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EL CUCHILLO (The Blunderer) Patricia Highsmith TRADUCCIÓN: Manuel G. Palacio COMPACTOS ANAGRAMA |
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«El cuchillo» cuestiona a tres personajes
diferentes bajo el prisma de los dos temas favoritos de Highsmith, la culpa y
la justicia. El primero, Melchior Kimmel, es el propietario de una librería. La
pornografía es su principal fuente de ingresos. Entre los coleccionistas serios
de esa clase de libros es conocido como una persona en quien se puede confiar a
la hora de conseguir cualquier volumen. Pero Kimmel también es un asesino que ha
tenido la suerte de salirse con la suya tras haberse deshecho de su esposa,
hecho éste por el que no siente ningún remordimiento. El segundo personaje en cuestión
es un abogado, Walter Stackhouse, cuya esposa Clara se las ha arreglado para
separarle de casi todos sus amigos debido a una desaprobación enfermiza de las
acciones de su marido y a su imaginación neurótica, antecedentes que la han
llevado a amar más a su perro Jeff que al propio Walter. Walter, por su parte, piensa
deshacerse de Clara y el conocimiento de la muerte de la señora Kimmel a través
de un artículo periodístico, así como el procedimiento en que ésta se llevó a
cabo, le obsesionan sobremanera. Stackhouse está cada vez más convencido de la
culpabilidad de Kimmel y se siente fascinado por él hasta el punto de visitar
su librería. ¿Qué le seduce en la violenta muerte de una respetable mujer de la
clase media? ¿Tal vez la posibilidad de que su marido sea un asesino? ¿O quizás
la fascinación de poder hacer él lo mismo?
Cuando Clara aparece muerta -es encontrada al
borde de un acantilado con evidentes síntomas de haberse suicidado- en
circunstancias similares a las que concurren en el trance de la esposa de
Kimmmel, Highsmitm introduce un tercer elemento en este extraño triángulo: el desagradable,
extralimitado y agresivo detective de policía Lawrence Corby, de la Brigada de
Homicidios de Filadelfia. Mientras Kimmel se siente seguro de sí mismo, Walter
Stachhouse no es tan afortunado. Él es torpe y sus errores estúpidos lo ponen
en una situación complicada ante la ley. Toma terribles y equivocadas
decisiones con la intención de evitar a Corby viéndose obligado a reexplicar
los hechos a sus amigos. Amigos, todo sea dicho, que han comenzado a perder la
confianza que le profesaban. Corby, ante la similitud de ambas muertes,
sospecha que Stackhouse y Kimmel están en connivencia. Es éste, Corby, un
personaje tan desagradable que el lector se ve poco menos que obligado a sentir
simpatía hacia Stackhouse. Patricia Highsmith es maestra en el arte de crear esta
tensión moralmente ambigua.
«El cuchillo» es una obra extremadamente
tensa. Situada entre dos de las creaciones más seminales de Highsmith, «El
precio de la sal» y «El talento de Mr. Ripley», muestra claramente pinceladas
de como la autora se las arregla para mezclar temas de éxito de sus libros
anteriores y alcanzar así nuevas caracterizaciones de una complejidad notable para
sus obras futuras. Estas historias de transición proporcionan una idea de lo
que ocupa y preocupa a la autora en un momento determinado de su carrera. Aunque
las dos novelas entre las que se posiciona puedan parecer dispares -«El precio
de la sal» es esencialmente una obra de amor y «El talento de Mr. Ripley»
presenta en sociedad a un psicópata encantador- la paleta de colores que ambas
dibujan se confunde en «El cuchillo».
Walter Stackhouse lleva una vida
aparentemente fascinante. Su título de abogado le ha posibilitado ocupar una
posición destacada en la clase social superior. Su esposa es una agente de
bienes raíces de éxito. Melchior Kimmel, por el contrario, es un inmigrante
humilde que no padece miedo alguno a la hora de enfrentarse a su gruñona esposa
Helen. Tal es así que en el momento de acabar con ella se siente imbuido de una
especie de alegría oscura y un desbordante sentimiento de justicia, de agravios
vengados, de años de insultos e injurias, de tedio y estupidez que por fin se ven
satisfechos: «Con la derecha le dio un puñetazo en la cabeza lo bastante fuerte
como para romperle el cuello... La mano izquierda de Kimmel encontró la
garganta y apretó con fuerza para ahogar el incipiente gemido de su mujer...
Después descargó el puño con la misma fuerza y regularidad de una maza contra
la frente, la oreja, y finalmente le propinó un gancho en la barbilla como si
estuviera pegándole a un hombre. Entonces sacó del bolsillo un cuchillo, lo
abrió y hundió la hoja tres, cuatro, cinco veces en la carne.» Este arrebato
sorprendente de violencia es clásico en la literatura de Highsmith. Kimmel y Stackhouse
se encuentran, evidentemente, en puntos opuestos del espectro.
Sólo que la vida encantadora de Walter
Stackhouse no lo es tanto después de todo. Al igual que Kimmel, Stackhouse se
siente atrapado en un matrimonio sin sexo y dominado por una mujer grosera.
Pero entonces conoce a una joven que llena su mente de nuevas posibilidades, de
planes renovados, y todo ello pone en funcionamiento un mecanismo que lo lleva
a un enfrentamiento directo con Kimmel y Corby. El espectro de la ley, en la
figura de un abogado de alto precio o de un gendarme tenaz, ha sido el punto de
apoyo en las tres novelas capitales de Highsmith. En «El precio de la sal» la
ley castiga a Clara Aird por su obsesión con otra mujer. El deseo culpable de
Walter Stackhouse y la obsesión de Melchior Kimmel por su propia inteligencia
conducen a ambos a caer en los brazos de la justicia criminal. Los tres personajes
son precursores de Tom Ripley, un ser obsesivo, a veces atormentado por la
culpa, que sin embargo sabe de forma instintiva encontrar su propio camino. La
obsesión y la culpa son, por naturaleza, incompatibles con la libre
determinación. Como Kimmel tan elocuentemente lo expresa en el párrafo final de
la novela: «...sabía que no se movería, y no porque tuviera miedo del arma o de
la muerte, sino por algo más profundo que recordaba desde su infancia. Era el
terror a un poder abstracto, al poder de un grupo coordinado, al terror a la
autoridad.» Hay una clara progresión pues entre la impotencia de Clara Aird, la
desesperanza de Walter Stackhouse, la soberbia de Melchior Kimmel y el dominio
de sí mismo de Tom Ripley.
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