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David
Goodis murió a las 11:30 de la noche del 7 de enero de 1967, en el Albert
Einstein Medical Center, División del Norte, a un kilómetro de su casa. En el
certificado de defunción reza como causa de la muerte un «accidente vascular
cerebral», o, para que todos nos entendamos, un derrame cerebral.
Según
la rumorología, unos días antes
de su fallecimiento, David había sido golpeado en el momento de resistirse a un
robo. Goodis era una persona de constitución delgada. Un hombre de corta
estatura se le había acercado y le había exigido su cartera. David le miró de
arriba abajo y se negó a su petición. De las sombras emergió una figura
corpulenta que le puso fuera de juego.
Una
de las teorías que se baraja sobre su muerte hace referencia a que ésta fue
debida a las heridas derivadas de ese robo. Por otro lado hay conciencia que
momentos antes de ser trasladado al hospital David se encontraba paleando la
nieve que se acumulaba a las puertas de su casa y que sin justificación externa
posible cayó desplomado y perdió el conocimiento. Registros del tiempo tomados
en el Aeropuerto Internacional de Filadelfia muestran que efectivamente se produjeron
nevadas los días anteriores a este hecho. No la hubo sin embargo, el día de 7
de enero de 1967, cuando David Goodis murió. ¿Qué teoría es cierta? Posiblemente las dos, y la muerte de Goodis
sea una doble consecuencia de los excesos físicos realizados en la tarea de
apartar la nieve del portal de su casa, acumulados al deterioro que ya padecía
su organismo desde el momento del robo.
Cualquier
médico que, con los datos en la mano, se pronuncie sobre este hecho daría por “Improbable
que el acto de palear la nieve sea capaz, por si solo, de causar una muerte por
derrame cerebral. En el peor de los casos habría provocado un incidente
cardiovascular (un ataque al corazón). Es esta una teoría que me gusta creer. Resulta
más «novelesco» el fallecimiento por una paliza después de no querer renunciar
a su cartera. Es posible que se presentara un informe policial sobre estos
hechos. De cualquier forma, si lo hubiere, no ha trascendido.
Se
sabe que David Loeb Goodis nació en Filadelfia, de padres judíos, el 2 de marzo
de 1917. Cursó un año en la Universidad de Indiana, pero el estudio universitario
lo aburría. Así que empezó a trabajar en agencias de publicidad para ganarse la
vida hasta que finalmente consiguió un contrato por seis años con la Warner
Bross, después del éxito que obtuvo con una serie que se publicó en The
Saturday Evening Post. Su historia fue llevada a la gran pantalla por Dalmer
Daves, bajo el título de «Senda tenebrosa» (1946), y contó con la
interpretación de Humphrey Bogart y Lauren Bacall.
La
primera frase de su primera novela, escrita a los 21 años, es un compendio de
su filosofía de vida: «Al cabo de un rato, uno se siente tan mal que quisiera
detenerlo todo en ese momento». En ningún instante se le consideró un escritor “serio”
y, tal vez, ésa sea la causa del porqué este hombre triste y melancólico,
resolvió regresar a Filadelfia en 1950 y, a los 33 años, guarnecido de sus
oscuridades y aversiones, encerrarse en casa de sus padres y hacerse cargo de
su hermano esquizofrénico.
En
1963, después de la muerte de su padre comenzó el derrumbe definitivo de Goodis.
Derrumbe que se aceleró en 1966, tras el fallecimiento de su madre. Como
consecuencia de estas desgracias se recluyó por voluntad propia en un hospital
psiquiátrico. Su fallecimiento se produjo el 7 de enero de 1967 en el Albert Einstein
Medical Center. No había cumplido los cincuenta años. En ese momento, todos sus
libros estaban descatalogados en las librerías de los Estados Unidos.
La
vida de Goodis es un fiel reflejo de la vida de sus personajes. En las 17
novelas que escribió, el tema predominante es el infortunio, la mala suerte, el
desamparo y la tristeza. Sus personajes se mueven en un mundo sin salida, el
paisaje que los rodea rebosa en cielos oscuros, vientos helados, nieve,
callejones estrechos y calor empalagoso. Los personajes de Goodis están marcados desde su nacimiento; nada ni
nadie puede alterar el curso de sus destinos. Un destino que en ningún momento conduce hacia la luz. Todo lo
contrario, un destino que es sinónimo de muerte, desolación, envilecimiento,
pecado, incapacidad, fracaso y dolor. Para Goodis, la existencia es un mero
hecho aleatorio. Sus personajes viven intentando eludir el pasado y, agobiados
por la desgracia, no esperan nada del futuro. En su mundo todo está
relacionado, todo se mueve en círculos, todas las calles llevan al mismo punto
sin salida. El propio pasado regresa, en un encuentro fortuito, a las vidas de
sus personajes. La vida entera de un hombre se convierte en una mancha en el
pavimento, en una decisión inadecuada, en un lugar de sombras. Su mundo está
coloreado con un estilo preciso, que rechaza las metáforas, que desdeña toda
retórica, que siempre opta por la frase corta.
Así
fue como, sumergido en su propio mundo plagado de oscuridad, estragado por el
alcohol, y en su ciudad natal -a la que amaba y despreciaba a la vez- se le presentó la muerte una noche ventosa y fría de comienzos de enero, mientras paleaba la nieve a
las puertas de su casa. Podemos imaginar las palabras que se cruzaron, emulando
aquellas citas de “Senda tenebrosa”:
-Hola, George.
-Hola, Vince.
-George, ¿estás muerto?
-Sí. Lo estoy.
-¿Por qué estás muerto,
George?
-No lo sé, Vince. Me gustaría
decírtelo, pero no puedo.
David
Goodis tenía 49 años de edad en ese momento. Un infarto de miocardio o un derrame
cerebral podrían ajustarse fácilmente a las causas de su muerte. Puestos a ser
sinceros, sí, se puede sufrir un derrame cerebral por palear la nieve. Aunque esta
idea se ajuste a la realidad yo no la creo. Me gusta más pensar en el escenario
de un asalto en el que fue golpeado y, exacerbado por la ira, unos días más
tarde cayó abatido por la pala que utilizaba para despejar de nieve el camino a
casa.
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Wow todo es muy interesante. Esto definitivamente me ayudó con un trabajo que tenía que hacer para mis clases.
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