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EL MUERTO SIN DESCANSO (The Busy Body) Donald E. Westlake TRADUCCIÓN: Emilio Gallego BARRAL EDITORES |
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Aloysius Eugene Engel, de ascendencia
irlandesa y judía, es el hijo de de Fred P. Engel, un personaje que trabaja a
sueldo para la Organización tomando apuestas y cuya falta de dirección en la
vida le llevó a convertirse en un simple mensajero de su jefe, el Sr.
Mayershoot. El Sr. Engel tenía la mala costumbre de dilapidar sus ahorros en
las apuestas a los caballos lo que motivó que Engel Jr. creciera en un hogar
constantemente amenazado por el caos financiero. La dominante esposa del Sr.
Engel era, y es, una mujer ambiciosa y desea que su hijo acuda a la
universidad. Ella no duda en usar la información que le proporciona su marido
para impulsar la carrera de su hijo. No es que el padre de Engel hubiera estado
colocado nunca lo suficientemente alto en la Organización como para manejar
información importante, pero su patrón, Ludwing Meyershoot sí, y es éste quien
le pone al corriente de una trama que trata de acabar con la vida de Nick
Rovito, el jefe del grupo. Por lo tanto, Engel Jr. es promocionado a una
posición en la que puede decirle a la cara al jefe del equipo, Nick Rovito, que
su mano derecha está a punto de traicionarle y en el proceso, Engel Jr. termina
ocupando el lugar de aquél. Engel mata inadvertidamente al tipo que está traicionando
a Rovito, sin pensar siquiera en ello, ya que cuando aquél está a punto de
estrangularlo, Nick amablemente le arroja un arma de fuego, que Engel no duda
en vaciar, con los ojos cerrados, en el cuerpo del conspirador.
La historia comienza en serio con el funeral
de alguien muy poco importante, un pelanas, un personaje llamado Charlie Brody
que ha estirado la pata en cumplimiento de su deber. El único trabajo de
mediana significación que realizó Charlie en su vida fue transportar grandes
cantidades de narcóticos cosidos a su traje azul. Rovito siente como que no se
ha celebrado un buen funeral en bastante tiempo, y recrea una pomposa despedida
para Brody. Aunque tarde, toma conciencia de que la afligida viuda, ex prostituta
ella, ha elegido ese traje azul para enterrar a su marido. Un traje con un
cuarto de millón de dólares en drogas cosido a la chaqueta.
A Engel le toca pues ir a desenterrar a Charlie
y obtener la chaqueta del traje. En el proceso, después de que un joven
repudiado por la Organización le ayude a desenterrar a Brody, Engel debe
golpearlo con la pala y enterrarlo en la tumba de Charlie. Y he aquí el gran
problema, el ataúd de Charlie aparece vacío, y Engel se encuentra ahora en
serios problemas con su jefe. Ya es bastante jodido tener que jugar a ladrón de
tumbas, pero ahora el juego se endurece, Engel debe asumir el papel de
detective, resolver el caso del cadáver desaparecido, y recuperar las drogas, o
al menos averiguar que ha ocurrido.
«-Más me hubiera valido ir a la universidad-
se queja Engel, como quería mi madre. Más
me hubiera valido ser un hombre decente y aceptar los flechazos de la
terrible fortuna. Tengo dinero, prestigio, el respeto de mi comunidad, pero
¿vale la pena? ¿Vale la pena estar metido con un bestia como ésta tirado ahí en
el piso? Para ir a cavar tumbas y romperle la cabeza a la gente con una pala y
conducir un auto con cambios estándar y perderse cuarenta veces en Brooklyn y
asociarse con bestias como Willy Menchik a esta hora de la noche, más me
hubiera valido ser lechero»
Engel acude a la funeraria donde se preparó
el cadáver de Charlie para su enterramiento y allí pide hablar con el director de pompas fúnebres. Pero, ¡oh intrigante
destino!, éste es descubierto por Engel en su estudio con un cuchillo en la
espalda. Y para más inri, en ese momento, la atractiva esposa del difunto lo descubre
y empieza a gritar. Y así nos damos de cara con Engel huyendo de lo que parece
representar, más o menos, la mitad de la policía de Nueva York.
Ante cada nueva dificultad que se le presenta
en su vida Engel se consume en un aura de melancólica renuncia, porque el
destino está decidido a jugarle una serie de interminables bromas, y él tiene
que decir algo al respecto, aunque sólo sea para que quede claro que no está de
acuerdo con el tratamiento totalmente inmerecido que recibe de los poderes
superiores. Engel es una creación seminal de Donald Westlake; un prototipo, si
se quiere. Aloysius Engel es el embrión de John Dortmunder, un brillante y a la
vez hilarante maestro de la mala suerte criminal, salido de la mente del genial
Westlake.
En su carrera de casi cinco décadas,
Westlake, que murió en 2008, creó un catálogo, tan variado y extraordinario,
que abarca el crimen –desde ambos lados de la ley-, la ciencia ficción, la
crítica, la ventura y no pocas agradables rarezas que no encajan en ninguna
categoría. Westlake fue increíblemente prolífico y altamente legible; tenía un
sólido fundamento de seguidores leales y gozaba del respeto entre sus pares. Él
es conocido por muchos por sus novelas cómicas, la más popular de las cuales
contó con un personaje de imborrable memoria que responde, como se comentó con anterioridad,
al nombre de John Archibald Dorrtmunder. «La literatura cómica de cualquier
tipo es la más difícil de escribir», dice Otto Penzler –amigo de Westlake en
vida de éste-, editor y propietario de la Mysterious Bookshop de Manhattan.
Todo ésto puede explicar por qué Westlake no es más famoso fuera de los círculos de la escritura criminal, y por qué a veces es fácil pasar por alto que fue, al menos, uno de los escritores estadounidenses más versátiles del siglo XX.
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