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BAJO LOS VIENTOS DE NEPTUNO (Sous les vents de Neptune) Fred vargas TRADUCCIÓN: Aurelia Crespo PENGUIN RANDOM HOUSE, GRUPO EDITORIAL, S. A. U., 2015 |
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«El Tridente»
«Bajo los vientos de Neptuno» arranca un frío
día de octubre, cuando el comisario de policía Jean-Baptiste Adamsberg, apoyado
en el negro muro del sótano de su edificio de oficinas, examina la enorme
caldera, inactiva desde varios días atrás, con la esperanza de que el bendito
dispositivo se digne reanimar su energía. Adamsberg no se encuentra especialmente
perturbado por el frío, antes al contrario éste despierta su imaginación, produciéndole
la sensación de encontrarse en los hielos perpetuos del norte, caminando a
través de ellos, y cavando un agujero para cazar focas. Pero la realidad es que
el frío ha congelado el progreso de su personal de oficina, que necesita calor
para realizar sus actividades. Adamsberg permanece en el sótano en busca de
sombras y silencio y, sobre todo, para escapar de las quejas de los suyos.
En esta narración Fred Vargas organiza una
novela que aglutina, no sólo las consecuencias derivadas del «virtuosismo» de
un asesino en serie en el manejo de un tridente, sino también el traslado de su
escuadra a Canadá. El comisario Jean-Baptiste Adamsberg y siete de sus
oficiales se están preparando para recibir un cursillo de formación forense en
Quebec. Unos días antes de su partida Adamsberg es conocedor de la noticia
del asesinato de una mujer que ha recibido tres puñaladas en el estómago, y sobre
el que el presunto asesino no tiene conciencia de culpa. Una serie de crímenes
similares, entre ellos uno en el que se acusó en su día al hermano de Adamberg,
se produjeron hace 16 años. -«Está muerta, Jean-Baptiste, está muerta, la han
matado». Le puse la mano en la boca, le lavé las manos y le arrastré fuera.
Lloraba. Le hice preguntas y más preguntas. «¿Qué ha pasado Raphaël? Cuenta,
hostia.» «No lo sé», respondió. «Estaba allí, de rodillas, en el depósito de
agua, con sangre y un punzón, y ella, Jean-Baptiste, ella estaba muerta, con
tres agujeros en el vientre»-.
En Quebec Adamsberg se da de cara con el
asesinato de una muchacha a cuchilladas, algo muy parecido a lo que vivió 16
años atrás con su hermano. Y ello le da pie para sacar a la luz ocho carpetas
numeradas, ochos expedientes de asesinato, ocho crímenes escalonados de 1949 a
1983, ocho casos cerrados, ocho culpables atrapados casi con el arma en las
manos. Toda una cadena de desafueros, cometidos por el misterioso «Tridente»,
un personaje al que Adamsberg ya ha puesto nombre. «En mi aldea de los Pirineos
había un viejo al que nosotros, los mocosos, llamábamos el Señor. Los mayores
le llamaban por su cargo y su nombre: el juez Fulgence.» Ello no tendría nada
de extraño si no fuera por el hecho de que él asistió al funeral de ese hombre quince
años atrás.
Las novelas de Vargas son complejas, sus
personajes son asimismo complejos. El propio Adamsberg es fascinante, en el más
puro sentido de la acepción, un pensador exasperante, no convencional, a cuyos raros
dones y su actitud calmada hay que añadir el calificativo de «inverosímil». Vargas tiene un talento especial
para la creación de personajes secundarios, como ocurre con Clementine Courbet,
una vieja dama parisina que acoge y asesora a Adamsberg, o su amiga Josette, una
anciana burguesa que
resulta ser un as en cuestiones informáticas, una hacker, pero no una hacker
cualquiera, ¡una hacker de 80 años! Las referencias a cuestiones sobrenaturales
no dejan de estar presentes en la narrativa de Vargas: aquí nos damos de cara con un fantasma, pero ella también ha
aludido a los hombres lobo y a reliquias religiosas en sus anteriores novelas. Su
escritura es compatible con toda esta complejidad.
Vargas utiliza felizmente un lago
canadiense, la catedral de Estrasburgo, dragones, peces prehistóricos y el
panteón clásico, para tejer una especie de nimbo alrededor de su
misterio. Lo cual, por suerte, resulta ser perfectamente eficiente. Escrita en pasado y tercera persona, «Bajo los
vientos de Neptuno» es una novela fluida, con un ritmo
dinámico y un argumento interesante. Aquí nada tiene que ver con la
realidad, ésto es ficción y ficción de la buena. Algunas escenas rozan el surrealismo, pero, en gran medida, ahí
radica el encanto de este libro. Vargas es soñadora y enredadora, incluso algo
peliculera, pero ante todo es una formidable novelista. Sus toques de humor son novedosos y eso en parte se debe a las
extrañas comparaciones utilizadas, que son capaces de asimilar la Catedral de
Estrasburgo a un zoo. Una excelente lectura.
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