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viernes, 29 de julio de 2016

EL ARRECIFE DEL ESCORPIÓN. (Charles Williams)

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EL ARRECIFE DEL ESCORPIÓN (Scorpion Reef)
Charles Williams
TRADUCCIÓN: Beatriz podestá
MEDIANOCHE EDITORIAL, 2016
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Charles Williams escribió más de veinte novelas. La primera media docena de ellas, -«Hill Girl», «Big City Girl», «River Girl», «Hell Hath No Fury», «Nothing in Her Way» y «Go Home, Stranger»-, pertenecen a lo que podríamos calificar como “noir de la selva virgen”; son relatos ubicados en el gótico sureño que recorren la vena de ficción abierta por Erskine Caldwell en «El camino del tabaco». En ellos se muestra una serie de personajes sumidos en la miseria material y moral que, sin embargo, tienen destellos de una profunda humanidad que les hace acreedores de la simpatía del lector. Son, éstas, novelas que recrean la depresión, la elemental subsistencia de los aparceros laborando la cosecha, la corrupción política, los personajes atrapados en vidas de desesperación y desesperanza cuya única salida posible es la vía férrea que corre fuera de la ciudad. 

Esos primeros relatos generaron la reputación de Williams, pero el pulimento afloró cuando comenzó a escribir sobre el mar.

La primera de sus historias sobre el mar, «El arrecife del escorpión» (Scorpion Reef), se publicó inicialmente como una novela original en rústica  y tuvo una vida separada en edición de bolsillo como «Gulf Coast Girl». La aventura es una encantadora genuflexión a ese gran misterio marino que fue la pérdida del Mary Celeste, un bergantín botado en Nueva Escocia en 1861, y que está considerado como un buque fantasma, ya que fue encontrado en pleno Océano Atlántico navegando a toda vela y sin tripulación rumbo a Gibraltar. Aquí es el Joseph H. Hallock, un buque cisterna, quien navega a través del Golfo de México –iba de Tampico con rumbo a Bayona- cuando se tropieza con un velero de 36 pies y de aspecto espectral, -«El Freya», matrícula de San Juan de Puerto Rico-, aparentemente abandonado. «Las velas estaban desplegadas y aspiraban suavemente la brisa de la puesta de sol; la caña del timón estaba amarrada y el barco se deslizaba con serena determinación hacia el sudeste, hacia el estrecho de Yucatán. El bote de salvamento seguía en su sitio, encima de la cabina, y todo estaba en perfecto orden...» El capitán del Hallock envía al piloto y dos marineros de primera a investigar y descubren que el Freya está bien aprovisionado y tiene agua. Los dos literas están hechas y la cabina barrida. Cuando el viejo y endurecido piloto pone su mano sobre la cafetera siente que está tibia. Y el misterio aumenta cuando se descubre una mochila con ochenta y tres mil dólares americanos. ¿Qué le ha pasado a la embarcación y a la pareja que iba a bordo, Bill Manning y la hermosa Shannon? 

La respuesta se encuentra en el diario de a bordo, en el que Bill Manning ha escrito su historia. Cuando el capitán del Hallock se dispone a leer, nuestra curiosidad –el lector es curioso por naturaleza- es tan grande que no podemos abstenernos de mirar por encima de su hombro. La última anotación hecha en el cuaderno es enigmática, “El éxtasis, el éxtasis...”. Hay una afinidad, extraña eso sí, con el grito desesperado de Kurtz al morir, en la obra del novelista polaco Joseph Conrad, «The Heart of Darkness» (El corazón de las tinieblas, 1899). «El horror. El horror.». . .  («The Heart of Darkness» describe las aventuras de un marinero llamado Charlie Marlow en una travesía que realizó años atrás por un río tropical, en busca de un tal Kurtz, jefe de una explotación marfileña.)

Cuando el capitán resuelve el misterio, al menos en su propia mente, es en términos de otra referencia conradiana. «El Joseph H. Hallock se columpiaba, con la panza llena, en la costa de Florida, al sur de los escollos de Fowey. Estaba al lado de la costa, al abrigo de la corriente del Golfo, ya que habían arreglado, por radio, que un guardacostas se encontraría con ellos frente a Miami y les quitaría al Freya de las manos. O, por lo menos, eso fue lo que el capitán dijo al señor Davidson, el primer oficial. En realidad el capitán se sentía un poco como el capitán de Conrad en “The Secret Sharer”, un cuento que seguramente le hubiera gustado a Manning.» “The Secret Sharer” narra la aventura de un joven e inexperto capitán en su primer viaje en barco de vela por el Golfo de Siam. Sin duda, en esta obra se encuentra la clave del misterio del Freya y también  explica la diferencia entre  «El arrecife del escorpión» y los libros anteriores de Williams. En esas primeras novelas la gente no tenía la más mínima oportunidad de subsistir, era aplastada por las circunstancias, la sociedad y la injusticia. Pero Manning y Shannon sí la tienen, porque el mar es el reino de la libertad y es capaz de ofrecer, por si sólo, un escape hacia un nuevo y acrisolado mundo.

«El arrecife del escorpión» es la más literaria de las novelas de Williams, en el sentido de que es una historia formal construida «entre corchetes» dentro de las dos referencias conradianas. Es una narración que va directa al corazón de lo que Wiliams quería testimoniar sobre el mar; que éste no es solo el reino de la libertad sino que también responde a la esfera del  amor. Por el amor y el mar se unen Manning y Shannon. Sin embargo, ya que Williams es un  escritor noir, no es menos cierto que el amor es problemático cuando se navega por aguas turbulentas...

La obra de Charles William ha desaparecido actualmente del radar de la novela negra. Williams fue uno de los autores más inmerecidamente descuidados de la edad de oro del género. Sus cuentos, ambientados en la selva virgen y el mar, aún resuenan con acordes diferenciados. Sin embargo, Williams es otro ejemplo de un clásico americano más conocido en Europa que en su propio país. La sostenida popularidad de este escritor en el extranjero es desconcertante. A pesar de la serie de películas que se han hecho de su obra, Charles Williams sigue siendo el secreto mejor guardado de lo que ahora se ha dado por llamar «ficción noir». No obstante, su obra compite con los mejores, llámese éste Jim Thompson -que nunca tuvo un lenguaje gramatical tan pulido como el de Williams-, o John D. MacDonald quien, en una entrevista, reconoció en su momento que Williams había sido inmerecidamente descuidado.

Ahora que el fino trabajo de Williams retoma su origen de celulosa en forma de papel reciclado de manos de la editorial cántabra «Medianoche Editorial», es procedente terminar este comentario transcribiendo las palabras de Hernán Migoya en el prólogo del libro: «Ojalá esta edición llegue sobre todo a nuevas manos que no conocían la obra de Williams y que entrarán en sus páginas sin saber muy bien qué encontrarse, para acabar encontrándose a sí mismas.»
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