La estudiante de la escuela de moda y estríper
a tiempo parcial Ashley Ellerin, de 22 años, vivía en un encantador bungalow
amarillo en un vecindario justo detrás del famoso Grauman´s Chinese Theatre en Hollywood
Boulevard. La noche del 21 de febrero de 2001, tenía pensado ir a una fiesta y
con posterioridad acudir a la entrega de los premios Grammy. Pero no acudió...
Su compañero de cita, Ashton Kutcher,
en vista de que Ashley no daba señales de vida, se acercó a su casa. Las luces
estaban encendidas y su BMW estacionado en el camino de entrada. Llamó a la
puerta, pero no obtuvo respuesta. Cuando iba a irse, se asomó a una ventana y vio
algo extraño, un rastro de manchas rojas en la alfombra que conducía a su
dormitorio. Pensó simplemente que era vino derramado.
Este vino derramado, concluirán los
fiscales con posterioridad, fue consecuencia de un brutal apuñalamiento y del
trabajo minucioso de Michael Gargiulo, un asesino en serie cuyos crímenes
abarcan dos estados y 15 años de laboriosa investigación. En Los Ángeles,
Gargiulo se ha ganado por méritos propios el sobrenombre de “Destripador de
Hollywood”.
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Ahora, más de 20 años después de que los fiscales certificaran que Gargiulo apuñaló a Ashley 47 veces (¡han oído bien, 47 veces!), en su dormitorio, ya ha sido juzgado y condenado a muerte. Ha sido sentenciado por dos cargos de asesinato y un cargo de intento de asesinato en un ataque de 2008 a una tercera mujer, que, según la policía, logró defenderse y conservar la vida. A miles de kilómetros de distancia, en el condado de Cook en Chicago, también se espera que Gargiulo, de 45 años, sea juzgado por la muerte a puñaladas en 1993 de una chica de 18 años, quien se cree fue su primera víctima.
Entre 1993 y 2008, se sospecha que
Gargiulo se aprovechó de mujeres jóvenes y, usó su trabajo de reparador de aire
acondicionado para acceder a sus hogares y emboscarlas en medio de la noche.
En el juicio que se celebró en mayo de
2021, los fiscales demostraron que, en todos los casos, Gargiulo vivía en el
mismo vecindario que sus víctimas; en algunos de ellos, incluso, al otro lado
de la calle. Durante 15 años estuvo observando, esperando la oportunidad para
atacar a las mujeres con un cuchillo de carnicero.
La escalofriante saga de crímenes de Gargiulo comenzó en Glenview, en el estado de Illinois (Chicago), la mañana del 14 de agosto de 1993, cuando el padre de Tricia Pacaccio salió al porche con una taza de café y vio dos zapatillas blancas de tenis donde no debían estar. Se derrumbó cuando observó el resto de la imagen: su hija yacía sin vida y ensangrentada en el escalón de la puerta, todavía con las llaves de la casa en la mano.
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Durante años la policía tuvo
dificultades para encontrar pruebas físicas o sospechosos prometedores para este
crimen. Pero un nombre se repetía en sus investigaciones, el de Michael
Gargiulo, que tenía por entonces 17 años y vivía al final de la calle.
Conocido por su mal carácter, Gargiulo
salía con el hermano de Tricia y había estado en su casa en varias ocasiones.
Pero después de la muerte de la Pacaccio su comportamiento comenzó a volverse
extraño. Aunque no era un amigo cercano, comenzó a comprarle regalos a los
padres de ella: flores para la Sra. Pacaccio, Diane, y una camiseta para su
padre, Rick. Llegó incluso al extremo de culpar a un amigo del asesinato,
cuando fue interrogado por la policía, pero luego se retractó.
La única acusación seria contra
Gargiulo llegó una década después, en 2003, cuando la ciencia moderna pudo confirmar
que el ADN detectado en las uñas de Tricia Pacaccio coincidía con el de
Gargiulo. Por aquel entonces Ashey Ellerin ya llevaba más de dos años muerta.
La policía cree que el asesino huyó a
Los Ángeles allá por 1999, cuando se dio cuenta que las autoridades de Illinois
lo estaban investigando muy de cerca por la muerte de la Pacaccio. Se mudó, ¡oh
casualidad!, al mismo vecindario que Ellerin, y un día soleado se presentó mientras
esta intentaba arreglar una llanta pinchada. Se ofreció a ayudarla, y aclaró
que era reparador de aire acondicionado y calefacción, por si ella y su
compañera de curso necesitaban hacer uso de sus servicios. Y ¡vaya si lo
hicieron!
Cuanto más aparecía Gargiulo por
cuestiones de mantenimiento, más amistoso se volvía con Ashley, tanto es así
que se presentó sin previa invitación a una fiesta que ella había organizado.
Al sujeto le gustaba emocionarla con sus historias, en su mayoría inventadas,
de su vida glamorosa como boxeador profesional, de las películas en las que
había actuado y de la ocasión en que se electrocutó en el trabajo. Incluso, ¡vaya
desfachatez!, de como las autoridades de Chicago lo estaban investigando por un
asesinato.
Mientras la policía de Los Ángeles
investiga a Gargiulo sucede algo extraño. Sus compañeros de Chicago se interesan
por si sus colegas de Los Ángeles pueden obtener ADN de un hombre de la zona
llamado Michael Gargiulo, una persona de interés en el asesinato de Tricia
Pacaccio. En ese momento se contrastan ambas historias y resulta que el tipo de
ataque en ambos asesinatos había sido igual, el tipo de víctima similar,
asimismo la forma y el método de ataque, todo parecía coincidir, de tal forma
que la policía creía ya tener a su hombre.
Sin embargo, incluso cuando la muestra
de ADN que la policía de Los Ángeles obtuvo de Gargiulo coincidía con el ADN
encontrado en las uñas de Tricia Pacaccio, las autoridades de Chicago sintieron
que no tenían pruebas suficientes para acusar a Gargiulo. Y dado que no
existían evidencias físicas en la escena del crimen de Ellerin, tampoco se le podía
acusar de este. La Oficina del Fiscal del estado del Condado de Cook alegó que
era posible que el ADN de Gargiulo hubiera llegado a los dedos de Tricia de
forma casual.
Entretanto, Gargiulo atacó brutalmente
a dos mujeres más, matando a María Bruno, de 32 años, en el Monte, California,
en 2005, e hiriendo gravemente a Michelle Murphy, de 27 años, en Santa Mónica
en 2008. Ambas fueron emboscadas en medio de la noche mientras dormían. Y ambas,
¡como no podía ser de otra forma!, vivían directamente frente a Gargiulo, quien
las podía observar a través de sus ventanas cuando estas las tenían abiertas.
María Bruno, madre de cuatro hijos,
fue apuñalada 17 veces en medio de la noche, en diciembre de 2005. Se encontró
un botín médico de color azul justo en la acera de su casa, aunque pasarían
tres años hasta que la policía encontrara el otro.
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La historia no se pudo encaminar hasta
que Michelle Murphy, la única superviviente, luchó hasta la extenuación por su
vida una noche de abril de 2008. Se despertó con un cuchillo clavado en el pecho,
Empezó a agarrarlo y el cuchillo respondió cortando sus manos. Sangraba por una
herida en su brazo derecho, otra en el hombro y una tercera en el torso. Pero
en medio de la lucha, su atacante se cortó. Michelle aprovechó la ocasión, levantó
las rodillas hasta el pecho y usó los pies para catapultar a su agresor fuera
de la cama. Este cayó hacia atrás. Y, ¡oh sorpresa!, volteándose para irse,
dijo: “Lo siento”.
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El rastro de sangre que Gargiulo dejó
al salir fue su perdición. Fue identificado como el presunto asesino y
arrestado con cargos de intento de asesinato en junio de 2008. La policía de El
Monte, ante las similitudes con el ataque a María Bruno, retomó la
investigación y descubrió que, efectivamente, Gargiulo vivía enfrente.
Encontraron el segundo botín azul en el ático de su apartamento, desocupado
desde entonces. En septiembre de 2008, la policía lo acusó formalmente de los
asesinatos de María Bruno y Ashley Ellerin. Sin embargo, pasarían otros tres
años hasta que los fiscales del condado de Cook acusaran a Gargiulo de matar a Tricia
Pacaccio, allá por 1993.
Michael Gargiulo, un psicópata sin escrúpulos,
fue condenado en Los Ángeles, en agosto de 2019, a la pena capital por el
asesinato en 2001 de Aslhey Ellerin, de 22 años, y en 2005, de María Bruno, de
32. También fue declarado culpable del intento de asesinato de Michelle Murphy,
quien fue brutalmente atacada en su apartamento de Santa Mónica en 2008. ¿La
sentencia? Condena a muerte. ¿Aplicable? Improbable, ya que desde 2006 este
estado, la meca de Hollywood, no ejecuta a ninguno de sus presos. Sea como
fuere, hoy, Tricia Pacaccio, Ashley Ellerin, María Bruno y Michelle Murphy
tiene la justicia que merecen.