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jueves, 27 de octubre de 2022

TODOS TE RECORDARÁN (Andreu Martín)

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Apenas unos meses después del atentado yihadista de las Ramblas de Barcelona, y con unas controvertidas elecciones autonómicas prácticamente encima, aparece en la escollera del puerto, entre bloques de hormigón y un alborotado mar oscuro, el cuerpo sin vida de Santiago Ortuño, inspector de la Policía Nacional, con dos impactos de bala en la cabeza, ambos con orificio de salida.

Hasta el momento de su fallecimiento Santiago Ortuño ejercía el trabajo burocrático más inútil, aburrido y despreciable del Cuerpo, en el Departamento de Extranjería de la plaza de Espanya, cuando un buen día se presenta en su despacho, exuberante y sin cita previa, Leire Alfaro, la Dorothy Gale del grupo musical Sandunga y los Rottweilers, una chica menuda, de veintisiete años, con un pelo negro corto, que lo que hace, precisamente, es cortarle la respiración a cualquiera. Leire solicita un permiso de residencia para su pareja, un tal  Abdullah Fayad, lampista iraquí que trabaja en el sospechoso, al tiempo que peligroso, negocio de los hermanos Shaddad, y a quien encontró abandonado en los escalones de la salida del metro de Liceu.

El enamoramiento desenfrenado de Ortuño con la cantante hace que éste se entrometa en una crucial investigación antiterrorista que llevan a cabo los Mossos D´Esquadra en el barrio del Raval con el punto de mira en la tienda de los Shaddad, donde se esconde una peligrosa célula yihadista interesada en adoctrinar a víctimas como Abduh en el terrorismo más radical. En medio de un gran revuelo, los diferentes grupos sociales y unos cuantos delatores tendrán que conducir la operación con toda la sutileza posible y torear cada una de los escollos con los que se van tropezando.

Andreu Martín ya había tratado el tema de las mafias con anterioridad. La mafia lionesa en “Barcelona conection” –Premio Hammett en 1989-, inspirada en el asesinato de Raymond Viccarizzi en su celda de la Modelo y la mafia china en “Societat negra”, Premio Crims de Tinta en 2012.

Martí es un apasionado del jazz y buena muestra de ello es la concreción del personaje de Leire, que además de cantante es contorsionista; sí, de esas que tanto tienen los pies en el suelo como en la cabeza. “¡No jodas! Y dices que es «contraformista», ¿eh? ¡Una «contraformista», tío, tiene que ser la leche!” Esa idea es “un capricho”, confiesa Martí, surgido de la noticia de un ladrón con esa habilidad que, metido en una maleta, hurtaba objetos de otras en el maletero de un bus Girona-Barcelona.

Pese a la atmósfera política que se vive en la Barcelona de “Todos te recordarán” no es precisamente esta una novela centrada en el tema, no obstante, si es un condicionante que marca la acción. Estamos, pues, ante una buena historia donde los malos, como no podía ser de otra forma, son los más fascinantes. Espero que la disfruten.

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domingo, 16 de octubre de 2022

CLÁSICOS DE LA NOVELA NEGRA

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CLÁSICOS DE LA NOVELA NEGRA
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El término Novela Negra empieza a cobrar especial relevancia a partir del año 1968 cuando cineastas como Jean-Luc Godard o Francois Truffaut muestran un especial interés por este tipo de literatura.

La denominación Hard-Boiled, sin embargo está reservada a un grupo de narraciones que surgen en la revista Black-Mask, publicación popular norteamericana que comienza a editarse allá por los años veinte, y que siguen el modelo de escritores como Carroll John Daly. Daly había dado vida a un popular investigador, Race Williams, personaje tosco, duro y de gran aceptación popular. Estas narraciones están escritas en primera persona, con argot callejero, haciendo hincapié en el cínico carácter del detective.

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PRIMERA EDICIÓN : "UN CIEGO CON UNA PISTOLA". (C. HIMES)

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UN CIEGO CON UNA PISTOLA
(BLIND MAN WITH A PISTOL)
CHESTER HIMES
WILLIAM MORROW & CO., INC.
1969
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jueves, 13 de octubre de 2022

LA CÁMARA DEL CRIMEN: WEEGEE

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“Aunque figure entre los enemigos públicos número uno de la lista del FBI, ningún malhechor alcanza la consagración hasta que yo lo he fotografiado”. Así de contundente y seguro de la calidad de su trabajo se mostraba en su momento Weegee, el cronista de Nueva York más oscuro de la década de los 30 y 40. No solo eso, el fotoperiodista confiaba tanto en sí mismo y anhelaba tanto alcanzar el reconocimiento público que, antes de que su nombre alcanzara la celebridad, ya firmaba sus instantáneas con un sello que rezaba: “Weegee, The Famous”.

Weegee era siempre el primero en llegar al lugar de los hechos y obtener instantáneas que revelaba en el maletero de su coche. Logró alcanzar un gran éxito, tanto es así que su personaje fue inmortalizado por Joe Pesci en la película “El ojo público”. El film de Howard Franklin, sin embargo, no fue el único en poner la vista en el reportero; Curtis Hanson, en “L. A. Confidential”; Sam Mendez, en “Camino a la perdición” y Dan Gilroy, en “Nightcrawler” también se inspiraron en su trabajo.

Su nombre real era Usher Felig, nació en 1899 en la ciudad de Zolochev, en lo que hoy es Ucrania, y a los diez años, cuando su familia llegó a la Isla Ellis –la puerta del sueño americano- se convirtió en Arthur Fellig. El alias, cuenta la leyenda, era una deformación fonética de “ouija”, mote con el que le bautizaron por su supuesta capacidad para comunicarse con los muertos, o al menos, de encontrar a los que habían fallecido de forma violenta antes de que lo hicieran las fuerzas de seguridad.

Encontró su profesión siendo adolescente, cuando un fotógrafo callejero le hizo un retrato. Quedó paralizado por la cámara, la placa, el procesamiento y la imagen de sí mismo. La idea de especializarse en asesinatos, accidentes, incendios y toda clase de sucesos truculentos fue consecuencia de observar lo que publicaban los diarios así como de percatarse que los reporteros, de noche, dormían.

A los 14 años dejó la escuela y comenzó a trabajar por cuenta propia para varios periódicos y agencias de noticias de Nueva York al tiempo que realizaba otros trabajos ocasionales. Uno de esos trabajos implicaba tomar fotos de ataúdes para un catálogo, otro mejorar las impresiones fotográficas para “The New York Times”. Pronto pasó a la fotografía de noticias y llegó a convertirse en un personaje con una habilidad especial para llegar a asesinatos y accidentes en el momento correcto. ¿Cómo?, se preguntarán ustedes. En el momento más importante de su vida Weegee decidió que Nueva York después del crepúsculo era toda suya. Y se instaló en su coche. “Se convirtió en mi hogar. Era un biplaza, con un maletero especial extra grande. Guardé todo allí, una cámara extra, los casquillos de las bombillas del flash, una máquina de escribir, botas de bombero, cajas de cigarros, salami, película de infrarrojos para disparar en la oscuridad, un recambio de ropa interior, uniformes, disfraces y zapatos extras... La radio de la policía era mi modo de vida. Mi cámara y mi amor... eran mi lámpara de Aladino”, asegura Weegree en su biografía.  

Él le puso ganas y los protagonistas de sus instantáneas se lo pusieron fácil a él. No en vano, el fotoperiodista, por origen o por empatía, congeniaba con los desheredados y estos estaban encantados de salir en sus instantáneas. Weegee siempre buscaba hacer la mejor fotografía posible, aguantaba el flash encima de la cámara y obtenía duros contraluces que daban veracidad y dramatismo a sus retratos.

Fotografiaba cadáveres y también personas vivas. A veces, en actitudes desesperadas: durmiendo en la calle, huyendo de un incendio o, simplemente, detenidos por la policía, pero también disfrutando de la vida al entrar a un teatro, bailando en una fiesta popular o tocando en un club nocturno. Llegó incluso a fotografiar la luz del día en una de sus instantáneas más icónicas en la que se aprecia una multitud en la playa de Coney Island, sonriendo y mirando a la cámara.

En 1945 le llegó la fama con la publicación de “Naked city”, su primer libro, del que se realizaron tres ediciones en un año. El éxito conllevó encargos para revistas que buscaban “imágenes tipo Weegee”, o lo que es lo mismo “la autenticidad”. Y eso significó una invitación para acudir a Hollywood. Sin embargo, su estancia en la meca del cine no le entusiasmó demasiado.

Muchas de sus tomas icónicas se centran en los espectadores. En octubre de  1941 un jugador de poca monta recibió un disparo nocturno cerca del patio de una escuela. Weegee, además de fotografiar el cuerpo, inmortalizó a la multitud de niños empujándose unos a otros para ver al hombre muerto. Esta fotografía es un sorprendente catálogo de emociones humanas, que van desde la alegría hasta la agonía. La estrella es una niña cuyo rostro revela una excitación y una curiosidad extremas. Weegee lo tituló: “Su primer asesinato”.

A mediados de la década de los 40, se convirtió en uno de los fotógrafos fundadores de “PM”, un nuevo periódico liberal dedicado a contar historias con imágenes. Los editores estaban interesados no solo en sus fotografías sino además en su personalidad: su cara de ojos de insecto, su enorme cámara Speed Graphic, el baúl de su automóvil lleno de trastos, sus hábitos nocturnos y sus formas descuidadas.

El punto de inflexión en su carrera y, según algunos, su gran tragedia fue exhibir su obra en el Museo de Arte Moderno a mediados de la década de los 40. Comenzó a verse a sí mismo como un artista y a firmar sus fotos como “Weegee, the Famous”. A partir de ahí se casó, produjo libros de arte, y se desplazó a Hollywood. En definitiva, se convirtió en una caricatura de sí mismo.

Cuando Arthur Fellig se convirtió en Weegee, el verdadero hombre desapareció. Y cuando quiso recuperarlo, no pudo: “Mi verdadero nombre es Arthur Fellig. Creé este monstruo, Weegee,  y no puedo deshacerme de él”. A los 69 años murió de un tumor cerebral.    

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