes. Uno, fue responsable de un cuerpo
de élite en una brigada caracterizada por la crueldad y falta de escrúpulos para
con los terroristas y la otra, militante del brazo armado de un grupo radical
marxista con cruentos asesinatos a sus espaldas. ¡Ahí es nada!
“Pese a sus excusas, pese a sus consuelos inútiles, pese a las cantinelas del deber y de que el fin justifica los medios, al final un hombre no es lo que dice de sí mismo que es, sino la suma de sus acciones. Y en sus acciones también habían caído inocentes, porque las prisas son malas consejeras y la presión desde arriba es una maquinaria entre cuyos engranajes siempre perece aplastada la verdad”.
Ambientada a mediados de los años ochenta del siglo pasado,
cuando el terrorismo arreciaba con fuerza, “Los nombres prestados” es una
historia de acción y suspense, una novela negra que funciona como una alegoría
social que explora las causas y consecuencias de la violencia política, el
vínculo entre víctimas y verdugos y las etapas obligadas que deben cubrir aquellos
que se adentran en el tortuoso sendero que debe desembocar en una incierta redención.
Estructurada en capítulos cortos, el autor inmisericorde no
da un mínimo respiro al lector y a ritmo de cómitre la narración avanza, párrafo a párrafo, página a página, sin dejar resquicio al desaliento. Traición,
soberbia, dolor, ambición, mentira, miedo, culpa y perdón se conjugan para dar
como resultado un mejunje negro como la pez que se degusta con satisfactorio
placer. Una novela notable, algo que no te debes perder.
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