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domingo, 4 de junio de 2017

ASESINATO EN EL COMITÉ CENTRAL. (M. Vázquez Montalbán)

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ASESINATO EN EL COMITÉ CENTRAL
Manuel Vázquez Montalbán
EDITORIAL PLANETA
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Manuel Vázquez Montalbán, periodista, escritor y miembro del Comité Ejecutivo del PSUC, presenta en «Asesinato en el Comité Central» lo que el autor considera una novela de aventuras y una crítica al sentido religioso de la militancia del Partido Comunista. En medio de una profunda crisis de identidad el PCE afronta la reunión de su Comité Central en un ambiente de lo más tenso. El partido ha aglutinado a su alrededor gran parte del descontento social y ha sido incapaz de convertir ese apoyo en votos. Las luchas internas están a la orden del día. Según la trama argumental Fernando Garrido, secretario general del PCE, muere asesinado tras un breve apagón de luz en el transcurso de una sesión del sanedrín del partido. Un dolor de hielo le traspasó el chaleco y le vació la vida. «Volvió la luz y Santos fue el primero en comprender que la escena había cambiado, que no era normal que Fernando Garrido tuviera la cabeza sobre su carpeta, una cabeza ladeada que le enseñaba la boca abierta y los ojos más vidriados que los gruesos cristales de las gafas desplazadas hacia la frente.» Aquel, el partido, encargará la investigación a Pepe Carvalho, detective, hombre maduro y gourmet, ex agente de la CIA y antiguo militante comunista. Para Montalbán «Asesinato en el Comité Central» es, según sus propias palabras, «Una novela que entra en la fatalidad de muchas lecturas. Soy consciente de ello y he ido aplazando su publicación para que no pudiera interpretarse como una crítica en momentos en que había problemas en el Partido Comunista.»

El Partido Comunista de España (PCE) había nacido de la unión del Partido Comunista Español y el Partido Comunista Obrero Español y había sido legalizado en la Semana Santa de 1977 al amparo de la Ley para la Reforma Política impulsada por el Gobierno del entonces presidente Suárez. En aquellos momentos coexistían en el partido dos tendencias antagónicas y contrarias a la dirección del secretario general: «los leninistas» (también denominados “prosoviéticos”) que se encontraban muy cercanos a una postura ortodoxa y ligada a las directrices de la Unión Soviética y «los renovadores» que, por el contrario, defendían una actitud más moderada y aperturista. En 1981, el Partido Comunista estaba en crisis y el Partid Socialista Unificat de Catalunya también soportaba fuertes tensiones internas pese a haber conseguido una mayor presencia popular. Crisis de identidad, crisis generacional y crisis estratégica, todo en uno.

El argumento de «Asesinato en el Comité Central» gira en torno a  la corrupción de las instituciones sociales: el Partido Comunista Español, el gobierno, la CIA, el comunismo europeo y los partidos de derechas. También se deja notar el elogio a la dedicación y los sacrificios de los comunistas, víctimas a lo largo de su historia de innumerables asesinatos, persecuciones, encarcelamientos y exilios. Su lucha en la época de Franco por el bienestar social y su idealismo utópico, hechos todos ellos  que contrastan con la actualidad posfranquista y su papel ambiguo en alianza con el gobierno socio-democrático del PSOE. Así, según palabras de uno de los personajes de la novela: «Tal vez no tengamos una presencia relevante cuantitativamente hablando. Pero si tenemos una importante presencia cualitativa. Cuando se sale de una dictadura en general, sólo están realmente organizados los que han combatido sistemáticamente contra esa dictadura. En el caso de España éramos los comunistas. Éso nos hace imprescindibles en cualquier estrategia de izquierdas y para cualquier proceso de consolidación democrática.»

No pasa inadvertida en la novela la idealización de la figura  del añoso Santos Pacheco,  representante de la generación de los treinta, aquellos que vieron los primeros brotes del comunismo en los años de la Segunda República, aquellos que tuvieron que enfrentarse a todos los horrores de la guerra y el franquismo, en contraste con la generación joven -la que representa aquí Esparza Julve- que se sienten traicionados por la historia y sus mayores y que buscan alejarse de ellos. «Por aquella cabeza  ya no pasaban las sombras animadas de las dudas, sino recuerdos, una, dos, tres, mil biografías en relación con Esparza Julve, con Julvito. Carvalho había visto en los ojos de Santos la progresiva conformación de un ruego: ése no, por favor, otro cualquiera, ése no.»

Conviene dejar claro que en una novela negra lo importante no es tanto descubrir al asesino como destacar las peripecias violentas del investigador privado y su capacidad para afrontarlas. La novela negra es, esencialmente, acción. Aquí, como no podía ser menos, se nos presenta un protagonista heroico, fuerte, inteligente, audaz, violento e imparable en la búsqueda de la verdad y la defensa del bien. A este respecto dos cosas son destacables. La acción no transcurre en Barcelona, sino en Madrid. El clima que se respira aquí es el de la capital de España, contemplado desde la perspectiva de un periférico. Montalbán ofrece una visión lejana de Madrid, una visión crítica y por momentos injusta. Muy en el fondo se perciben las virtudes de una Barcelona “más europea” frente a la crudeza y simpleza de un Madrid más arcaico. «Yo suelo protagonizar películas en blanco y negro. Ustedes me ofrecen una superproducción en Technirama, con gobiernos y aparatos policiales por medio. Además en Madrid. Estoy cansado de viajar. Conozco Barcelona palmo a palmo y a pesar de eso a veces me resulta insoportable. Imagínense moviéndome por Madrid, una ciudad llena de rascacielos, funcionarios del ex régimen.» Y además, para colmo de males, la acción se sitúa en el seno del Comité Central del Partido Comunista de España, un mundo cerrado, con sus propias leyes y con personajes definidos en clave.

Contemplada desde la perspectiva actual «Asesinato en el Comité Central» tiene algunos aspectos mejorables. Muchos de sus personajes parecen estereotipos, algo de lo que ya avisó el autor en la presentación de la obra: «Fundamentalmente, los personajes son arquetipos, no personajes reales. La gente pensará, por ejemplo, que trato con excesivo cariño al sucesor del secretario general; pero si lo hago así es porque creo que no existe este sucesor. Hay quien cree identificar en el libro a Simón Sánchez Montero. Pero no es él, son varios.» Por otro lado, la urdimbre resulta un tanto tosca, con referencias y situaciones demagógicas en exceso. En cualquier caso queda al descubierto la mediocridad de las organizaciones, la falta de escrúpulos de quienes aspiran a controlar la existencia del prójimo, el mal funcionamiento de las instituciones, las traiciones y puñaladas traperas en política, en definitiva, las miserias del ser humano.
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