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sábado, 20 de mayo de 2017

APRENDIZ DE DETECTIVE / UN ROBO MUY COSTOSO. (W. Irish)

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APRENDIZ DE DETECTIVE / UN ROBO MUY COSTOSO
William Irish
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El oscuro mundo de Cornell Woolrich

Cornell Woolrich nació en el seno de una familia pudiente, hijo único de un padre que ejerció de ingeniero civil y una madre  pianista, culta y sobreprotectora. La familia vivió en México, Cuba y las Bahamas antes de establecerse definitivamente en Estados Unidos. El divorcio de sus padres, cuando Cornell contaba quince años de edad, lo llevó a New Jersey junto a su madre. Estudió en el De Witt Clinton High y se doctoró en periodismo por la Universidad de Columbia en New York en 1925. Fue entonces cuando una enfermedad en el pie lo obligó a guardar reposo. Woolrich aprovechó el momento para comenzar a escribir. Llegó a ganar un premio otorgado por la revista College Humour, premio que le permitió viajar por Europa y pasar una larga temporada en París. Sus primeras novelas, “Cover Charge” (1926), “Children of the Ritz” (1927) y “Times Square” (1929) están marcadas por el influjo de F. Scott Fitzgerald. Woolrich fue convocado a Hollywood para ocuparse de adaptaciones y guiones cinematográficos. Allí conoció a Gloria Blackton, hija del productor de cine mudo James Stuart Blackton, con quien contrajo matrimonio. Éste duró apenas unas semanas, el tiempo suficiente para que Gloria tomara conciencia de la desviación sexual de su marido tras hojear un diario en el que se relataban las aventuras y desventuras de Woolrich en el terreno de la homosexualidad. El matrimonio se divorció en 1933.

La Gran Depresión afectó a la venta de las publicaciones de Woolrich y éste tuvo que dedicarse a escribir novelas baratas por encargo. Entre 1934 y 1946 publicó más de 350 relatos en diferentes revistas: Black Mask, Ellery Queen Mistery Magazine, Dime Detective, Fiction Weekly y Argosy. También escribió novelas como “The Bride Wore Black” (1940), “Deadline at Dawn (1940)” y “Rendez vous in Black (1948)”. Entre aquellos cuentos cortos se encuentraban los dos que conforman el volumen que hoy traemos a colación: «Aprendiz de detective» y «Un robo muy costoso». En el primero un niño de doce años relata en primera persona la experiencia vivida al emprender la búsqueda de una amiga que ha sido raptada. La intriga, la emoción y el suspense  atrapan al lector desde la primera página. En la segunda de estas historias se describe la planificación y ejecución del robo de las joyas de la Garrity, una solterona anciana y mezquina, poseedora de un auténtico tesoro en alhajas. Un robo -el de estas sortijas- que traerá consecuencias inesperadas para sus protagonistas.

Tras el fallecimiento de su madre Woolrich se recluyó en una habitación de hotel durante once años y se dio a la bebida, terminando sus días enfermo de ictericia, alcohólico y tullido (se le amputó una pierna gangrenada y tuvo que vivir el resto de sus días atado a una silla de ruedas). A su muerte legó a la Universidad de Columbia 850.000 dólares en memoria de su madre para sufragio de becas a jóvenes escritores.

William Irish fue un gran estilista, poseedor de una inspiración romántica capaz de ennoblecer a las víctimas de la injusticia y los despropósitos. Fue muy hábil en el arte de producir sensaciones de infortunio y angustia administrando además el suspense de manera asombrosa. Éste fragmento de «Aprendiz de detective» es un claro ejemplo de ello: «El piso crujió un poco cuando el hombre empezó a caminar...; luego sentí crujir la escalera, lo que me dio a entender que empezaba a subir. Parecía un gato, tan sigilosos eran sus movimientos. Pero podíamos sentir claramente su respiración. Supongo que no nos había visto todavía, ya que venía de la claridad de la luna. Paso a paso se iba aproximando a nosotros, y ahora sólo veíamos ya su cuerpo negro. Jeanie quiso volver la cabeza para mirar, pero yo se lo impedí.» O este otro de «Un robo muy costoso»: La escena que siguió hubiera sido más propia de un manicomio. Chick colocó la linterna de modo que iluminara el ataúd, cogió la cabeza del ángel y golpeó con ella la tapa del féretro hasta que en la madera se abrió un boquete que Chick agrandó con sus manos hasta hacerse sangre. Ante sus ojos quedó descubierto el rostro delgado, pero maquillado y plácido, de Alfreda Garrity, que mostraba los dientes en una sonrisa vagamente sardónica.» Los relatos de Woolrich –nadie lo ha conseguido como él- hacen gala de una gran tensión narrativa y destacan por la caracterización de sus personajes.

Pocos escritores han llevado a éstos infelices a situaciones de tan extrema angustia como Cornell Woolrich. Por sus novelas deambula gente común atrapada por las circunstancias, a menudo perseguida por crímenes que no han soñado siquiera cometer. En “The Black Curtain” (1941) un hombre se recupera de un ataque de amnesia de tres años para encontrarse perseguido por figuras en la sombra provenientes de un pasado que no puede recordar. En “Phantom Lady” (1942) un hombre inocente es acusado de asesinato y condenado a muerte sólo para encontrar que la mujer que puede demostrar su inocencia ha desaparecido sin dejar rastro. Ya sea que su escritura adquiere ese trágico sesgo debido a una relación anormalmente estrecha con su madre (a excepción del  corto período de tiempo que residió en Hollywod, Woolrich vivió con su madre toda su vida adulta en el sórdido cuarto de un hotel de Harlem) o a alguna otra razón oscura y misteriosa, que no es fácil adivinar, lo cierto es que sus personajes se acercan más y más a la tragedia a medida que el relato avanza. Los críticos han llegado a considerar a Woolrich como el cuarto escritor más valorado de todos los tiempos detrás de Chandler, Hammett y Stanley Gardner. A diferencia de éstos Woolrich no comenzó escribiendo para las revistas pulp de la época, ya era un novelista de éxito cuando éstas vieron la luz.

En Francia, donde Woolrich es considerado un maestro en su arte, se le atribuye la creación de la novela negra, un estilo de escritura sobre el que se cimentó el cine de Hollywood de los años 40 y 50. Más de 30 películas han sido fundamentadas en las obras de Woolrich, incluyendo clásicos como  “The Leopard Man” (1943), “Phantom Lady” (1946), “The Window” (1949) y, quizás, la más famosa película basada en una de sus historias, “Rear Window” de Alfred Hitchcock (1954). Aunque su obra no es tan conocida como la de otros estilistas del noir –llámense éstos Chandler o Cain- lo cierto es que las novelas de Woolrich, muchas de ellas escritas bajo los seudónimos de William Irish y George Hopley, son consideradas hoy en día obras maestras casi olvidadas del género. Con títulos tan sugerentes como “El ángel negro”, “La noche tiene mil ojos” y “Vals en la oscuridad”, los cuentos de Woolrich llegaron a ser acusados de poseer una corriente subterránea de miedo, culpa, desesperación y la sensación de que el mundo está controlado por fuerzas malignas.

Hoy, casi cinco décadas después de su muerte, el arte de la oscuridad de Woolrich se ha hecho acreedor de una apreciación renovada. La mayoría de sus novelas de los años cuarenta han sido reimpresas. 
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