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domingo, 27 de noviembre de 2016

WALTER MOSLEY: EL TROVADOR DE LOS SUEÑOS ROTOS

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http://www.waltermosley.com/
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Walter Ellis Mosley, escritor y profesor universitario estadounidense nació en Los Ángeles, California, el 12 de enero de 1952. Mosley goza de una excelente reputación entre la crítica especializada. Sus aventuras populares, con Easy Rawlins y Raymond “Mouse” Alexander de protagonistas, comenzaron con «El demonio vestido de azul» que fue publicada por WW Norton en 1990, y nominada para el Edgar. Los libros de Walter Mosley, cuarenta y tres de ficción y cinco de no ficción hasta el momento, se han traducido al menos a veintidós idiomas.

Mosley se crió en los barrios Watts y Fairfield de la ciudad de Los ängeles, hijo único de un matrimonio de raza mixta. Su padre, Leroy Mosley, era un afroamericano del sur profundo, y su madre, Ella, una judía cuyos padres emigraron a los estados Unidos desde la Europa del Este. Esta herencia racial y étnica le proporcionó una comprensión multifacética de la importancia de la tradición cultural. Aunque Walter Mosley es judío (por serlo su madre, ley ésta que deriva del Deuteronomio), no consta que profese la religión judía ni ninguna otra religión. Mosley asistió al Goddard College y se graduó en el Johnson State College de Vermont en 1977. A principios de los años 80 comenzó a trabajar en la ciudad de Nueva York como programador informático y allí desarrolló su afición por la escritura creativa, siguiendo un curso en el City College de dicha ciudad. En la actualidad compagina su trabajo literario con sus clases de «Lengua y literatura Inglesas» en la New York University.

Fue, como hemos dicho, en 1982 cuando Mosley se trasladó a la ciudad de Nueva York con su futura esposa, la bailarina y coreógrafa Joy Kellman, una mujer judía blanca con quien contrajo matrimonio en 1987 para terminar separándose diez años después. Durante ese tiempo, Mosley vio encender su amor por la lectura y la escritura, que llegó a su máxima expresión  cuando leyó El color púrpura de Alice Walker. Decidió entonces dejar de trabajar con el fin de asistir a la universidad de la ciudad de Nueva York y dedicar su vida a la escritura. Mosley ha escrito infinidad de libros en una gran variedad de géneros, incluyendo la ficción de misterio, el afrofuturismo, la ciencia ficción y la no ficción. Dos de sus relatos han sido llevados al cine o a programas especiales de televisión; su primera novela publicada, «El demonio vestido de azul», se convirtió en película, en 1995, protagonizada por Denzel Washington.

Diecisiete años de duro ttrabajo le ha llevado a Mosley escribir su serie de novelas sobre Easy Rawlins desde aquel «El demonio vestido de azul» de 1990, que recibió los elogios del ex presidente Clinton y le catapultó a la popularidad además de abrirle las puertas de Hollywood, hasta «Charcoal Joe» publicada el presente 2016. La serie policíaca de Easy Rawlins se prolonga a lo largo de 11 novelas, de las que «Rubia peligrosa» ha sido la última en ser publicada en España.

Ezequiel Rawlins es un veterano de la II Guerra Mundial que se ha afincado en Los Ángeles de finales de los años 40 huyendo de los horrores de la guerra y de sus propios miedos interiores, miedos incubados años atrás en su Texas natal. En Los Ángeles Rawlins malvive realizando las más precarias tareas, muchas de ellas al borde de la ilegalidad, y formando parte de una minoría en ebullición que comienza a engullir emigrantes sudamericanos que presagian el futuro estallido racial. Ante los ojos de Rawlins desfilan los «especímenes» más singulares de esa selva ulcerada, personajes todos ellos habituales de la corrupción moral, política y financiera. El único elemento que los diversifica es el color de su piel. Los blancos, extranjeros en su propio país, comparten los guetos que albergan a otros extranjeros y no dudan en reclamar, con reiteración, a Rawlins para que les resuelva sus «asuntos» más delicados y problemáticos. Sus novelas, las novelas de Mosley, se pueden encuadrar dentro del más puro estilo hardboilediano, donde los detectives abandonan de forma definitiva el concepto de la novela negra tradicional de policías y ladrones. Dijo Chandler que «Hammett sacó el crimen del jarrón veneciano y lo depositó en el callejón». Así los detectives de carácter rudo de los primeros años del siglo XX se sumergen en el adulterado caldo que son las ciudades americanas del período de entreguerras y se enfrentan al peligro al tiempo que recurren a la violencia. Un mundo éste que fue retratado años atrás por el propio Chandler, por Hammett y por Thompson entre otros. Esa es la literatura que recupera Mosley, la memoria que quiere recuperar. La de los negros de América sometidos a un racismo sigiloso y peyorativo, un racismo de carácter violento, como el de las plantaciones de algodón del pretérito sur, pero aún más desagradable y humillante. Una dualidad entre los negros que laboraban en la gran casona y los que lo hacían en el campo, dualidad que una mayoría blanca se negó a abolir ya que le seguía siendo muy provechosa.

Mosley ha sido aclamado por su raza por usar con destreza la novela policial popular como vehículo para hacer frente al racismo más impenitente. «Cuando empecé a escribir la serie sobre Easy Rawlins trataba de referirme a la generación de mi padre, hombres y mujeres negros que se trasladaban desde el sur profundo a diferentes partes del mundo», afirma Mosley. «Son historias maravillosas de gente que vino a vivir aquí y marcó una gran diferencia».

Mosley ha ganado numerosos premios, incluyendo el «Anisfield Wolf Award», una distinción que se otorga a las obras que aumentan la apreciación y comprensión de la raza en América. Fue finalista del «NAACP Award in Fiction», y ganó en 1996 el «Black Caucus of the American Library Association´s Literary Award». Ganó, asimismo, el «O. Henry Award» en 1996, premio dirigido a cuentos o relatos breves de elevado mérito. En 2005, el Sundance Institute le otorgó el «Risktaker Award» por sus esfuerzos creativos y activistas. En 2006 fue el primer galardonado con el «Carl Brandon Society Parallax Award», premio concedido anualmente a una obra de ficción escrita en inglés por un escritor de color.

Mosley tiene un doctorado honorario por el City College de Nueva York, pertenece al consejo de Administración del Goddard College y ha sido miembro de la junta directiva de los «National Book Awards», los Premios Nacionales del Libro.
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sábado, 26 de noviembre de 2016

LA COSTILLA DE ADÁN. (Antonio Manzini)

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LA COSTILLA DE ADÁN (La costola di Adamo)
Antonio Manzini
TRADUCCIÓN: Regina López Muñoz y Julia Osuna Aguilar
SALAMANDRA BLACK
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En vía Brocherel 22, en la ciudad de Aosta, Irina, lituana de nacimiento ella y en relaciones con el «seguidor del Profeta» Ahmed, originario de las templadas tierras de Egipto, abre la puerta del apartamento 11 para entrar en casa de los Baudo donde trabaja como empleada doméstica. En el interior de la vivienda algo no funciona bien; por la cocina parece haber pasado un tornado y el dormitorio, a su vez, está irreconocible. La mujer huye y, angustiada, grita en la calle alertando de la presencia de un ladrón. Posteriormente, con la llegada de la policía, se produce el macabro hallazgo: en una habitación oscura, Ester Baudo, una mujer cercana al otoño de su vida, aparece con una cuerda de las de tender la ropa alrededor del cuello, suspendida de la lámpara del techo. A primera vista todo apunta a un suicidio, pero algo anda mal; las joyas han desaparecido y en la penumbra se extienden las secuelas de lo que en apariencia ha sido un robo violento. El subjefe Schiavone, un personaje que goza de mal humor, irritable, transgresor al límite, pero con un sentido de la justicia muy propio, que hace caso omiso de los procedimientos con el fin de alcanzar su objetivo, se resiste a la tentación de creer lo evidente. Una sucesión de coincidencias y diferencias, así como la ambigüedad de algunos personajes, transforman poco a poco la imagen de lo que, en principio, aparenta ser un robo en una espesa niebla de misterios.

En la investigación subsiguiente Schiavone mete las narices en la vida de Esther Baudo, en sus amistades, en su monótono matrimonio con Patrick, representante de artículos deportivos, y llega a un paso de la verdad. Y cuando ya empezamos a pensar que el caso está listo para sentencia, el subjefe Schiavone, Rocco, nos sorprende de nuevo con un final fuera de lo esperado. Manzini ha escrito –innecesario es decirlo- una historia original y adictiva que mantiene los ojos pegados a las páginas y aviva la curiosidad por averiguar quién es el responsable del delito y de qué aviesos mecanismos se ha valido. 

En «La costilla de Adán» todo gira alrededor de la nieve, que incluso en marzo, no ha parado de caer. «Había llovido toda la noche y las gotas de aguanieve habían martilleado la ciudad hasta las dos de la madrugada. Luego la temperatura había descendido varios grados y claudicado ante la nieve, que cayó en pequeños copos hasta las seis, cubriendo calzadas y aceras.» La vida en esta estación de policía es un castigo para Schiavone; aquí se ve obligado a entablar relaciones con unos colegas ineficientes –baste evocar al dúo de policías más torpe, incompetente y tronchante que ha dado la novela policíaca, D´Intino y Deruta-, con jóvenes ladrones, con mujeres hermosas –la agradable y eficaz agente Caterina Rispoli y la exuberante Nora, su compañera de cama-, con malos esposos, celosos y posesivos y con amigos fieles –el alto Sebastiano y el flaco y nervioso Furio-. En esta novela los conocimientos sobre el subjefe se acentúan; como un superhéroe de cómic, con un sentido de la justicia obsoleto, Schiavone muestra su debilidad más palmaria: el recuerdo de su difunta esposa Marina, que murió en unas circunstancias que poco a poco a lo largo de las novelas, quizás, Antonio Manzini nos lleve a descubrir. Ella es un trauma que lo sigue atormentando cinco años después de su muerte. Esta carga es como una losa que aplasta sus esperanzas. Marina regresa cada noche para charlar con él, con una copa de vino en la mano, y haciendo gala del bloc donde anota la palabra del día.

La novela, «La costilla de Adán», explora el poder de la relación hombre-mujer y la solidaridad femenina; un retrato inusual, uno de los peores males de la actualidad, «porque mientras el número de casos de feminicidio no se resuelva, nunca podremos considerar a nuestra sociedad como civilizada.» Los altos niveles de asesinatos de mujeres que se registran en la mayoría de las sociedades modernas, se deben a la violencia extrema ejercida por los hombres en contra de esas mujeres y niñas, situación que muchas veces culmina con la muerte de las víctimas. En la mayoría de los casos, estas sacrificadas presentan signos de tortura, mutilaciones, quemaduras, ensañamiento, todo ello producto de las vejaciones y violencia sexual de las cuales son objeto, muchas de las veces causadas después de la muerte. Los motivos que llevan a la violencia de género y al femicidio están íntimamente relacionados con la discriminación de género. La propuesta de Manzini sobre este tema no es sólo nueva e interesante, es sobre todo eficaz, porque realmente ahonda en el problema y logra descubrir sus posibles raíces.

«En sólo dos novelas, Antonio Manzini ha hecho del subjefe de policía Rocco Schiavone un personaje inolvidable y que crea adicción», dice Corriere della Sera en la sinopsis de esta novela por la que ha apostado salamandra Black. Pero que el gracejo del individuo, su devaluada voluptuosidad, su estilo no les confundan. Nos encontramos ante un personaje difícil, con una peculiar visión de la realidad, que a su modo ama su trabajo, una labor en la que es brillante y que constituye prácticamente lo único que le exime de la negligencia y la paranoia. Lean, si no, este fragmento de «La costilla de Adán»:

«Pero para comprender el egoísmo, la rabia o la locura, Rocco debía meterse en el papel, como hacen los buenos actores antes de interpretar un personaje. Y, para meterse en el papel, debía entrar en la cabeza enferma de esa gente, enfundarse en su piel cochambrosa, mimetizarse y bajar a las cloacas para buscar con una antorcha la parte más indigna e inmunda del ser humano. Y debía permanecer agazapado ahí, en la cloaca, en la ciénaga, hasta que el culpable, el malnacido, se ponía a tiro. Después ya podía salir de nuevo a la superficie y lavarse. El problema es que tardaba días, a veces meses, en quitarse toda esa mugre. Y siempre se le quedaba una parte adherida a la piel.»
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sábado, 19 de noviembre de 2016

PISTA NEGRA. (Antonio Manzini)

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PISTA NEGRA (Pista nera)
Antonio Manzini
TRADUCCIÓN: Teresa Clavel Lledó
SALAMANDRA BLACK
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Un cadáver es descubierto medio enterrado en una pista de esquí más arriba del municipio de Champoluc, en el Valle de Aosta. El cuerpo, desmembrado y en estado irreconocible, es hallado por un rastreador sin experiencia dedicado a limpiar la nieve. Pocas son las huellas dejadas por el asesino para el subjefe provincial Rocco Schiavone, trasladado recientemente a Aosta: hebras de tabaco, tiras de ropa, restos orgánicos de varios tamaños y una señal macabra que proclama que no nos encontramos ante un accidente sino ante un asesinato. 

Rocco Schiavone, de origen romano, nació y se crio en el Trastévere. «Un policía que nació en el Trastévere, de la quinta del sesenta y seis, cuando todavía no era el barrio turístico y bullicioso que ahora es, sino un lugar popular donde también habitaban bandidos y gente de malvivir».  Schiavone ha sido trasladado a la fuerza a Aosta. No cabe duda que Schiavone ha hecho algo grande para merecer un exilio como éste; se rumorea un pequeño incidente con el hijo de alguien demasiado poderoso que no tuvo reparos en hacer que lo desterraran al paraje más lejano y dejado de la mano de Dios de Italia. Un descenso a los infiernos, sólo que aquí no se tropieza con el fuego eterno, sino con un frío que rompe los huesos. Schiavone se comporta en Aosta como un león enjaulado en la nieve. Él no es otra cosa más que un policía corrupto al que le gusta la buena vida, dicho en otras palabras, el señor Rocco Schiavone es un cabrón con un alma inmensa. Con un sentido maleable de su quehacer, sus métodos heterodoxos, su porro mañanero fumado invariablemente en el despacho, su mal humor impenitente y su escala de “tocada de cojones”, en la que un caso de homicidio ocupa el grado 10, Schiavone no es un policía al uso. Es violento, sarcástico en el sentido romano de la palabra, pedante, infiel, grosero con las mujeres, cínico con todo y todos, y para mayor inri, odia su trabajo. Pero, y todo tiene su pero... Schiavone tiene talento.

Rocco Schiavone es, sin lugar a duda, la antítesis del detective clásico. Una especie de anti Salvo Montalbano, -el personaje de Camilleri-. Schiavone se podría calificar como el espejo que refleja el negativo de todos los elementos convenientes que encontramos en el Comisionado de Vigata. En realidad, Schiavone no es un comisario, sino un subjefe provincial (la calificación de comisario ha sido derogada años atrás). Es una persona deshonesta cuya única distinción de los criminales a los que persigue es su educación militar, un hombre astuto y sin escrúpulos, dispuestos a quebrantar la ley si hay un buen dinero de por medio.

La víctima de «Pista negra» es Leone Miccichè, originario de Catania y procedente de una familia dedicada a la vinicultura. Miccichè abrió entre picos y glaciares una actividad turística de lujo, junto con su esposa Luisa Pec, una hermosa mujer que, entre otras cosas está gestando un hijo. El hermano de Miccichè, Doménico, no mantenía buenas relaciones con la víctima en vida de ésta; ambos alimentaban una pelea continua por la tenencia de unas propiedades en Sicilia. Schiavone se encuentra ante tres caminos a seguir, la venganza de la mafia siciliana, las deudas o el crimen pasional. Difícil es dilucidar el más adecuado dada la transitoriedad de todas las cosas -desde el clima hasta la fiabilidad de los testigos-, en estos valles estrechos donde todos están ligados por rasgos de parentesco.

«Pista negra» pone de manifiesto que la época dorada de la novela negra, nacida en Estados Unidos a principios de los noventa y exportada con posterioridad al resto del mundo, ha quedado muy atrás. Poco o nada queda ya de esa contracultura literaria que surgió para denunciar el lado oculto del sueño americano. Por otra parte, por mucho que se esfuercen los nórdicos en intentar demostrar que su paraíso terrenal es una falacia, que allí también suceden cosas horrendas, la idea no termina de cuajar del todo. Gran parte de la novela policial nacida en esas tierras heladas tiene un aire espurio, fingido, que siempre está de manifiesto. Más conformes a la realidad, quizás, se encuentran los escritores italianos, que exhiben las penurias humanas con una naturalidad que solo puede explicarse por su larga convivencia con el crimen y la corrupción policial que asolan el país desde buen tiempo atrás.

A pesar de este compromiso con tal realidad, lo cierto es que los italianos, la novela negra italiana en general, no maravilla en demasía. Como sus correligionarios de otros territorios, no han logrado alcanzar los niveles de sublimidad de los añosos maestros del género que, además de crear un detective notable, se las componían para exhibir ante el lector un crimen de difícil resolución, un auténtico desafío intelectual. No obstante, siempre existen honrosas excepciones...

Con cinco novelas del género a sus espaldas, de las que «Pista negra» fue la primera traducida al español, la crítica italiana ha dado en señalar a Manzini como el heredero del reconocido escritor Andrea Camilleri. Esta extendida opinión tiene su justificación no solo en la conveniencia comercial de mantener vivo un negocio editorial fructífero, sino también en ciertas concordancias que son notorias entre ambos autores. La prosa de Manzini posee, como sucede con la de Camilleri, la enorme virtud de agradar; es fresca, descarada y dinámica y destaca por sus atrevidos diálogos coloquiales. Además, como su colega de Porto Empedocle, los secundarios de Manzini están esculpidos con pocos golpes de cincel, pero tienen un carácter sugestivo y se ofrecen al lector a través de la lente del subjefe Schiavone con toda su carga sarcástica. Derribar las estructuras y los estereotipos es una práctica seguida desde la antigüedad para crear antihéroes, sólo que el experimento no siempre funciona bien. Manzini, sin embargo, se las arregla para ser un escritor diferente sin ser empalagoso o cargante en exceso.

Antonio Manzini, guionista, director y escritor italiano, trabaja principalmente como actor de cine y televisión. Entre sus publicaciones se encuentran las novelas «La sangre podrida» (2005) y «El carrusel de hámsters» (2007). La serie de Rocco Schiavone comenzó en 2013 con la novela «Pista nera» -la «Pista negra», que analizamos aquí-, que fue seguida en 2014 por «La costola di Adamo» («La costilla de Adán», también publicada en español por Salamandra Black), «Non è satagionero» (Asimismo españolizada por Salamandra Black como «Una primavera de perros», en 2015), «Era di maggio» en 2015 y «Cinque indagini romane per Rocco Schiavone» en 2016. 
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lunes, 14 de noviembre de 2016

LBCONFIDENCIAL: ¡50.000 VISITAS!

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Si bien los números no guían mis actos, son más bien las letras, en este caso las estadísticas son un motivo más que suficiente para intentar impulsar mejoras en este diario personal que nació intitulado «LBCONFIDENTIAL» y, claro está, de agradecimiento por dejarme formar parte de sus vidas y poder compartir con ustedes, desde este modesto rincón, toda la satisfacción que me proporciona la lectura.

Nuestro, y digo bien «nuestro» querido blog, acumula ya más de 50 mil visitas desde aquel 14 de agosto del 2013 en que tuve la osadía de transcribir en estas páginas las impresiones que no me atrevía a plasmar en papel. Se trata de un número «bonito y redondo», irrisorio, eso sí, si lo comparamos con las espectaculares cifras que hoy se manejan en internet, pero que a mí me colma de satisfacción. Satisfacción suficiente como para animarme a seguir indagando en el cada vez más dinámico mundo de los lectores, los libros, los escritores y la literatura.

Aprovecho esta ocasión para animar a todos aquellos que se sientan atraídos por la «LA NOVELA NEGRA» a participar con sus críticas y comentarios en este blog, y poder así adentremos juntos en el mágico bosque de las hojas escritas, dispuestos a encontrarnos con esos personajes que pueblan la historia del hombre, su sentido del amor, de la amistad y de la vida...  Como decía Jorge Luis Borges: «Uno no es lo que es por lo que escribe, sino por lo que ha leído».

Dejo constancia del hecho y reitero que me siento agradado de poder compartir con todos ustedes esta pasión. Como ya dije en otra ocasión me encanta la novela negra. Se burla de la perdición. Hace de la condena una diversión. ¿Y a quién no le gusta la diversión? Así pues, amigos, espero seguir contando con todos ustedes. Gracias, mil. O para ser más exactos: ¡Gracias, 50 mil! 
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viernes, 11 de noviembre de 2016

EL DEMONIO VESTIDO DE AZUL. (Walter Mosley)

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EL DEMONIO VESTIDO DE AZUL (Devil in a Blue Dress)
Walter Mosley
TRADUCCIÓN: Rosa Corgatelli
ANAGRAMA
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«El demonio vestido de azul» se desarrolla en Los Ángeles en el año 1948. Easy Rawlins acaba de perder su trabajo en la compañía de aviones Champions Aircraff de Santa Mónica y tiene que hacer algo de dinero rápido para satisfacer su hipoteca. La mayoría de sus amigos son de color negro y pobres. Rawlins se sorprende cuando DeWitt Albright entra en el bar de Joppy. El olor y la atmósfera sucia del bar, por lo general, mantienen a los blancos a distancia. Sin embargo, todo lo relacionado con el señor DeWitt es de color blanco, desde su piel a los más pequeños  elementos de su indumentaria: traje de lino, camisa, sombrero panamá de paja, zapatos y calcetines de seda. Rawlins está acostumbrado a la compañía de los blancos, no en vano luchó durante la Segunda Guerra Mundial en África, Italia, París y Alemania. «Comí con ellos y dormí con ellos, y he matado a suficientes hombres jóvenes de ojos azules para saber que tienen tanto miedo a morir como yo». El Sr. Albright hace favores encubiertos para ciertas personas y quiere que Rawlins lo ayude en su próximo trabajo.

Ezequiel «Easy» Rawlins acude al local de John -un bar clandestino antes de que revocaran la Prohibición- con el objeto de averiguar si alguien ha visto a Daphne Monet, una mujer blanca, rubia, hermosa, difícil de encontrar y más bien fatal, a la que le gusta pasar el rato en los clubes negros de jazz. Los experimentados lectores de misterio pueden predecir que esta simple tarea terminará por sumergir a Rawlins en una complicada serie de intrigas que involucran a otros hombres ricos blancos, otras mujeres, más dinero, y un notable número de cadáveres.

Los temas de la raza y la guerra transitan por los dos primeros capítulos de «El demonio vestido de azul» como testimonios de una época. La novela se desarrolla en un período anterior a la aparición del «Movimiento por los Derechos Civiles», por lo que Mosley incluye indicadores de la segregación y la alienación cultural en su narrativa. Por otra parte, Mosley utiliza la novela como un vehículo para explorar la descarnada realidad de la gente negra, víctimas de la resaca racial y del absurdo sentimiento de superioridad de sus coetáneos blancos. La primera frase del libro establece ya las tensiones raciales en juego: «Me sorprendió ver a un hombre blanco entrar en el bar de Joppy». Y nos es que el Sr. Albright fuera blanco, es que «parece especialmente blanco en contraste con la barra oscura, sucia y negra del bar de Joppy». El carácter blanco viene a representar el poder que los blancos tienen sobre los negros en la sociedad de Rawlins. 

Rawlins recuerda, con sentimiento agridulce, los ojos de los soldados alemanes a quienes mató en combate durante la Segunda Guerra Mundial. Cuando mató a aquellos alemanes blancos él tenía el control, en lugar de suceder al revés. Al hacerlo, Rawlins expresa la frustración común de los soldados negros que regresaron a sus comunidades del Sur después de la Segunda Guerra Mundial y que habiendo luchado por su país se encontraron una vez más como ciudadanos de segunda clase.

Debido a que es consciente de su condición de relegado por su color, Rawlins está especialmente orgulloso de ser propietario de una casa. A lo largo de la novela, habla con amor de su humilde morada. De hecho, su orgullo por su casa es lo que lo motiva a enredarse en los turbios asuntos del Sr. Albright. Rawlins lo necesita para pagar la hipoteca. 

A través de las primeras páginas de «El demonio vestido de azul», Walter Mosley nos pone en antecedentes sobre la «Great Migration», la gran migración negra que condujo durante la primera mitad del siglo XX al desplazamiento de 1,75 millones de afroestadounidenses desde los estados meridionales hacia los del medio oeste, noroeste y oeste de dicho país en una huida desesperada del racismo y en la búsqueda de trabajo en las pujantes ciudades industriales. «Cuando abrí la puerta me golpeó en la cara la fuerza de la trompeta contralto de Lips. Escuchaba a Lips y a Willie y a Flattop desde que era un muchacho en Houston. Todos ellos y John, y la mitad de la gente que se hallaba en aquel recinto atestado, habían emigrado de Houston después de la guerra, y algunos antes. California era como el paraíso para los negros del Sur. La gente contaba historias de cómo podía comer fruta directamente de los árboles y conseguir el suficiente trabajo como para jubilarse algún día. Las historias eran ciertas en su mayoría, pero la verdad no era como el sueño. La vida era dura también en Los Ángeles y, aunque uno trabajara todos los días, seguía sin salir del pozo.»
En el fondo  «El demonio vestido de azul» es el clásico misterio del hallazgo de una chica. Lo que lo distingue, y le proporcionó a Mosley, hace veintiséis años, el elogio y la atención de la crítica, es el cuidado tratamiento del escenario de Los Ángeles de la posguerra y las relaciones raciales que se desarrollan en torno a la acción. 
«El demonio vestido de azul» hace honor a la tradición dura de Hammett, Chandler y Cain en su historia y en su actitud, pero Mosley nos lleva por algunas calles que sus predecesores espirituales no podían conocer, ya que eran blancos. Las escenas interesantes de la vida negra en 1948 proporcionan una especie de historia social que no existe en otra novela policíaca, y  prestan un ambiente que realza esta historia de crimen y violencia. Al igual que el mejor de los contadores de historias «noir», la fuerza de Mosley está en sus diálogos.

Mosley lleva a cabo todo ésto en el contexto de un movimiento rápido, entretenido, con una historia escrita en un estilo impresionante. Este es el tipo de libro que te deja el anhelo de leer más sobre las aventuras de Easy Rawlins.  Estoy dispuesto a apostar que Easy nunca llegará a trabajar de nuevo en esa compañía de aviones. Él tiene una larga y activa carrera por delante como detective privado.
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domingo, 6 de noviembre de 2016

UNA MUERTE ROJA. (Walter Mosley)

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UNA MUERTE ROJA (A Red Death)
Walter Mosley
TRADUCCIÓN: Susana Lijtmaer
ANAGRAMA
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Walter Mosley fue galardonado el 30 de mayo de 2016 con el «Grand Master» por la «Mystery Writers of America» (MWA). El premio «Grand Master» de la MWA representa el pináculo de los logros para un escritor de misterio y se estableció para reconocer las contribuciones de relevante importancia a este género. Cuando se le dio a conocer su triunfo en el «Grand Master», Mosley comentó: “El premio «Grand Master» es la cúspide de mi carrera como escritor de delito. Es uno de los acontecimientos seminales de mi vida.”

Walter Mosley pasa por ser uno de los escritores más aclamados y prolíficos en el terreno de la novela criminal actual. Empezó a escribir cuando tenía treinta y cuatro años, y desde entonces ha publicado más de cuarenta novelas. Es también el autor de color más exitoso y conocido actualmente en el campo de la novela criminal.

Mosley se dio a conocer al gran público por su serie sobre «Easy Rawlins»; serie que vio la luz con la novela «El demonio vestido de azul» allá por 1990. Ésta obra que fue llevada al cine y protagonizada por Denzel Washington. Mosley también ha escrito otras tres sagas, con  Fearless Jones, Leonid McGill y Socrates Fortlaw como protagonistas. Además, ha cultivado la crítica social, la ciencia ficción, no ficción, ficción para jóvenes, obras de teatro, novelas gráficas, y numerosos cuentos.

La segunda novela de Walter Mosley, «Una muerte roja», confirma que nos encontramos ante un narrador extraordinario. La historia se desarrolla en 1953, el período del macartismo. Cinco años después de su primera aventura acaecida en 1948 -«El demonio vestido de azul»- Ezekiel P. Rawllins, alias «Easy Rawlins», ha utilizado el dinero robado entonces para comprar un par de apartamentos de los que es titular en secreto y que ahora mantiene en alquiler. Él simula trabajar para Mofass, su supuesto manager, y en realidad se hace pasar por conserje de los apartamentos que posee, disfrutando tranquilamente de los frutos del alquiler que tales propiedades le generan. El problema se avecina, sin embargo, cuando un agente del Servicio de Impuestos Internos –IRS-, llamado Reginald Lawrence, le requiere para aclarar el origen de su peculio. Rawlins se ve enfrentado así a la amenaza de prisión.

Como si esto no fuese suficiente, EttaMae y LaMarque, la esposa y el hijo de su antiguo compinche Raymond Mouse, se presentan en su casa de Los Ángeles, procedentes ambos de Houston. EttaMae se ha distanciado de Mouse y quiere vivir con Easy. Rawlins desea a EttaMae, pero sabe que vivir con ella le podría acarrear un enfrentamiento con Mouse. Efectivamente, su implacable y mortal amigo Mouse no tarda en aparecer en Los Ángeles en busca de su ex mujer EttaMae, que ha huido con su pequeño hijo. La solución más fácil es encontrarle un apartamento a EttaMae y LaMarque y distanciarse de ellos.

La situación con el IRS da un giro inesperado tras la reunión de Rawlins con Lawrence. Rawlins es salvado de una acción drástica cuando un agente de la Oficina Federal de Investigaciones (FBI), llamado Darryl T. Craxton le ofrece un trato. Craxton le propone arreglar sus problemas con Hacienda a cambio de su ayuda para desenmascarar a un sospechoso de actividades comunista llamado Chaim Wenzler. Wenzler, de religión judía, está presente en varias iglesias negras, incluyendo una ubicada en el vecindario de Rawlins. Easy sabe que para los negros éste es un mundo muy difícil, sobre todo para los negros pobres que aspiran a algo mejor. Los impuestos le acosan y, para defender sus propiedades, se ve obligado a aceptar el «trato» que le propone el FBI, trato que consiste en infiltrarse en la Primera Iglesia Baptista Africana, espiar a sus pastores y feligreses y, ¡cómo no!, al rojo Chaim Wenzler, un judío superviviente de los campos de concentración nazis, que ahora hace beneficencia para la muy negra iglesia baptista... No transcurre mucho tiempo hasta que un lento barullo de muertes e intereses complican la existencia de Easy Rawlins. Sin embargo, con su gran habilidad y su distanciada causticidad para estos casos, logra encontrar las salidas, destapa los problemas y, como no podía ser menos, vuelve a perder a su chica. Todo al estilo de los detectives del pasado, de aquellos de las películas en blanco y negro.

Walter Mosley ha creado un antihéroe maravilloso, algo descarado y profundamente humano: respeta a los débiles, no se aprovecha de las situaciones fáciles y tiene conocimiento de ser un perdedor, aunque hace justicia, ¡eso sí!, a su manera. Un grupo de fracasados cotidianos –aquellos por los que el autor siente gran comprensión- acompaña al detective continuamente, esbozando a la vez, en evocadores tonos grises, una época ya pasada de la historia de Estados Unidos. El resultado, gracias a su admirable ritmo, es sumamente sugerente, sin que resulten forzados los asomos de pasión, al menos no tan manifiestos como en muchas novelas del género. Los misterios se combinan con los convenios tradicionales de la novela policíaca, con elucidaciones sobre las desigualdades raciales y la injusticia social que han acompañado a través de la historia a los afroamericanos y otras personas de color. Mientras Mosley recupera el tono de Hammet, Chandler y Macdonald, con quienes ha sido comparado y de quien él mismo se siente continuador, Rawlins sigue claramente la tradición de Sam Spade, Philip Marlowe y Lew Archer, de quienes se diferencia en que Rawlins es un investigador privado sin licencia, sin formación o capacitación en la aplicación de la ley.

Mosley ha escrito diez novelas y una colección de historias cortas, protagonizadas todas ellas por «Easy Rawlins», su personaje más popular. «Una muerte roja», su segunda entrega, sólida y entretenida, es brillante en el retrato de un tiempo y un lugar indeleble a la realidad de Easy Rawlins, un hombre negro en un mundo que todavía no está preparado para aceptarlo. Mosley, con su talento único, ha creado un clásico del género. 

Reconfortan, por último, las declaraciones de propio Mosley: «Lo que admiro en escritores como Charles Dickens o Mark Twain es que son accesibles para todos y que elevan a la gente». Algo así consigue su libro, en un género distinto.
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