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miércoles, 18 de enero de 2023

SOBRECUBIERTAS 1ª EDICIÓN: ROSS MACDONALD (1)

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LA PISCINA DE LOS AHOGADOS
(THE DROWNING POOL)
ROSS MACDONALD
ALFRED A. KNOPF INC.
1950
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LA FORMA EN QUE ALGUNOS MUEREN
(THE WAY SOME PEOPLE DIE)
ROSS MACDONALD
ALFRED A. KNOPF INC.
1951
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martes, 17 de enero de 2023

Relectura: DOUBLE INDEMNITY (James M. Cain)

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Temperamental, atmosférica, así se define “Double Indemnity”, comenzando por esa secuencia de apertura en la que Walter Huff -treintañero y vendedor de seguros de la General Fidelity de California-, conoce a Phyllis Nirdlinger, la joven y bella esposa de un acaudalado hombre de negocios, y descubre que bajo aquel pijama azul se intuyen unas formas capaces de enloquecer al más pintado. Y tanto enloquece el ingenuo Walter que, sin apenas solución de continuidad, se ve involucrado en un peligroso entuerto consistente en asegurar al empresario para posteriormente asesinarlo simulando un accidente, y disfrutar así de una suculenta indemnización. Y como remate, la novela de James M. Cain “Double Indemnity” –“Pacto de sangre” en la edición española-, es una obra maestra de la literatura estadounidense. En sus escasas e impecables ciento treinta y tantas páginas, Cain no sólo pone de relieve la codicia y la superficialidad de la clase media estadounidense sino que también pinta un retrato considerablemente oscuro de un hombre y una mujer consumidos por el deseo. “Double Indemnity” nos presenta una despiadada saga de traiciones en la que los pecados más irremediables son los que los personajes cometen contra sí mismos.

“Double Indemnity” es una historia de asesinato pero, aún más, es una historia de lujuria. Esto se hace evidente desde el momento en que Phyllis Nirdlinger asoma las narices por primera vez. Phyllis, la esposa insatisfecha, la mujer fatal de una vulnerabilidad manipuladora, allí, de pie ante Huff, con aquel tentador pijama azul de andar por casa. Para cuando fija su mirada en él, ya un escalofrío recorre el espinazo del pobre agente de seguros. Desde ese momento todo cambia para Walter. El diálogo confirma la forma en que ella lo ha enganchado:

-Señor Huff, ¿quiere que yo hable de esto con el señor Nirdlinger?

-Sería fantástico señora.

-Tras hablar nosotros, podrá verle. ¿Estaría bien mañana por la noche, a eso de las siete y media? A esa hora habremos acabado de cenar.

Lo que sigue es un ir y venir que encarna el más puro estilo noir (“Esta noche he perdido la cabeza...”, “¿Quieres decir que allí, en los pozos de petróleo, cualquier noche de lluvia, puede caerle una polea encima?...”, “Al parecer has pensado que no vas a hacerlo. Pero lo harás, y yo te ayudaré...”), una mezcla de ingenio y fatalismo, de esas que te hacen leer entre líneas. Incluso en épocas tan pretéritas como la década de los treinta, los artesanos del noir eran conscientes de su artificialidad, de que la forma de la historia se debía ajustar a un cierto código de comprensión, a un determinado molde narrativo. Este, llamémoslo “truco”, consiste, en esencia, en que desde que Phyllis Nirdlinger hace acto de presencia ya sabemos todo lo que va a suceder, de que nuestra apreciación de la historia no depende “de qué” sino “de cómo”. ¿Cómo se firmará la traición?, esa es la clave. Para Walter y Phyllis, salirse con la suya no es una opción. Más bien, lo importante es la puesta en escena, la forma en que se desarrollará todo. “El futuro no nos reserva nada, ¿verdad Walter? ha llegado la hora de que me reúna con mi amor. Una noche me arrojaré por la popa del barco. Quiero sentir el contacto de sus dedos fríos, apretándome el corazón”, admite  Phyllis en su encuentro final. Es todo muy melodramático, muy estilizado, pero al noir nunca le ha importado lo estrictamente real. Es cierto que la novela de Cain tiene sus raíces en un hecho real, el caso de Ruth Snyder, una mujer de Nueva York que nueve años atrás, en 1927, convenció a su amante de que matara a su marido tras contratar una póliza de seguro con una cláusula de doble indemnización. Sin embargo, Snyder y su cómplice fueron capturados y condenados fácilmente; el seguro que acordaron era “un claro delator”. No sin razón, Chandler decía que “Los muchachos que apoyan los pies sobre el escritorio saben que el caso de asesinato que más fácil resulta solucionar es aquel con el cual alguien ha tratado de pasarse de listo; el que realmente les preocupa es el asesinato que se le ocurrió a alguien dos minutos antes de llevarlo a cabo.

La observación de Chandler pone de manifiesto que la  conspiración de Walter y Phyllis, a pesar de su inevitabilidad, está viciada desde su origen. “Si logras sacarle de la cama y convencerle de que tiene que hacer el viaje a toda costa, como una especie de vacaciones después de todo lo que ha sufrido, estamos salvados”. Desde el primer momento surgen complicaciones, sospechas, circunstancias imprevistas. Una es que el mentor de Huff, Keyes, jefe del departamento de reclamaciones, es un genio en el arte de investigar reclamos de seguros. “Huff lo que usted ha hecho es terrible” “Me ha decepcionado. Le... le tenía afecto, Huff”. Es este un comentario esclarecedor porque nos muestra la verdadera relación que existía entre Huff y Keyes. Otra traición de nuevo, la infidelidad de Huff no solo a sí mismo, a lo que considera como sus valores, sino también a su amigo. “Le entiendo. Usted depositó su confianza en mí, y yo le he fallado”. Para Huff, para Keyes, no hay redención; nada queda al final de la historia, excepto la pérdida de la amistad. Aquí tenemos otra característica más del género negro: que el amor es fugaz, insuficiente, que, en cierto sentido, es cruel.

El noir recomienda aprender a vivir sin ilusiones, aprender a vivir en un mundo donde la existencia está ahí no tanto para ser dirigida como para ser soportada. El mejor noir ofrece un aullido de desolación ante un universo indolente, una elegía empañada por el alma. Esta es la historia de Huff y Phyllis, empujados más allá de sus límites por el deseo de algo que nunca podrán obtener. Porque todos tenemos claro desde el primer momento que la idea que ambos se proponen, la de vivir juntos, nunca va a hacerse realidad. ¿Cómo podrían encontrar ellos, cualquiera de nosotros, empatía, comunión, en un mundo aislado? Sin embargo, aunque todos somos capaces de reconocer ese deseo de propiedad -¿quién se contenta con lo que tiene?- también somos conscientes de los artificios que utiliza el escritor para edulcorar el producto. Y a pesar de nuestra presumible insatisfacción, no inventamos planes de asesinato. “Double Indemnity” crea lo que todo gran artista aspira a hacer: un universo propio. Evoca un paisaje moral por el que nos deslizamos entre dos crudas realidades: nos identificamos con los personajes, su anhelo y su dolor, al tiempo que reconocemos como una advertencia su caída, su inevitabilidad.

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jueves, 5 de enero de 2023

LECTURAS PRETÉRITAS 3: Eric Ambler

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VIAJE AL MIEDO. Estambul, 1940. Graham, un discreto ingeniero y experto en armas acaba de mantener conversaciones de al to nivel con el gobierno turco. Al regresar a su hotel, descubre que alguien quiere matarlo. Le han disparado al entrar en la habitación y decide escapar de la ciudad en un vapor. Un viaje lleno de peligros en el que conocerá a una hechizante bailarina francesa, un desastrado hombre de negocios, un misterioso médico alemán, un hombre diminuto y brutal que viste un arrugado traje. Graham debe sospechar de todos, esconderse en un barco del que no puede escapar y sobrevivir a una travesía de pesadilla.

LA MÁSCARA DE DIMITROS. El depósito de cadáveres era un cobertizo de planchas metálicas que, bajo el despiadado sol turco, más que morgue parecía un horno. Allí se cocía el cuerpo de Dimitros, el ratero a quien nadie recordaba, el asesino que nunca había tenido problemas con la justicia, el caballero sin antecedentes. La reconstrucción de esta misteriosa carrera se convierte en un trabajo demasiado peligroso para un escritor metido a detective, que pronto se encuentra con una Luger clavada en la espalda. En un periplo que en algunos momentos establece puntos de contacto con el clásico cinematográfico de Orson Wells “Ciudadano Kane”, Ambler desarrolla un retrato de la turbia y corrupta Europa de entreguerras, en el que a cada paso surge una nueva sorpresa acerca de la personalidad de Dimitros. 

MOTIVO DE ALARMA. Nick Marlow, un ingeniero que acaba de perder su empleo, acepta una tentadora oferta para dirigir la sucursal de una empresa británica en Milán. El halo de misterio que rodea la muerte de sus predecesores en el cargo no supera las expectativas de ganar una buena suma de dinero que le permitirá, finalmente, casarse con su prometida. Pero al llegar a la Italia fascista de 1937, a las puertas de una nueva guerra mundial,  todo lo prometedor de su nuevo trabajo se torna turbio y hostil: de repente, Marlow se ve atrapado entre dos mundos que se encuentran al borde del conflicto, con una red de espionaje y contraespionaje tejiéndose sordamente a su alrededor, amenazado por la mafia, la represiva política italiana y agentes secretos al servicio de las principales potencias del planeta.

PELIGRO EXTREMO. En la Europa de entreguerras, el periodista Desmond Kenton lucha por hacerse un lugar como reportero internacional. Hábil en su oficio y con una innata capacidad para los idiomas, se mueve por el continente con facilidad, aunque a veces su insensatez le acarrea problemas. En pleno viaje por Alemania, se encuentra de repente en un serio aprieto: lo ha perdido todo en apuestas y no ve cómo rehacerse. Quizá la proposición de un misterioso judío, que le promete mucho dinero a cambio de llevarle un paquete a Austria, sea la solución que andaba buscando. Sin embargo, pronto descubre que no es una gran idea, desconociendo el contenido del paquete y moviéndose a hurtadillas por Alemania en pleno apogeo del Partido Nazi...

LA LUZ DEL DÍA. El mayor error de Arthur Simpson no fue meter la mano en la certera equivocada, sino meterse a ladrón sin haber valorado antes su extrema torpeza: Fue seguramente esta torpeza la que hizo que, cuando intentaba robarle la cartera a un turista del aeropuerto, este lo descubriera. Lejos de alarmarse y alertar a la policía, la “víctima” de Simpson, un tal Harper, le propone un peligroso trato: no lo denunciará si se aviene a introducir en Turquía un coche repleto de armas. 

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lunes, 2 de enero de 2023

SI NO HUBIERA MAÑANA (Alexis Ravelo)

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Octubre, viernes, el bar Casablanca, el tuerto Casimiro, Juan el del Pescao y Monroy; un Monroy que se aburre como un sordo en un concierto de arpa solista. De pronto una mujer, Sonsoles, la hija de Paco Nieves, el ferretero. Y a partir de ahí un trifostio. Un trifostio de tres pares de narices.

Y es que Diego Miranda Santana, chupatintas en horas de servicio, ha desaparecido de repente de la vida de Sonsoles. De repente y sin dejar explicación maldita. Miranda es amigo del marido de una prima de Sonsoles y lleva una vida apacible de solterón sin aparentes preocupaciones. Así lo conoció Sonsoles y bajo ese estatus comenzaron a salir meses atrás. La relación se desarrolló sin agobios, con una intimidad y una confianza agradables. Todo en su lugar hasta que, un mal día, Diego cortó por lo sano, ¡si te vi, no me acuerdo! como diría el otro... una historia que Monroy ya ha oído muchas veces.

Para combatir el aburrimiento inicial, Monroy acepta hacer algunas averiguaciones. Tras un plácido café y un sabroso bocadillo de queso en un cafetín de Moya, donde reside el interfecto Miranda, no tarda mucho en comprender que lo sentimental tiene muy poco que ver con el asunto. Para más inri, en todo este embrollo anda mezclado -¡faltaría más!- un viejo conocido suyo, Falo el Moldura, un escayolista changuero reconvertido en camello ocasional y borrachín a tiempo parcial. Lo peor de todo ocurre cuando, a la mañana siguiente, Miranda aparece tieso y a una serie de conocidos suyos les da por agarrar la puerta de salida de forma repentina. Cuando Monroy toma conciencia del entuerto en que se ha metido no puede por menos de pensar que habría sido mejor para él continuar aburriéndose.

Quien no se va a aburrir (estoy convencido de ello) es usted, amigo lector, porque las novelas de Ravelo son adictivas, excitantes y muy entretenidas. Y además, la serie de Eladio Monroy goza del privilegio de ser “familiar”. Familiar porque  la prole que acompaña a Monroy en sus aventuras ya es parte de nuestro hábitat. Y si no, juzguen ustedes mismos... Los días que no está metido en algún lío, Eladio se presenta como siempre a las doce en el bar Casablanca (¡Tócala de nuevo, Sam!) y se sienta a leer el periódico en una de las dos mesas de chapa galvanizada que hay a disposición del público. Allí le atiende el tuerto Casimiro, Polifemo en miniatura, calvo, entrado en años y con su eterna camisa azul celeste de cartón piedra, propietario-cocinero-freganchín-encargado de la limpieza y administrativo cuando procede, un todo en uno, al servicio de la clase obrera. No tarda en recalar por el lugar el Chapi (Bonifacio, en origen), ¡buenos días caballeros y caballeras...!, mecánico de confianza, con su mono grasiento, sus gafas de montura de pasta llenas de huellas, sus uñas negras y su hedor habitual. Le acompaña Mecánico, su pequinés de ojos como pimpotas, habituado ya al lingotazo diario de cerveza que Casimiro acostumbra a servirle en un cenicero. Y Dudú, chocolate negro senegalés, un chapista de fiar que labora a las órdenes de aquél. Roquito, Juan el del Pescao y el resto de la concurrencia. Matías, antiguo vecino de Monroy, hoy recluido en una residencia y la escandalera hollywoodense que lo acompaña cuando anda metido en eso de visionar películas de acción en pijama, pantuflas y sin dentadura postiza. Gloria, su vecina y amiga, compañera con derecho a roce, a quien Monroy con sus aventuras detectivescas trae por el camino de la amargura. Ambos disfrutan de un noviazgo eterno al que se niegan a poner nombre. Paula, de sonrisa amable y mirada irónica, simpática y desenfadada, la hija que descubrió cuando esta ya se había graduado y que comparte piso con Mónica, una profesora de Lengua, inteligente y seria, que da clases en un instituto de Jinámar y que ejerce como su pareja de “deshecho”, como tienen a bien llamarlo. Manolo, sesentón barbudo, marxista y gordinflón que fundó el negocio de la librería Ei2 que ahora regenta con Gloria. Paco Nieves, el de Escaleritas, el padre de Sonsoles, ya fallecido, que había sacado adelante a su familia con una ferretería que, allá por el año del gofio, le había permitido hacerse con un pequeño patrimonio. Y, por último, Déniz  -el comisario Déniz-, siempre preocupado porque la gente que pulula alrededor de Monroy tiene la mala costumbre de palmarla. ¡Vaya si es larga la familia!

Las novelas de la serie Eladio Monroy son absolutamente singulares. Monroy -marinero en tierra- es un pensionista de la mercante que parchea su mísero sueldo con “trabajillos” realizados clandestinamente. Este Marlowe a la canaria, burlón y descarado a la vez que instruido y sensiblero, se enfrenta a los problemas con picardía y mala baba, algo que no le sale ni con lejía. Y es que Monroy no tiene un físico de gimnasio y, sin embargo, es duro. ¡Vaya si es duro! Basta con echarle una simple mirada. Un chirlo en su mejilla y un tatuaje en su antebrazo dan fe de ello. Al contrario de lo que muchos piensan, Monroy, el Monroy del que hablamos, no es especialmente inteligente. Su fama de deshacedor de entuertos le viene de su buen olfato para las patrañas mezclado con un innato instinto de supervivencia y grandes dosis de mundología. Como ven, todo un personaje este Eladio Monroy.

La literatura criminal, traviesa y juguetona y no por ello menos despiadada, nunca ha dejado de establecer firmes vínculos entre sus lectores y los lugares narrados. La ciudad, torbellino desordenado de voces y ruidos inarmónicos; de calles henchidas de tinieblas, confusión y vacío; de aceras saciadas de masas humanas irreconocibles; de hogares anónimos y parques entoldados de verde; de bosques umbríos y malaventurados rincones es un personaje más entre los humanos. La ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, marina, colorida y atlántica, es la ciudad negra de Monroy. Sus casas coloniales del barrio histórico de Vegueta y la Plaza de Santa Ana; Triana y su bulliciosa Calle Mayor, con sus compradores atareados, sus parados ociosos y sus músicos callejeros; la terraza del vetusto y agradable Hotel Madrid -punto de encuentro de la intelectualidad, el artisteo y el rojerío de la capital- donde, en múltiples ocasiones, Monroy deja que la noche se le eche encima ante una botella de Barón de Ley; San Telmo y su inigualable quiosco de estilo modernista; el mediodía ardiente y ruidoso de León y Castillo con su calle Murga y el ya famoso número 15; la serpenteante Avenida Marítima, atalaya ideal desde la que visionar los barcos fondeados en la bahía; la playa de Las Canteras, tres kilómetros de arenilla del Auditorio a La Puntilla, y sus cercanas zonas comerciales de Mesa y López, Las Arenas y el Puerto; el parque de Santa Catalina, patrimonio de Lolita Pluma y sus gatos petrificados... Sí, esta es la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, la ciudad de Monroy, hervida hasta endurecer, y se ofrece ahí, tras la puerta acristalada del bar de Casimiro -un Casablanca sin piano ni lámparas de bronce-, tan provinciana como cosmopolita, devorada por la globalización. “La ciudad de paso de la que los viajeros no se van jamás. La ciudad de los ángeles en chándal y las ratas con corbata. La ciudad de la luz y los despojos. Ahí, tendida junto al mar, está la ciudad que fundó Juan Rejón y que luego se fue alzando sobre el sudor y la sangre, una ramera haciendo la siesta, una apuesta contra el tiempo, una pregunta balbuceante”.

“...“ EL PEOR DE LOS TIEMPOS. (Serie “Eladio Monroy” Nº 5). ALEXIS RAVELO

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