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sábado, 17 de junio de 2017

MIENTRAS SEAMOS JÓVENES. (José Luis Correa)

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MIENTRAS SEAMOS JÓVENES
José Luis Correa
ALBA EDITORIAL
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Ricardo Blanco no es nuevo en estas lides de la investigación. Ricardo Blanco forma ya parte de la imaginería de la novela negra española por derecho propio desde que allá por 2003 se dio a conocer en «Quince días de noviembre». A partir de entonces hemos tenido ocasión de disfrutarlo en ocho entregas más de la saga, todas ellas publicadas por Alba editorial. El título de ésta que traemos a colación hoy, la octava de la serie, forma parte del himno universitario “Gaudeamus Igitur” (Alegrémonos pues, mientras seamos jóvenes. Tras la divertida juventud, tras la incómoda vejez, nos recibirá la tierra.) y se inicia con el descubrimiento del cuerpo sin vida de una estudiante italiana de doctorado en la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria y la detención de su supuesto asesino, un profesor de patología animal con dedicación en la facultad de Veterinaria de dicha Universidad.

Las casualidades de la vida hicieron que la presentación de «Mientras seamos jóvenes» tuviera que ser cancelada en su momento. El día anterior fue encontrado el cuerpo sin vida de una alumna de la universidad. Había sido asesinada en su propio domicilio a base de recibir severos golpes en la cabeza. El hecho mantiene similitudes notables con la descripción que Correa hace del asesinato de su protagonista. «¿Opiniones y conjeturas? Tal vez. Sim embargo, existía un hecho crudo y objetivo. El de una muchacha muerta en el zaguán de su piso, en la calle Montevideo. La cabeza reventada contra el cuarto escalón. La falda por la cintura. Las bragas alrededor del tobillo derecho. Los ojos entreabiertos. Y una mueca de horror imposible de olvidar.» La asonancia entre la realidad y la ficción, no podía ser de otra forma, afectó en grado sumo a las emociones del escritor.

La novela comienza con una entrevista en la cárcel del Salto del Negro, en la capital grancanaria, entre Jorge del Amo, asesino inconfeso de la estudiante italiana Paola Bortolucci, y Ricardo Blanco, un detective a la antigua usanza, un tipo duro y sentimental, sesentón pero con el espíritu del mejor Marlowe, bogartiano él, amante del jazz, que se presenta como un ser ingenioso, solitario y tremendamente cáustico. En ella Del Amo declara haber sido objeto de una encerrona, detrás de la cual intuye la sombra proyectada por alguien que quiere joderlo bien jodido. Paola había desembarcado en la isla a principios de septiembre con el comienzo del curso, recomendada por prestigiosos profesores de Sicilia. Sus relaciones con Del Amo comenzaron antes de Navidad, quizás generadas por el subidón que le proporcionaba a éste el hecho de que una mujer joven se hubiera fijado en él. A medida que se adentra en la investigación, Blanco no se siente seguro de que su cliente merezca el tiempo que le dedica para librarlo de una condena que todos dan por segura. No en vano a Del Amo le acompaña una fama de arrogante, de maltratador y mujeriego, que hace que a Blanco no le caiga bien. «No me caía bien. Me jodía reconocerlo pero Jorge del Amo no me caía bien. Desde la primera vez que lo vi en aquella habitación desabrida del salto del Negro hubo algo en él que no me convenció.»

«Mientras seamos jóvenes» es una novela que discurre sin diálogos, lo que no implica que no los haya. Es el cuentista, en este caso el propio detective, el que nos los deja entrever en una narración en primera persona, con una prosa ágil y dinámica, un lenguaje poético y directo a la emoción, unos personajes solitarios y complejos, el tema recurrente de la muerte y la visión socarrona del mundo, algo muy característico del personaje de estas tierras, ya presente en las novelas costumbristas de Galdós. En su «Carta a Pepe Carvalho» Correa lo deja bien claro: «¿Y qué me dices del humor? Sin duda es algo que tiene que ver con éso de la comida. A los parientes del norte les da acidez, a nosotros socarronería. Por eso ellos tienen ese rictus malhumorado y tieso, por éso sostienen la filosofía del amargado. Nosotros no, querido Pepe. Nosotros nos tomamos la vida de otra forma. Nos sabemos igual de perdedores, igual de mortales que ellos pero sobrevivimos a nuestra mortalidad con grandes dosis de humor. Nos encogemos de humor. Y sonreímos.»

La violencia de género, las intrigas académicas, los conflictos generacionales, la inmigración, la xenofobia, la lentitud de la justicia y la burocracia, se dan la mano en una obra que es, además de una novela negra, una reflexión sobre la actualidad (la local y la de otras latitudes) y un tratado sobre el miedo, la venganza y el odio. Según palabras  del propio Correa: «el escritor siempre trata de reflejar el alma humana, la bondad y la maldad, y los maltratos. Un tema éste delicado porque afecta a la vida cotidiana y doméstica y el inductor es alguien cercano, de tu propia familia, no un enemigo externo.»

A José Luis Correa le cuesta reconocerse como escritor de novela negra, él sólo se reconoce como escritor. Y tiene motivos para ello, no en vano su carrera de novelista se ha visto refrendada con importantes distinciones, como el premio Benito Pérez Armas, en Santa Cruz de Tenerife, 2000, el Ciudad de Telde, en Las Palmas de Gran Canaria en 2002 y el Vargas Llosa, en Murcia, también en 2002. «Muchos amigos consideran que mi novela no es negra, que es medio gris... Puede ser. Lo que está claro es que mi ritmo narrativo se acerca mucho más al bolero que a una trama de puñalada tras puñalada.» Lo cierto es que las novelas de Correa tienen carácter, son propias de un novelista que goza de un gran dominio de los recursos narrativos, que orienta hacia la caracterización de los personajes. La descripción del espacio es ejemplar. No se puede negar que «Mientras  seamos jóvenes» es un magnífico friso de los lugares, las gentes y los entresijos de Las Palmas de Gran Canaria. «A mí Las Palmas me ha parecido siempre una ciudad muy literaria. Aparte de mi amor por ella, entiendo que aquí se vive, se muere, se ama, se siente uno solo, en compañía, se disfruta, se hiere como en cualquier lugar del mundo. Mis personajes no podrían vivir en otro lugar. Piensan y viven como isleños y es natural que vivan aquí.»

José Luis Correa se confiesa un vago. La documentación le produce urticaria (según sus propias palabras) porque le requiere mucho tiempo y a él, como a todo escritor, lo que le gusta es escribir...
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