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LA TERCERA VIRGEN (Dans les bois éternels) Fred Vargas TRADUCCIÓN: Anne-Hélène Suárez Girard PENGUIN RANDOM HOUSE GRUPO EDITORIAL, S. A U. 2015 |
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«El
ángel de la muerte»
En Francia, Pierre Magnan y Jean-Christophe
Grangé, ambos en uno, son el paradigma del escritor que precipita a su
héroe-detective en un mundo imaginario; mundo que conjuga ritos distantes en el
tiempo, y que deriva hacia los extremos de la sociedad contemporánea. Su
narrativa sondea los rincones más oscuros del alma humana. Por ella deambulan
inmorales brigadas de policía, colegas envidiosos y toda clase de problemas
relacionados con el sexo y el alcohol, hasta el punto de llegar a crear una
escuela de ficción con la complicidad del falso realismo que une a escritores y
lectores. El máximo exponente de este estilo es Fred Vargas. Su comisario Adamsberg es un atractivo agente
que lleva con suficiencia una rica vida intelectual y sexual, y que es muy
apreciado por su equipo. Con él labora una colección barroca y grotesca de
personajes que va desde el ascendido comandante Danglard, con su colección de
botellas de vino escondidas en el sótano de la comisaría de policía, hasta el
recién incorporado teniente Veyrenc, conocido como «el Nuevo», a pesar de sus
11 años de servicio. Y ello sin olvidar a un Lamarre tan cohibido que le cuesta
mirar a los demás, a Kernorkian y su miedo a la oscuridad, al genio de los
números Mercadet y al vehemente Estelère, quien profesa una auténtica devoción
a la escultural teniente Retancourt.
Veyrenc ha heredado de su abuela -una
auténtica apasionada de la obra del escritor francés Racine- la costumbre de
mascullar parrafadas enteras en versos alejandrinos. Tiene a bien el azar (o
quizás sea más apropiado decir todo lo contrario) que el pobre Veyrenc se vea
desde hace diecinueve días en la labor de vigilar a Cammille Forestier. Cada
vez que la oye llegar a casa, Verynec aprieta los brazos, levanta la mirada
hacia el ventanuco del cuartucho donde se
encuentra confinado, escruta el rostro de la chica en el polvo del
cristal y murmura:
Mas
te veo temblar, y tu alma vacila.
tú,
vencedor de Troya que conquistaste un día
de
la ciudad los muros y del pueblo el amor,
¿puede
tu corazón ceder por una dama?
Veyrenc se enamora perdidamente de Camille
Forestier, la adorada de Adamsberg. No en vano ambos provienen de la misma
región montañosa de Pau, región llena de rencores antiguos. Veyrenc es gascón,
bearnés del valle de Ossau y Adamsberg, pirenaico del valle del Gave, vecinos
que nunca se entendieron bien. La gente de aquellos lares podía matar por un
pedazo de terreno. Adamsberg, receloso, visita a «el Nuevo» sin más objetivo
que extirparlo de la proximidad de Camille.
Oidme,
pues, señor. Apenas regresado,
una
cólera injusta prepara mi caída.
¿Qué
fue, tan alabada, de vuestra compasión?
¿Merezco
este castigo tan sólo por mi origen?
¿Es
pecado, es un crimen haber visto la luz
cerca
de vuestros valles? ¿Es acaso un ultraje
haber
puesto mis ojos en esas mismas nubes...?
El equipo tiene que resolver varios misterios. El
enterramiento de una mujer joven es perturbado; los profanadores reciben mucho
dinero por abrir la tumba y su silencio les cuesta la vida. Resultan ser dos
hombres degollados en Porte de la Chapelle, a pocos cientos de metros uno de
otro. Dos pringados, dos bandidos de poca monta que trapicheaban en el Mercado
de las Pulgas. La brigada de
Estupefacientes y la de Homicidios se disputan el caso. Por otra parte, una
enfermera -«El ángel de la muerte»-, que ha asesinado en serie a treinta y tres
de sus pacientes, se escapa de su encierro. Es una asesina disociada, un
individuo compuesto de dos partes no encajadas, una que mata y otra que vive
con normalidad, ignorándose ambas de forma más o menos perfecta. Una forma
peligrosa de psicopatía. En Normandía, dos ciervos han muerto y sus
corazones han sido extirpados. Mientras tanto, Danglard ha encontrado una
poción del siglo XVII que asegura la vida eterna y que alguien está tratando de
volver a crear.
En las novelas de Vargas, no importa lo extravagante que pueda resultar la historia, es la racionalidad en el trabajo lo que cuenta. Ella es una maestra en el arte de no decir aquello que es menester decir. Dispersa las pistas, administra la información y mantiene la tensión hasta el final. La trama gira sobre si misma antes de llegar al desenlace. En su narrativa abundan los diálogos despiertos, descarados y con gran profusión de sentido del humor. «La tercera virgen» es un magnífico ejemplo de ello. Una novela que suma las experiencias recopiladas en relatos anteriores y condensa las cualidades literarias de una escritora brillante, avezada en la creación de diálogos y personajes, pero aún más en la intriga.
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