---------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
DÍAS CONTADOS Juan Madrid ALIANZA EDITORIAL, S. A. |
---------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
«Días contados» no es una novela negra. Juan
Madrid deja de lado en esta obra el género policíaco para desmitificar una
década que no es tal como nos la han descrito. Aquí no nos encontramos con
asesinatos ni con sus subsiguientes investigaciones, aquí nos tropezamos con un
relato convulso y fascinante, —se pregunta uno si se podía esperar otra cosa de
Juan Madrid—, agridulce y a la vez brillante, sobre los desechos generados por
una quimera.
«Días contados» es la historia de un viaje a
la parte virtual del espejo en el que se reflejaba la familia socialista,
contada con el arte y la experiencia de un autor muy experimentado en el género
de la novela criminal. «Días contados» es una novela social, una doctrina sobre
la ciencia de la conducta, sobre el amor, sobre los efectos de la política en
la gente corriente, y sobre el Madrid de la década de los 80. «Soy periodista
de sucesos desde hace 20 años, y en mi trabajo diario viví lo que luego conté
en mis historias. Pero me equivoqué, porque en España no existe un lector
específico de novelas de género
negro. Además, cada escritor tiene derecho a sacar a la luz
sus obsesiones, y la mía sigue siendo la política.»
«Días contados» se sostiene sobre dos líneas
argumentales de sustancial importancia: por una parte, una triste historia de
amor, lastimosamente corriente, complicada en su desarrollo y muy bien concebida
en cuanto a su tratamiento; y un ajuste de cuentas entre un policía y un
traficante de drogas, contado todo ello al más puro estilo de su autor, Juan
Madrid, no en vano uno de los máximos exponentes de la novela negra española y
europea. A esto hay que añadir un componente documental muy profundo, que permanece
ligado a la narración y que, a veces, se arroga las formas de una crónica informativa.
La historia de «Días contados» gira en torno
a la figura de Antonio. Antonio es un fotógrafo madrileño que se traslada a
vivir al barrio de Malasaña, un barrio pobre donde proliferan la prostitución, las
drogas y la delincuencia. Su objetivo es realizar un reportaje fotográfico de
los efectos de la «Movida madrileña» de los años ochenta, todo ello con el
objetivo de realizar una guía de la misma dirigida a la clase social alta que
acuda a Madrid atraída por la Capitalidad Europea de la Cultura 1992. La
relación de Antonio con las gentes del barrio de Malasaña es el fundamento en
el que Juan Madrid se sostiene para desplegar su retrato histórico de la
sociedad madrileña de principios de aquellos años noventa, contemplando dos
realidades sociales manifiestas. Por un lado la sociedad medio-alta y por otro los
estratos más bajos y el submundo donde malviven los marginados, submundo éste
en el que palpitan los personajes de la novela. De ambas realidades, siempre
con Antonio como vínculo de conexión, se contrastan sus códigos de
funcionamiento, sus relaciones sociales, sus espacios de ocio, sus posibilidades
laborales, sus estructuras familiares y la forma que tienen de expresarse en el
amor, en el sexo... Con Antonio y su cámara transitamos por las buhardillas del
barrio de Malasaña, los pomposos despachos del Paseo de la Castellana, los tugurios
de copas, los conciertos al aire libre y las calles del distrito centro. Y de
esta forma nos codeamos con incondicionales de la coca y el caballo, camellos,
chivatos de la policía, maoistas frustrados, policías corruptos, antiguos
abogados laboralistas reconvertidos en empresarios adinerados, jóvenes predispuestas
a ofrecer su cuerpo por quince segundos de gloria en la tele y, mucha, mucha
gente solitaria.
En «Días contados» las alusiones a tiempos
pretéritos están a la orden del día, en un intento de justificar la situación
actual de los personajes. Es ésta una época en la que los avances en el mundo
de las comunicaciones y la imagen son espectaculares, pero, infelizmente, estos
progresos no revierten en la mejora de la calidad de vida de los individuos. Y
los personajes de la novela son conscientes de ello, incluso los de las clases
altas, como los directivos de la “Guía de la Movida”, para los que trabaja
Antonio. Ellos saben que deben cuidar las apariencias porque la realidad social
que se esconde detrás es, de todo punto, indecorosa.
Cada uno de los personajes que aparecen en la
novela simboliza un fragmento de la realidad ideológica de la década que quiere
representar el autor. Antonio realiza su deambular por el mundo marginal de la
mano de Charo, una joven drogadicta y hetera que, tras muchas vacilaciones, acaba
por convertirse en su amante. Charo, Vanessa y Rosa trabajan como prostitutas
para altos empresarios; Lisardo es un camello y un chivato de la policía que vive
a expensas de un padre explotador dedicado a turbios negocios urbanísticos;
Ugarte es un joven en busca de futuro, que ha debido conformarse con breves ocupaciones
en empresas de trabajo temporal. Las clases sociales más altas tampoco presumen
de una vida muy decorosa: los policías entran en los domicilios particulares
sin orden judicial alguna, realizan sus propios ajustes de cuentas, manipulan a
los chivatos... Los empresarios, especuladores inmobiliarios de nuevo cuño, requieren
los favores de prostitutas para sus celebraciones de alto standing. Todos
comparten, eso sí, un pasado del que no han podido desprenderse. Los más desgraciados,
alimentados con la violencia de género, arrastran familias pobres, afines al machismo.
Son nihilistas existenciales condenados al fracaso, aquellos que no pudiendo
encontrar la salida de su personal carretera al infierno apuntan a una ciudad
llamada «Esperanza». Son personajes que nacieron para no triunfar y solo les
queda soñar. «Ayer soñé que era una princesa, es para mondarse, ¿no?», reza Vanessa
con las pupilas dilatadas por las pastillas, el alcohol y el chute que se ha
dado.
A pesar de la diferencia existente entre
estas dos clases sociales, ambas se manifiestan como dos seres que se necesitan.
Ambas convienen en su deseo de progresar, hasta que al final de la novela el
protagonista, Antonio, descubre que la verdadera realidad de la década de los
noventa es la de la clase marginal. «Después de que vuestro Franco muriera,
después de la democracia, ésto es lo que queda. Chicas podridas por la droga
que tienen que prostituirse para sobrevivir, gente que no sabe qué hacer ni
adónde ir, atrapados en sus sueños vanos. Personas que morirán enseguida. Estas
fotos son un documento espeluznante del final de una época, Pascual. La
nuestra. Nuestro tiempo.»
---------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
No hay comentarios:
Publicar un comentario