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viernes, 1 de marzo de 2019

EL ÁNGEL (Sandrone Dazieri)

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EL ÁNGEL (L'Angelo)
Sandrone Dazieri
TRADUCCIÓN: Xavier González Rovira
ALFAGUARA
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Sandrone Dazieri retornó a las librerías italianas en 2016 de la mano de Mondadori, tras su éxito “No está solo”, con un electrizante thriller: “El Ángel”. Es esta una novela de múltiples capas, compleja, llena de giros y vueltas y satisfactoriamente oscura. “El Ángel” supone, asimismo, el regreso de la pareja formada por Colomba Caselli y Dante Torre, dos personajes que luchan contra sus propios demonios mientras resuelven crímenes extremadamente desagradables. En esta ocasión el gambito de apertura de la jugada es el vagón de primera clase de un tren procedente de Milán, una especie de barco fantasma en misterioso trato con las sombras. A las doce menos diez de la noche el tren entró en la estación Termini de Roma y descargó en el andén número 7 una cincuentena de pasajeros. Del coche de lujo, del vagón de primera clase, extrañamente, no salió nadie. Todos los pasajeros fueron encontrados muertos. Aunque todo apunta a un ataque terrorista e ISIS reivindica la autoría a través de un video, Colomba prefiere pedir consejo a Dante Torre, a quien no dirige la palabra desde hace meses. Torre es la única persona capaz de ver lo que nadie más es capaz siquiera de imaginar.
La subcomisaria Caselli, que acaba de reincorporarse al servicio tras su último caso, es quien se encarga de evaluar la masacre. «Se trataba de una mujer que se había reincorporado al servicio después de una larga convalecencia y de una serie de contratiempos que habían sido objeto de debate durante meses en todos los talk shows. Se llamaba Colomba Caselli y, más adelante, alguien consideró que su llegada había sido un golpe de suerte. Ella no.» Las sospechas recaen inmediatamente sobre los de siempre: los musulmanes. Se suceden unas cuantas redadas a varias mezquitas locales hasta que Dante empieza a sospechar  que tal vez el Estado Islámico no es del todo culpable. Lo que la pareja descubre mientras viaja por Alemania, adonde la han conducido las últimas pesquisas, es que la verdadera responsable de tal locura es Giltiné, una especie de ángel vengador, una malvada tan antológica como metafísica, un ser diseñado para matar que va dejando las huellas dactilares de la Stasi y el KGB allí por donde pisa. «Musta estaba en lo cierto, realmente es un ángel. Sólo que se trata de un tipo peculiar: el Ángel de la muerte.» No va muy desencaminada esta afirmación, no en vano Giltiné es el nombre de la diosa de la  muerte en la mitología lituana. Una mujer que disfruta inyectando jeringas llenas de mescalina y psilocibina en los ojos de sus víctimas. Una joya diseñada a la medida para el caso.
El dúo ideado por Dazieri tiene su química, por lo excéntrico de uno, una excentricidad que roza lo esperpéntico, y la mesura de la otra. Dante y Colomba son dos personajes heridos e insobornables. Él, un héroe frágil y a la vez inteligente, claustrofóbico, adicto al café y a las pastillas (el primero lo toma de todos los gustos y colores, las segundas a destajo), un personaje que ha pisado el infierno y conoce la maldad del alma humana con todo lujo de detalles. Ella, al contrario, una heroína fuerte y testaruda, respetada dentro del cuerpo de policía y que aún conserva las huellas del Desastre. Puede que esta pareja no ofrezca muchas esperanzas en cuanto a la ficción pero no es menos cierto que el escritor ha sabido cogerle el pulso.
Así que, de nuevo Dante y Colomba, un crimen horrendo y una frase que puede hacer historia: “La muerte llegó a Roma a las doce menos diez de la noche”... Y luego un entramado de conspiraciones sazonado a ritmo de thriller. Dazieri no da tregua, encargándose de que siempre haya un foco de acción abierto con objeto de atraer la atención del lector. El escritor se vale de su profesión de guionista y utiliza imágenes de impacto visual que le permiten economizar en descripciones.
Estoy convencido que los amantes de las novelas sobre asesinatos despiadados y violencia sin límite lo pasarán en grande con este libro, muy alejado de las historias de Brunetti y Montalbano. Aquí el ritmo marca con su frenética acción la necesidad de mantener al lector en un estado de continua ansiedad y reforzar así la duda del misterio y la promesa de un desenlace brillante y colorido. El resultado, no podía ser de otra forma, es que se cae en lo excesivo. Hay demasiado caos y el conjunto comienza a perder pie. No queda claro quien supera a quien, si la realidad a la ficción o al contrario. Existe, o así me lo parece, una alteración desequilibrada de la acción por el mero hecho de exagerar. Pero (todo en esta vida tiene un pero) el escritor lo tiene claro: «Lo que intento hacer en los libros es hablar de mis dudas, no dar respuestas.»
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