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Los Ángeles de
finales de los años cuarenta es una ciudad de promesas y prosperidad, excepto
para el expiloto de aviones de combate Dix Steele, cuya existencia es un oasis
de tedio en comparación con la “sensación de poder, euforia y libertad que le
producía surcar los cielos en solitario”. Steele pasa las noches merodeando
entre paradas de autobús vacías y playas en penumbra en busca de mujeres
jóvenes y solitarias. Apenas tiene dinero y no ve ninguna salida a sus
frustraciones. ¿Dónde ha quedado el sueño americano? Su vida da un giro
inesperado cuando se reencuentra con su viejo compañero del ejército, Brub, que
trabaja para la policía de la ciudad y que va tras la pista de un estrangulador
de mujeres que lleva meses sembrando el terror en sus calles…
“En un lugar
solitario” es un clásico de la época dorada de la novela negra, pero es también
una obra avanzada a su tiempo, cuyo desenlace feminista trasciende los códigos
habituales de un género en el que las mujeres solían verse relegadas a un papel
testimonial o al rol de “femme fatale”.
El
aburrimiento mundano de Dixon Steele adquiere un tono brutal y misógino de la
mano de Humphrey Bogart en esta obra maestra del cine negro dirigida por
Nicholas Ray, una adaptación del duro thriller de Dorothy B. Hughes, que cambia
su historia y rehabilita al protagonista masculino a cambio de dotarlo de una
fuerte dosis de pesimismo y derrota.
Bogart es
Dixon Stelle, un guionista de Hollywood borracho y depresivo, cuya tendencia a
la violencia y al odio hacia sí mismo se ve alimentada por unos buenos años de
fracaso personal. Al igual que los directores, productores y actores con los
que tropieza frecuentemente en los bares, sus mejores días datan de los tiempos
previos a la Segunda Guerra Mundial. Una noche su agente le propone adaptar un
bestseller estúpido y sin contenido y Seller acepta sin pensárselo dos veces.
Mildred Atkinson (Martha Stewart) le comunica que conoce bien el libro y Stelle
la invita a acudir a su casa a contarle el argumento. Habiendo establecido que sus
motivos son caballerosos, la chica acepta.
Cualesquiera
que fuesen las intenciones de Dix Stelle, estas se hacen trizas cuando se da de
bruces con una vecina al acompañar a Mildred a cruzar el umbral en su camino de
regreso a casa. Laurel Gray (Gloria Grahame) se regodea irónicamente de lo que interpreta
como unos propósitos torpes y depredadores de Dix sobre esa pobre niña. Como no
podía ser de otra forma, Dix cae rendido a los encantos de la hermosa y
elegante Laurel, tanto es así que no siente ningún rubor en confesar la
turbación que le produce su presencia: “Usted me incomoda”, acierta a afirmar
al descubrir el rostro de la joven tras la puerta de su apartamento, en la que
es, ciertamente, una de las escenas más deslumbrantes del personaje. Y cuando
esa noche los acontecimientos toman un giro terrible para Mildred, Laurel salva
a Dix de las sospechas de la policía facilitándole una coartada honesta y
precisa. Ambos, Dix y Laurel, Laurel y Dix, comienzan a salir, pero la
propensión de aquél a la violencia asusta a ésta y más cuando escucha de sus
propios labios cómo una vez le rompió la nariz a su exnovia. ¿Será Stelle el
asesino psicótico que acabó con la vida de a Mildred?
Bogart tenía
50 años cuando protagonizó la película y Grahame 27 y sin embargo la diferencia
de edad entre ambos no se manifiesta tan relevante debido a la notable
confianza, madurez y carisma de la Grahame. Ella es elegante, sexy y dueña de
sí misma. A su vez, la actuación de Bogart es atrevida, se comporta de forma
cínica e indiferente ante todo lo que hace referencia al asesinato de Mildred.
Cuando acude a
cenar con su antiguo compañero del ejército Brub (Frank Lovejoy), convertido
ahora en el policía que investiga el caso, ocurre algo espeluznante en la forma
en que Steele idea (haciendo uso de su experiencia imaginativa y creativa) cómo
se habría comportado el asesino con su víctima: “En mi imaginación he matado a
decenas de personas”. El rostro de Bogart pierde toda su belleza -arruinada
ésta a medida que se sobreexcita al evocar el asesinato-, se vuelve arrugado y
sus dientes torcidos sobresalen espantosamente.
Como corresponde a una película sobre un guionista, la película es intrigantemente consciente de sí misma. Así, Nicholas Ray apuesta abiertamente por la ambigüedad. En el desenlace original que propuso, Steele acaba asesinando a Laurel después de un arrebato de furia. A continuación, termina su guion y es conducido a comisaría por el detective Brub. Ray no estaba convencido de este final y finalmente filmó el que todos conocemos, que encaja más con el estilo abierto de la película. Después de que Stelle tome conciencia de todas las sospechas de su amante y la ataque en un arrebato de furia, recibe una llamada en la que le comunican que el asesino ha sido capturado. La realidad es que ya no importa que Stelle no sea el asesino -para Dorothy B. Hughes lo es, para Nicholas Ray no-, lo único cierto es que la relación de la pareja ha sido destruida. Dix no puede soportar la falta de confianza de ella y Laurel no se ve con fuerzas para vivir con un hombre capaz de someterla a pruebas tan duras. Quizás Dix no lo hizo, pero este caso revela que es irremediablemente culpable de todo lo demás. Un seductor clásico del cine negro.
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