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jueves, 22 de septiembre de 2022

LA GRAN SERPIENTE (Pierre Lemaitre)

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Tras una cubierta con perro se esconde la historia de Mathilde Perrin, una viuda sesentona, puñetera y soñadora que combate el aburrimiento ejerciendo de sicaria a tiempo parcial por encargo de Henri Latournelle, su antiguo jefe en la Resistencia. Mathilde reside en Melun, un pequeño vecindario de los alrededores de París. Allí pasa sus días con Ludo, un baboso dálmata de un año, de mirada estúpida y suspicaz. Cada fin de semana, y para matar su hastío, Mathilde se desplaza en su Renault 25 de color crema a una casa de campo en Normandía -casa que apesta a burguesía corta de miras-, donde vive su hija Françoise con el gilipollas de su marido, un norteamericano petulante adicto al deporte.

Sin embargo, tras esa imagen de mujer pulcra y distinguida que permanece muy atenta a los más mínimos detalles -ropa elegante y cara, visita semanal a la peluquería, maquillaje profesional y, sobre todo, sobre todo, una manicura perfecta-, y a pesar, incluso, del agobio que le producen sus kilos, se esconde una despiadada asesina al servicio de la inteligencia francesa. Mathilde es infalible, perfeccionista y meticulosa; nunca una bala más alta que otra; trabajos limpios y sin problemas. Su ritual es claro y preciso: aprovecha sus ratos libres para, después de ubicarlas correctamente, endilgarle a sus víctimas, a sangre fría y sin pestañear, una buena dosis de plomo con su Desert Eagle, su Luger 9 mm Parabellum o su Wildey Magnum (ella siempre se ha negado a trabajar con calibres pequeños que, en su opinión, sólo sirven para dramas burgueses y peleas por adulterio). Tres balas en tres segundos y a otra cosa mariposa. Ludo –testigo involuntario del descocido y acostumbrado ya al espectáculo- aprovecha que su ama está ocupada en sus quehaceres para echar una cabezadita en el coche.

El mal carácter que ha ido destilando con los años, los frecuentes olvidos –los jodidos años de nuevo- y cierta dosis de crueldad gratuita, la traen a mal traer. Mathilde está cometiendo demasiados errores. ¡Qué rayos!, como ella bien dice: ¡No voy a renunciar a mi ritual por una estúpida regla dictada por cualquier cabeza hueca! Pero..., en toda historia que se precie siempre hay un pero, eso es algo que empieza a preocupar en las altas esferas. El director de recursos humanos –o más bien, el inhumano que maldirige los recursos- no está contento, y parece dispuesto a deshacerse de ella antes de que esta perdonavidas de andar por casa los meta en un brete de tres pares de narices. Matilde ya se barrunta algo. Está claro, que cuando uno ejerce la profesión de asesino a sueldo nunca espera que la jubilación sea una opción, pero... el tiempo no perdona.

A partir de este momento la novela gira en tono y términos y se convierte en una narración más que divertida para el lector. Una mezcla de géneros con una asesina que da miedo incluso a sus propios compañeros y que protagoniza una historia que pone de manifiesto el talento del autor. Y es que este libro es la encapsulación perfecta del cómic negro: Lemaitre es un satírico increíblemente dotado, y eso se palpa alto y claro en esta novela. Todos los tropos de alguien que se niega a aceptar que está envejeciendo y necesita dar un paso atrás son de alguna manera mucho más divertidos cuando se los explora a través de la lente de una asesina a sueldo.

Aunque esta es una de sus últimas novelas publicadas, “La gran serpiente” tiene el honor de ser la primera obra que escribió Pierre Lemaitre, allá por el año 1985. Durante todo este tiempo el escritor francés la ha condenado a permanecer secuestrada en un cajón y, como él mismo confiesa en el prólogo, la ha rescatado de pura pena después de que sus lectores le pidieran encarecidamente que volviera al género policial, género del que se convirtió en referente gracias a la serie del dominante inspector de metro y medio Camille Verhoeven.

Así pues, abróchense el cinturón amigos, porque este libro está absolutamente loco. Cuenta Lemaitre que esta narración va a ser su despedida del género negro, curiosamente aquel que le diera a conocer, como si con ello cerrara un ciclo de forma consciente. Y el cierre es ingenioso, con una protagonista complicada y maravillosa y un final osado, de esos que ya no se estilan. Están ustedes ante una historia perversamente divertida. Que la disfruten.

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