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APRENDIZ DE DETECTIVE / UN ROBO MUY COSTOSO William Irish |
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El oscuro mundo de Cornell Woolrich
Cornell Woolrich nació en el seno de una
familia pudiente, hijo único de un padre que ejerció de ingeniero civil y una
madre pianista, culta y sobreprotectora.
La familia vivió en México, Cuba y las Bahamas antes de establecerse
definitivamente en Estados Unidos. El divorcio de sus padres, cuando Cornell
contaba quince años de edad, lo llevó a New Jersey junto a su madre. Estudió en
el De Witt Clinton High y se doctoró en periodismo por la Universidad de
Columbia en New York en 1925. Fue entonces cuando una enfermedad en el pie lo
obligó a guardar reposo. Woolrich aprovechó el momento para comenzar a
escribir. Llegó a ganar un premio otorgado por la revista College Humour,
premio que le permitió viajar por Europa y pasar una larga temporada en París.
Sus primeras novelas, “Cover Charge” (1926), “Children of the Ritz” (1927) y
“Times Square” (1929) están marcadas por el influjo de F. Scott Fitzgerald.
Woolrich fue convocado a Hollywood para ocuparse de adaptaciones y guiones
cinematográficos. Allí conoció a Gloria Blackton, hija del productor de cine
mudo James Stuart Blackton, con quien contrajo matrimonio. Éste duró apenas
unas semanas, el tiempo suficiente para que Gloria tomara conciencia de la desviación
sexual de su marido tras hojear un diario en el que se relataban las aventuras
y desventuras de Woolrich en el terreno de la homosexualidad. El matrimonio se
divorció en 1933.
La Gran Depresión afectó a la venta de las
publicaciones de Woolrich y éste tuvo que dedicarse a escribir novelas baratas
por encargo. Entre 1934 y 1946 publicó más de 350 relatos en diferentes
revistas: Black Mask, Ellery Queen Mistery Magazine, Dime Detective, Fiction
Weekly y Argosy. También escribió novelas como “The Bride Wore Black” (1940),
“Deadline at Dawn (1940)” y “Rendez vous in Black (1948)”. Entre aquellos cuentos
cortos se encuentraban los dos que conforman el volumen que hoy traemos a
colación: «Aprendiz de detective» y «Un robo muy costoso». En el primero un
niño de doce años relata en primera persona la experiencia vivida al emprender
la búsqueda de una amiga que ha sido raptada. La intriga, la emoción y el
suspense atrapan al lector desde la
primera página. En la segunda de estas historias se describe la planificación y
ejecución del robo de las joyas de la Garrity, una solterona anciana y
mezquina, poseedora de un auténtico tesoro en alhajas. Un robo -el de estas
sortijas- que traerá consecuencias inesperadas para sus protagonistas.
Tras el fallecimiento de su madre Woolrich se
recluyó en una habitación de hotel durante once años y se dio a la bebida,
terminando sus días enfermo de ictericia, alcohólico y tullido (se le amputó
una pierna gangrenada y tuvo que vivir el resto de sus días atado a una silla
de ruedas). A su muerte legó a la Universidad de Columbia 850.000 dólares en
memoria de su madre para sufragio de becas a jóvenes escritores.
William Irish fue un gran estilista, poseedor
de una inspiración romántica capaz de ennoblecer a las víctimas de la
injusticia y los despropósitos. Fue muy hábil en el arte de producir sensaciones
de infortunio y angustia administrando además el suspense de manera asombrosa. Éste
fragmento de «Aprendiz de detective» es un claro ejemplo de ello: «El piso
crujió un poco cuando el hombre empezó a caminar...; luego sentí crujir la
escalera, lo que me dio a entender que empezaba a subir. Parecía un gato, tan
sigilosos eran sus movimientos. Pero podíamos sentir claramente su respiración.
Supongo que no nos había visto todavía, ya que venía de la claridad de la luna.
Paso a paso se iba aproximando a nosotros, y ahora sólo veíamos ya su cuerpo
negro. Jeanie quiso volver la cabeza para mirar, pero yo se lo impedí.» O este
otro de «Un robo muy costoso»: La escena que siguió hubiera sido más propia de
un manicomio. Chick colocó la linterna de modo que iluminara el ataúd, cogió la
cabeza del ángel y golpeó con ella la tapa del féretro hasta que en la madera
se abrió un boquete que Chick agrandó con sus manos hasta hacerse sangre. Ante
sus ojos quedó descubierto el rostro delgado, pero maquillado y plácido, de
Alfreda Garrity, que mostraba los dientes en una sonrisa vagamente sardónica.» Los
relatos de Woolrich –nadie lo ha conseguido como él- hacen gala de una gran
tensión narrativa y destacan por la caracterización de sus personajes.
Pocos escritores han llevado a éstos
infelices a situaciones de tan extrema angustia como Cornell Woolrich. Por sus
novelas deambula gente común atrapada por las circunstancias, a menudo
perseguida por crímenes que no han soñado siquiera cometer. En “The Black
Curtain” (1941) un hombre se recupera de un ataque de amnesia de tres años para
encontrarse perseguido por figuras en la sombra provenientes de un pasado que
no puede recordar. En “Phantom Lady” (1942) un hombre inocente es acusado de
asesinato y condenado a muerte sólo para encontrar que la mujer que puede
demostrar su inocencia ha desaparecido sin dejar rastro. Ya sea que su
escritura adquiere ese trágico sesgo debido a una relación anormalmente
estrecha con su madre (a excepción del corto período de tiempo que residió en
Hollywod, Woolrich vivió con su madre toda su vida adulta en el sórdido cuarto
de un hotel de Harlem) o a alguna otra razón oscura y misteriosa, que no es
fácil adivinar, lo cierto es que sus personajes se acercan más y más a la
tragedia a medida que el relato avanza. Los críticos han llegado a considerar a
Woolrich como el cuarto escritor más valorado de todos los tiempos detrás de Chandler,
Hammett y Stanley Gardner. A diferencia de éstos Woolrich no comenzó
escribiendo para las revistas pulp de la época, ya era un novelista de éxito
cuando éstas vieron la luz.
En Francia, donde Woolrich es considerado un
maestro en su arte, se le atribuye la creación de la novela negra, un estilo de
escritura sobre el que se cimentó el cine de Hollywood de los años 40 y 50. Más
de 30 películas han sido fundamentadas en las obras de Woolrich, incluyendo clásicos
como “The Leopard Man” (1943), “Phantom
Lady” (1946), “The Window” (1949) y, quizás, la más famosa película basada en
una de sus historias, “Rear Window” de Alfred Hitchcock (1954). Aunque su obra
no es tan conocida como la de otros estilistas del noir –llámense éstos
Chandler o Cain- lo cierto es que las novelas de Woolrich, muchas de ellas
escritas bajo los seudónimos de William Irish y George Hopley, son consideradas
hoy en día obras maestras casi olvidadas del género. Con títulos tan sugerentes
como “El ángel negro”, “La noche tiene mil ojos” y “Vals en la oscuridad”, los
cuentos de Woolrich llegaron a ser acusados de poseer una corriente subterránea
de miedo, culpa, desesperación y la sensación de que el mundo está controlado
por fuerzas malignas.
Hoy, casi cinco décadas después de su muerte,
el arte de la oscuridad de Woolrich se ha hecho acreedor de una apreciación
renovada. La mayoría de sus novelas de los años cuarenta han sido reimpresas.
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