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miércoles, 3 de agosto de 2022

PÁNICO (James Ellroy)

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Freddy Otash, fue una figura de la clandestinidad de los años cincuenta, un ex policía corrupto caído en desgracia por haber quitado de en medio sin conmiseración alguna y a sangre fría a un asesino de policías.  Reconvertido en detective privado con mala reputación, artista de la extorsión, mediador de Hollywood y confidente, se arrastró durante toda su vida y de forma despiadada hacia el foco de atención. Las estrellas y los aspirantes a estrellas buscaban sus servicios. Las hojas de escándalos de los rotativos de la época mencionaban su nombre a diario. E incluso, a mediados de los setenta, llegó a hacer su propia apuesta por la inmortalidad con unas memorias –Investigation Hollywood- genialmente chismosas. Pero lo que no pudo imaginar ni por asomo Freddy Otash, incluso en sus momentos más grandilocuentes, fue el trato estelar que el novelista James Ellroy le tenía reservado.
 
En las primeras páginas de Pánico, Freddy atraviesa tiempos difíciles. Para empezar está muerto y atrapado en el “Purgatorio  de los pervertidos”, donde es atormentado por los fantasmas de muchas de sus víctimas. “He pasado veintiocho años en este puto infierno. Ahora, me dicen que si rememoro mis malandanzas y las escribo podré salir de aquí”. ¡Vaya!, parece que su única posibilidad de ascender al cielo es realizar un cálculo honesto de sus pecados. “Nena, es hora de confesar”. Y para tal menester, Ellroy se pasa el resto del libro en Los Ángeles de la posguerra, el lugar más bellamente pervertido y cosméticamente moralista de la Tierra. El lugar donde germinaron obras tan respetadas como L. A. Confidential y The Black Dahlia.

La historia comienza cuando el joven Otash -ex marine aventurero y sin potra alguna- se une a la policía de Los Ángeles. Corrosivamente corruptible, vive el habitual estilo de vida amoral de la época hasta que recibe la orden de asesinar a un expolicía. Cuando el jefe William H. Parker lo despacha, Otash -agriado por la experiencia- abraza el sector privado. Allí, sus desagradables actividades laborales lo hacen idóneo para matón del tabloide Confidential, la revista sensacionalista que esparce debilidades y cotilleos sobre las flaquezas de misántropas estrellas de cine y difunde trapos sucios de políticos papanatas y gente de la alta sociedad con inclinación por el sexo indecente. Fotos comprometedoras, chantajes, engaños, mentiras... todo como consecuencia de una enfermiza obsesión por incrementar las ventas.
 
Ya en la nómina de la revista, Otash desfigura rostros, interviene teléfonos y soborna a la policía a cambio de los secretos más íntimos de las celebridades de la época. Todo es acción, trepidante y desenfrenada, acción que llega a extenuar al lector. Frases cortas como un disparo, frases esquemáticas, casi onomatopéyicas, utilizadas para relatar jornadas agotadoras de vigilancia y citas secretas con el sinfín de personajes que pueblan el universo hollywoodense por el que transitan famosos como Liz Taylor, Rock Hudson, James Dean, Marlon Brando, Gary Cooper y Jack Kennedy entre otros. De hecho, en el abarrotado cosmos de Ellroy, apenas hay una estrella de la década de los cincuenta que no se cruce con nuestro héroe. Freddy el Frenético los pone en evidencia a todos. “Freddy O es el Rey del Chantaje. Es el Chamán de la Vergüenza. Es el Perro Perverso de la Noche”. Es el Cacique del Cotilleo, que toma a Hollywood como rehén y que ahora, desde el “Purgatorio de los pervertidos” está dispuesto a cantarlo todo.
 
A pesar de ello, el credo de toda la vida de Freddy es: “Haré cualquier cosa menos asesinar y trabajaré para cualquiera menos para los rojos”. Pero él asesina de todos modos y se acuesta con un comunista y codicia sin ser correspondido a una jugadora de baloncesto lesbiana y a una asesina rusa. Por si no fuera poco,  cuenta su historia con el estilo de un artículo de Confidential. Vibrato en cursiva ("crazy", "siiiiiing"), taquigrafía de revista de cine ("nite", "fone", "tuff") y, sobre todo, la aliteración, la dichosa aliteración“Nuestro chismorreo a chorros era repugnantemente real. ¿Y qué decir de los blogueros de hoy, los muy baladrones, y de sus trapaceros textos? Tipejos timoratos todos ellos. Dimos estopa a los estudios de cine. Cargamos contra los capitostes. Dispensamos disgustos a diestra y siniestra. Vampirizamos el país con nuestro voyerismo y lo tuvimos enganchado a esa delirante diarrea. Nosotros creamos la actual cultura mediática del cotilleo.
 
Freddy siente debilidad por las damas en peligro y, de vez en cuando, se enamora de alguna de ellas... Connie Woodard, Claire Klein o la joven Stretch Perkins, dejando un lugar especial para su amor perdido, Joi Lansing. Desafortunadamente, es en esos momentos teóricamente tiernos cuando Ellroy afloja el control de su prosa. “Mi corazón latía y latía y amenazaba con estallar en el acto... Nos abrazamos muy fuerte y hablamos”. Freddy  encuentra finalmente a la chica de sus sueños en la figura de Lois Nettleton, una actriz de la que Ellroy confiesa que fue su primer descubrimiento cultural. De hecho, a ella dedicada la novela.

Por intentar solucionar los misteriosos asesinatos de dos mujeres -Janey Blaine y Joan Hubbard Horvath, a las que le unen unos vínculos muy especiales-, Otash pone en riesgo su vida y su actividad, llegando incluso a ser advertido por el propio William H. Parker -el famoso jefe del DPLA de la época-, de que abandone su “fijación por las mujeres muertas y maltratadas”.

Escurridizo e imprevisible, quien fuera el principal activo humano de Confidential Magazine revive en la prosa fructífera y evocadora del autor de The Black Dahlia y da origen a un relato que descubre con brillantez lo que se ocultaba bajo las alfombras del mitificado Hollywood de los años cincuenta. Un universo de fiestas vedadas y dionisiacas, de engaños sentimentales a vuelta de club nocturno, de consumo de drogas de barra libre y hasta de asesinatos enmascarados de periodísticos suicidios o simples accidentes. “Conozco todo lo que es pecaminoso, sucio, profundamente sucio y religiosamente incorrecto. Está mal, es real y es MIO.” Un vuelo sin retorno, en el que James Ellroy pone al descubierto su notable intelecto y su peculiar analítica y que tras casi 400 páginas incendiarias y con más truenos y rayos que nubes de algodón, Otash despide con un “Yo me marcho, socios”. Todo un placer de lectura.

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