La concesión del Premio RBA de Novela Negra 2013 a "Pasaje de las sombras" de Arnaldur Indridason es una excusa tan buena como cualquier otra para traer a las páginas de este blog una reseña de la mejor obra del autor, "La mujer de verde", obra que leí hace algunos años.
Indridason es licenciado en historia a la vez que periodista, crítico literario y cinematográfico amén de escritor de novela negra.
Todo comienza cuando unos obreros realizan el descubrimiento de un cadáver enterrado en en un edificio en construcción en una urbanización de Reikjavik. Los primeros análisis señalan que debió ser sepultado a finales de la Segunda Guerra Mundial. El caso llega a manos del inspector Erlendur Sveinsson y la resolución del mismo se antoja compleja, pues el tiempo ha borrado todo tipo de indicio. Erlendur es un policía muy alejado de los estereotipos de policías duros e inteligentes que pueblan las novelas policíacas de hoy en día. Vive solo, es divorciado, apenas mantiene relación alguna con sus dos hijos, esporádicamente se reúne con su hija drogadicta, con quien mantiene un estado de tensión permanente. Es una persona marcada por la desaparición de su hermano, hecho ocurrido en su juventud. A estas dos subtramas se añade una tercera que relata la tormentosa vida que debe soportar un matrimonio con tres hijos, presidido por una marido maltratador, residentes todos en el lugar en época pasada. El autor se sirve de esta para dar cuenta de la violencia que el ser humano es capaz de descargar sobre aquellos seres que considera inferiores, al tiempo que relata una época en la que la mujer debía trabajar sujeta a la desconfianza y el recelo.
La cuidada riqueza narrativa, la esmerada sutileza con que se describe todo tipo de detalle, el interés que emana de cada una de las subtramas y, sobre todo, la caracterización de los personajes hace pensar que estamos ante una auténtica joya de la novelística contemporánea.
Todo comienza cuando unos obreros realizan el descubrimiento de un cadáver enterrado en en un edificio en construcción en una urbanización de Reikjavik. Los primeros análisis señalan que debió ser sepultado a finales de la Segunda Guerra Mundial. El caso llega a manos del inspector Erlendur Sveinsson y la resolución del mismo se antoja compleja, pues el tiempo ha borrado todo tipo de indicio. Erlendur es un policía muy alejado de los estereotipos de policías duros e inteligentes que pueblan las novelas policíacas de hoy en día. Vive solo, es divorciado, apenas mantiene relación alguna con sus dos hijos, esporádicamente se reúne con su hija drogadicta, con quien mantiene un estado de tensión permanente. Es una persona marcada por la desaparición de su hermano, hecho ocurrido en su juventud. A estas dos subtramas se añade una tercera que relata la tormentosa vida que debe soportar un matrimonio con tres hijos, presidido por una marido maltratador, residentes todos en el lugar en época pasada. El autor se sirve de esta para dar cuenta de la violencia que el ser humano es capaz de descargar sobre aquellos seres que considera inferiores, al tiempo que relata una época en la que la mujer debía trabajar sujeta a la desconfianza y el recelo.
La cuidada riqueza narrativa, la esmerada sutileza con que se describe todo tipo de detalle, el interés que emana de cada una de las subtramas y, sobre todo, la caracterización de los personajes hace pensar que estamos ante una auténtica joya de la novelística contemporánea.
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