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domingo, 16 de octubre de 2016

CALLE SIN RETORNO. (David Goodis)

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CALLE SIN RETORNO (Street of No Return)
David Goodis
JÚCAR EDICIONES (COLECCIÓN ETIQUETA NEGRA)
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En «Calle sin retorno» (Street of No Return, 1954), David Goodis nos presenta una odisea de los barrios bajos marcada por la violencia, en la que un famoso cantante caído en desgracia desciende a las cotas más bajas de la dignidad humana cuando una mujer, dueña de la fatalidad, se cruza en su camino. Desde sus comienzos, cuando el viento húmedo del río azota la esquina de una callejuela una fría noche de noviembre, hasta su explosivo final, la novela está impregnada de la más profunda filiación de Goodis con «la sociedad de las personas sin hogar y de la desesperanza».

Whitey, un vagabundo entre vagos, es confundido con un asesino después de tratar de ayudar a un oficial de policía abatido en un callejón oscuro. Todo comienza cuando una fría noche de noviembre Whitey abandona la acera de una calle de Skid Road donde comparte sus ratos de vagabundeo con sus camaradas Bones y Phillips. Allí se pasa la vida contemplando en el cristal manchado de una botella de cerveza el reflejo de los sucesos que marcan el devenir de su existencia: los disturbios raciales, el alcoholismo, los asesinatos sin sentido, la corrupción policial y su profundo anhelo de un lugar mejor. Con una idea desconocida en la mente Whitey se dirige hacia el barrio de Hellhole, un agujero del infierno situado a tres cuadras de distancia. Allí las botellas rotas, los mangos de bates de béisbol manchados de sangre, las vidrieras de las ventanas hechas añicos, las puertas hundidas y los trozos de ropa ensangrentados dan testimonio de la batalla campal que ha tenido lugar entre los portorriqueños y los inmigrantes americanos. Su viaje a la comisaría del distrito 37 sólo le augura más desgracias. Allí el aliento y el peligro se dan la mano. El mundo no es un lugar agradable para vivir y «los chicos de azul» tienen una agenda muy atareada. 

«Calle sin retorno» es una novela negra de ritmo rápido. El protagonista es un borracho indefenso, los buenos son malos, los malos son más malos aún y los disturbios son sólo la punta de un iceberg mucho más grande y más mortal. Goodis no sólo mantiene la trama en el presente, sino también envuelve al lector en el pasado, en unos momentos en los que Whitey no era un habitante de las calles y sus ropas no estaban infestadas de insectos. Fueron unos momentos en los que en su vida se cruzó una mujer llamada Celia. Por esa mujer, la mujer de otro, fue aporreado  una noche de tinieblas en un claro fangoso del bosque hasta perder la conciencia, y lo que es peor... la voz. Cuando tomó conocimiento de que Celia no volvería, comenzó su caída. Primero los dados y los naipes, luego el alcohol... Bajaba sin piedad un escalón tras otro. Así hasta Skid Row. En skid Row había camas por cincuenta centavos la noche. O algún piso viejo donde uno se podía tumbar, o si no un colchón gratis en la sala de alcohólicos. Y así hasta llegar a formar cola para la sopa en las puertas de las misiones de River Street. Y, a veces, más abajo aún que las colas de sopa, más que lo que podía indicar ningún gráfico. Whitey se plantaba a la sombra de un portal y extendía la mano: -¿Tiene una moneda, amigo?

Goodis toma el estilo duro estadounidense y lo transforma en algo completamente personal. Ni el mejor de sus imitadores ha sido capaz de lograr algo similar. El ajuste puede ser un cliché, pero la lengua y la sensibilidad son distintivamente originales, tal como indica este pasaje de la novela: «Al final del callejón había una estrecha calle empedrada y la atravesaron y bajaron por otro callejón que no estaba pavimentado y que era casi todo barro y piedras. Las viviendas eran todas de madera, o de chapa con techo de papel embreado. En los patios habían gatos y perros, y él pudo oírlos entregados de lleno a la búsqueda de comida, amor o pelea. No había ladridos ni maullidos, solo roces de patas, una agitación convulsiva y el ruido de los cuerpos peludos que rodaban unidos por el suelo. A intervalos, se veían grandes ratas que pasaban como rayos entre las maderas de las vallas.»

La escritura de Goodis gira siempre en torno a un hombre inocente marcado por un asesinato, a un ladrón profesional que anhela retirarse, un famoso cantante que ha perdido la voz e, inevitablemente, al héroe venido a menos seducido por una trampa mortal o por una siniestra mujer fatal. Lo que hace que sus novelas llamen la atención es la intensidad neurótica que aporta a los tópicos más aburridos. En los entristecidos antihéroes de Raymond Chandler sobrevive siempre una gota de esperanza, una mirada humanitaria, la búsqueda de un ideal. El Samuel Spade de Hammett, pétreo e insolente a la vez, cree en  el beneficio de la justicia. Los personajes de Goodis, por el contrario, están señalados desde su nacimiento: nada ni nadie puede variar el rumbo de sus destinos. Un destino plagado de sombras. Un destino asociado a la muerte, la autodegradación, la ruina, el pecado, la incapacidad, el sometimiento y el dolor. Para Goodis, la existencia es un accidente circunstancial. Sus personajes sobreviven intentando escapar del pasado y sin certidumbre alguna sobre el futuro. El paisaje de sus novelas está colmado de cielos sombríos, vientos gélidos, callejones estrechos. «Por fin, el reloj se ocultó del todo y no pudo ver más que el cielo negro y las paredes negras, los oscuros callejones que no llevaban a ninguna parte», argumenta el narrador de «Calle sin retorno», sin duda, uno de sus mejores libros.
Quede para el recuerdo el juicio del documentalista Paul Wendkos, quien a mediados de los años cincuenta colaboró con Goodis en la adaptación de su libro «Rateros», y quien opinó de él: «Me pregunto si los franceses no encontrarán cierta melancolía existencial en las novelas de David; una postura desprovista por completo de cualquier juicio hacia las personas tocadas y dominadas por el destino y que, a pesar de ello, no pierden su dignidad, ni determinados valores éticos, ni su capacidad para sentir las cosas. En todo esto hay cierto existencialismo.»
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