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martes, 21 de marzo de 2017

MARIPOSA BLANCA. (Walter Mosley)

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MARIPOSA BLANCA (White Butterfly)
Walter Mosley
TRADUCCIÓN: Susana Lijtmaer
ANAGRAMA EDITORIAL
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Walter Mosley es uno de los grandes escritores estadounidenses de novela negra. Su serie sobre Easy Rawlins, que comenzó con «El demonio vestido de azul», es tan buena como cualquier otra surgida en el Los Ángeles de la postguerra y «Mariposa blanca», escrita en la década de los 90, es el plato fuerte de la misma. La diferencia con aquellas obras clásicas es que Mosley ve a los hombres negros de entonces, que hoy le sirven de inspiración, como héroes. «Cuando empecé a escribir la serie sobre Easy Rawlins trataba de referirme a la generación de mi padre; hombres y mujeres negros que se trasladaban desde el sur profundo a diferentes partes del mundo. Son historias maravillosas de gente que vino a vivir aquí y marcó una gran diferencia». Es completamente posible interpretar la obra de Mosley con el mismo aliento que la de Raymond Chandler, Dashiell Hammett o James Ellroy. Pero a la vez es algo distinto, dado que el dolor que subyace en ella tiene unas raíces más profundas. Rawlins y Marlowe cumplen una función similar, sus autores utilizan sus aventuras para explorar la corrupción en el seno del próspero territorio de California. Ambos son legítimos ejemplos –de hecho icónicos- del crimen de ficción. No es difícil imaginarse a Marlowe llevando a cabo sus correrías por las calles principales de Watts, el barrio negro de Los Ángeles. Sólo que... Rawlins vive allí.

Su nombre puede ser Easy, -(«fácil» en inglés)-, pero su vida es todo lo contrario. Esta tercera entrega de la serie de Ezequiel Rawlins se desarrolla en 1956. Rawlins, el héroe de las dos anteriores novelas detectivescas de Mosley, se encuentra ahora casado con una hermosa enfermera negra llamada Regina. Es un padre modelo y un marido devoto. Rawlins y Regina están criando dos hijos, su pequeña Edna y Jesús, un joven mejicano rescatado por Rawlins en una aventura anterior. Sin embargo su vida, la vida de Rawlins, no es idílica. Él no ha contado a Regina sus negocios empresariales secretos, –es dueño de varias casas de apartamentos y unos terrenos muy codiciados-, o su trabajo de investigación para la policía. Existen casos de falta de comunicación entre los dos que nublan el futuro de su matrimonio.

La situación se agrava cuando Rawlins toma contacto con el policía negro Quinten Naylor y una serie de altos funcionarios de la ciudad que buscan ayuda para la localización de un asesino en serie de alto voltaje. «Cuando me llamó “señor” supe que el Departamento de Policía de Los Ángeles necesitaba otra vez de mis servicios. De vez en cuando la ley enviaba a uno de sus escasos representantes negros para que me pidiera que fuese a lugares que ellos jamás pisaban. Cuando la poli quería entrar en el gueto, yo valía para ellos más que una comisaría llena de detectives.» El encuentro se produce cuando aparece el cadáver de una joven blanca, Robin Garnett. Hasta ese momento las víctimas habían sido chicas de vida alegre, negras y bailarinas exóticas. La víctima blanca, sin embargo, es una estudiante universitaria de familia respetable. Al igual que las otras víctimas, su cuerpo es encontrado parcialmente quemado y mutilado. «Lo de Robin Garnett no tenía ni pies ni cabeza. La joven vivía con sus padres en Hauser, al oeste de Los Ángeles. Su padre era fiscal, y su madre ama de casa. Robin estudiaba en la Universidad Central de Los Ángeles. Tenía veintiún años y aún estaba en segundo curso. El periódico decía que había regresado hacía poco de Europa, y que pensaba especializarse en pedagogía.» Rawlins se muestra apático ante la repentina preocupación de los funcionarios blancos, sin embargo se ve obligado a ayudarles cuando la policía amenaza con mantener detenido indefinidamente a Raymond «Mouse» Alexander bajo la acusación de haberse reservado información relacionada con los cuatro asesinatos. Rawlins frecuenta bares, hace preguntas, entrevista a un sospechoso y llega a una revelación inquietante: la alumna blanca esconde una doble vida...

A pesar de que «El demonio vestido de azul» fue nominada a los premios Edgar y recibió varios galardones y que «Una muerte roja» demostró que el éxito de aquella no fue una casualidad, Mosley es más profundo y más rico en ésta tercera historia de Rawlins. La escuela dura de California, la de Raymomd Chandler y Dashiell Hammett, es digna de emulación; ¿por qué no seguir los pasos de los maestros? Rawlins lo hace, pero en sus obras subsiste el enfrentamiento racial entre el hombre blanco y el hombre negro. «Mariposa blanca» supera a las dos primeras historias de Rawlins en que sus personajes y el comportamiento marginal de éstos parecen ahora más familiares y aceptables.  

Mosley mantiene en esta obra varias líneas de pensamiento que se ejecutan en vías paralelas: la escena del club nocturno, las diferentes capas de la sociedad negra, las actitudes de los funcionarios públicos blancos, la necesidad de ocultar la prosperidad de los negros de clase media, la generosidad de la vida familiar a pesar de las privaciones... «Mariposa blanca» está llena de violencia y tiene un final difícil de creer, pero es un impresionante fresco de la vida de la comunidad negra de Los Ángeles en los años cincuenta y sesenta.

Es significativo observar como la raza dominante continúa acosando a la sociedad negra americana. El hecho de que Mosley se encuentre inevitablemente «entre corchetes» como un escritor negro es todo un dato. Pero no podemos obviar que lo está en un país obsesionado con el color de la piel. En la América de aquel entonces cualquier negro que osara creer que la sociedad era libre tenía que ser un demente. La madre de Mosley era judía rusa. Mientras que algunos de los miembros de este gremio pueden reclamar a Mosley como parte de su colectivo y aunque él pueda considerarse judío y, a la vez, afroamericano para prácticamente todos los estadounidenses es un escritor negro. Es complicado que allí lo consideren un escritor sin más. La negrura, –que sólo existe en nuestra mente-, es abrumadora en la sociedad americana. Así que vamos a necesitar a Rawlins. Vamos a necesitar a este héroe masculino negro para que, mientras resuelve sus misterios, nos recuerde que el verdadero crimen es nuestra incapacidad crónica para aceptar que todos somos iguales más allá del color de nuestra piel.
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