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Cadáver del mafioso Gaspar Candella, hallado en un campo de Brooklyn (1918) |
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Una
visita a los archivos fotográficos del
«Departamento de Policía de Nueva York»
«Departamento de Policía de Nueva York»
El
«Departamento de Policía de Nueva York» (NYPD) ha fotografiado escenas de crímenes
casi desde que la tecnología estuvo disponible. 30.000 de estas imágenes,
fechadas entre 1914 y 1975, se han digitalizado ahora -al igual que hiciera la
ciudad de Los Ángeles en 2001- haciéndolas visibles al público. Estas 30.000
imágenes forman parte de un archivo más amplio, de 870.000 placas que, en 2012,
el «Departamento de Archivos y Servicios de Información de la Ciudad de Nueva
York» liberó en una base de datos «online» para libre acceso al gran público. En
estas imágenes, tomadas por funcionarios de la administración entre 1850 y 1980,
se dibuja la historia oculta de la ciudad. Fue en Nueva York donde la
fotografía degeneró en un arte, gracias a la labor de gente como Alfred
Stieglitz y Paul Strand. Es por ello que se nos hace muy difícil apartar
los ojos de estos grabados. No estamos ante fotografías famosas ni conocidas. Más
bien ocurre todo lo contrario, en su mayoría se trata de imágenes tomadas por
funcionarios municipales anónimos, cuyo único objetivo fue dejar constancia de
la existencia de cada uno de los edificios de la ciudad, del proceso de
construcción de sus infraestructuras o incluso, embelesados por un momentáneo
ardor idílico, de la simple belleza del «skyline» a través de una ventana desde
lo alto de un puente. Sin embargo, pese a no estar tocados por esa fingida
virtud llamada fama, los autores de las imágenes demuestran que el mundo estuvo
y está lleno de grandes talentos cuyos nombres nunca se conocerán. Entre ellos
se encuentran muchos de los detectives del Departamento de Policía de Nueva
York, Departamento que puede presumir de tener la mayor colección de imágenes
de crímenes y criminales del mundo anglosajón. Los amantes del género más
morboso tienen ahora a su disposición, a través de la tecnología «online»,
cientos de imágenes de casos anónimos sin resolver donde la escena del crimen y
sus víctimas son los protagonistas.
Sin
embargo, el trabajo de los fotógrafos policiales es reseñado muy por encima por
los catalogadores del «Departamento
de Archivos y Servicios de Información de la Ciudad de Nueva York» o, sin más,
directamente ninguneado. Como mucho, se mencionan las características siniestras
de la danza de la muerte que protagoniza el asesino con la sangre y las
escopetas, las navajas, los revólveres, los martillos y todo tipo de armas de
ataque empleadas como instrumentos para sus crímenes.
Es
verdaderamente injusto. Estamos, pese a quien pese, ante un ejemplo muy notable
de fotografía periodística y artística. Dice mucho del oficio
fotográfico-periodístico y su presunción que todas estas obras hayan sido
realizadas por agentes de policía que no han pasado del anonimato, que no ejercieron
el derecho a firmar su trabajo o, en todo caso, lo ejercieron de modo sigiloso.
Ninguno de sus subjetivos trabajos parece gustar demasiado a los archiveros. Tampoco
a los periodistas. Por desgracia hemos olvidado que somos lo que hacemos, sobre
todo cuando lo hacemos bien.
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