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lunes, 1 de mayo de 2017

LA ESTRATEGIA DEL PEQUINÉS. (Alexis Ravelo)

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LA ESTRATEGIA DEL PEQUINÉS
Alexis Ravelo
Editorial Alrevés S. L.
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«La estrategia del pequinés» no es la primera novela de Alexis Ravelo, pero sí es una obra singular en su carrera. Primero, porque rezuma calidad por los cuatro costados y, segundo, porque así se lo han reconocido las críticas que ha recibido y que han culminado en la concesión de galardones de la talla del Premio Dashiell Hammett, el Premio Novelpol o el Premio Tormo, distinciones todas ellas que no están al alcance de cualquiera.

«La estrategia del pequinés» recorre Gran Canaria de norte a sur, desde su capital al poniente y del parador de Tejeda a la zona meridional de la isla. Las páginas del libro encierran todo  un tratado de odonimia local. Desde Juan Rejón al Auditorio, transitando por la avenida de las Canteras y sus calles aledañas (Sagasta, Padre Cueto, Secretario Artiles); desde Triana a la desembocadura del Guiniguada y el barrio de Vegueta, con referencias al Mercado Municipal, la calle de la Pelota y Mendizábal, (¡ay! de aquellas veladas nocturnas en época estudiantil compartidas en el Herreño y el Adargoma); desde Pedro Infinito en Ciudad Alta a Santa Luisa de Marillac en el barrio de las Rehoyas. Recuerda uno el nombre de Pedro Infinito como aquél astrólogo medio loco que aconsejó a Celia la creación de una especie de modelo casi utópico de auxilio social para los trabajadores decentes en la “Celia en los infiernos” de Pérez Galdós. Resulta gratificante evocar las referencias a la obra galdosiana en los nombres de algunas calles de Ciudad Alta, nombres que recogen gran cantidad de personajes y títulos de aquellas novelas decimonónicas. A lo mejor es sólo casualidad, o quién sabe si el hecho de nombrar a la calle principal de Schamann con el nombre de Pedro Infinito no tuviese una doble intención moralizante para sus habitantes. Pero esto, amigos míos, es irse por otros derroteros.

«La estrategia del pequinés» comienza con la presentación en sociedad de Júnior, un macarra encargado de la distribución de cocaína en Las Palmas por cuenta del Turco, «Miralles el Turco», un catalán o valenciano cualquiera sabe, que reside en Barcelona y que cuenta con gente en todos lados. Júnior regenta un establecimiento comercial –Mendoza e Hijo- en la calle Pedro Infinito, una arteria de la parte alta de la ciudad. Éste comercio tuvo su prestigio entre los habitantes de Ciudad Alta en tiempos pretéritos. Ahora la tienda es un vestigio del pasado y el negocio una ruina. Júnior (Don Fulgencio Hijo) tiene otros asuntos en los que pensar más allá de sus negocios comerciales. («... negocios que a Don Fulgencio Padre, quengloriaesté, lo volverían a llevar a la tumba si alguna vez le diera por levantar la cabeza»).

Algo sale mal en la recogida de una entrega, y ese «algo» tiene un nombre: el Rata, Marcos el Rata, un tipejo de la Isleta, trasnochador e informal. El tal Marcos se cogió una marcha de tres pares de narices con la pasta que Júnior le había adelantado, y el día de la entrega de una partida de coca no se presentó a su hora en su puesto de estibador en el Muelle. Como consecuencia de todo ello el contenedor de frigoríficos donde iban los dos kilos de polvo fue requisado por los de Aduanas, y el pastel quedó al descubierto. («-Júnior y su gente lo tenían que haber recogido ayer por la mañana, Pero, vete a saber por qué, no entraron en el contenedor cuando estaba previsto. Así que el contenedor  cayó en una inspección sorpresa que hicieron por la tarde.»)

Los errores se pagan y el Rata entrega su vida en el primer capítulo, apalizado y abandonado en una playa de la agreste costa del norte de la isla. Pero el Rata no es el único deudor en esta historia, Júnior también contrae una deuda. Una deuda de «tres bolsas de hielo». («Te digo lo que haremos: dentro de dos semanas, hacemos otro asaderito íntimo. Y tú te traes tres bolsas de hielo en lugar de dos. Es una de las soluciones que se me ocurren. ¿Te parece bien? -¿Y la otra? La otra es que yo mande a otra persona que se encargue del hielo y tú te quedas sin barbacoa.»)

Júnior ya la había jodido en otra ocasión y por entonces el Turco le cubrió. («-Contento me tiene, el jodido Júnior de los huevos. El año pasado ya perdimos otra entrega que iba para él.») Júnior se plantea de dónde sacar el dinero para saldar su negligencia y es entonces cuando decide pegarle el sablazo a Larry -el hombre del Turco en la isla-, un abogado fantasmón que siempre había tenido más suerte que cerebro, un niño de papá, alguien que recoge la pasta de la droga y la mete periódicamente en la lavandería. («La invierte en unas cuantas empresas que después, supongo, le ingresan el dinero limpio al Turco y a los suyos. Así que yo, cada par de meses, le pongo un pastón en las manos al abogado, Y sé que por lo menos dos o tres tipos más hacen lo mismo, siempre en las mismas fechas. Pero el tío no puede invertir todo el dinero de golpe, así que lo tiene que guardarlo debajo del colchón, mientras lo va poniendo a circular despacio. Por éso es por lo que los pagos son cada dos meses y no cada mes.»)

Para el atraco a Larry, Júnior elige al Rubio. El Rubio dejó de delinquir décadas atrás –lleva quince años trabajando como jefe de seguridad de un hotel de lujo-, pero la grave enfermedad de su mujer le hace replantearse las cosas. («-Estela –confirma el Rubio con laconismo-. Está jodida. Todavía se puede hacer algo, pero si sigue así, no va a haber solución. Quiero llevármela fuera, que la vean médicos de verdad.») El Rubio en persona es el encargado de seleccionar al grupo que le ayudará en el trabajo. Y es aquí donde entra en escena Tito el Palmera, un reenganchado de Regulares que se dedica al menudeo, un cincuentón en la miseria que aspira a regentar una cafetería con la que llevar una vida tranquila. Y también Cora, una prostituta de lujo, que siente en sus carnes como sus encantos se marchitan día a día, aunque aún mantiene sus posibles. («Observó sin reparos las piernas de Cora, le adivinó los senos niños y libres tras el algodón de la camiseta. Todavía tenía todos los revolcones del mundo. Y parecía continuar siendo una mujer con cabeza, que era lo más importante en aquél asunto.»)

Con estos ingredientes Ravelo la borda. La novela es realmente buena. Hay una primera parte en la que se narra el atraco y sus momentos posteriores, y una segunda en la que los protagonistas emprenden una huida sembrada de muertes. No debemos llevarnos a engaño. Ésta es una novela negra, y en toda novela negra nunca las cosas salen como se tiene previsto. Ya lo deja claro el propio escritor en una de sus lacónicas sentencias: «Todo había sido calculado, todo estaba previsto. Y, justamente, todo empezó a ir mal.»

«La estrategia del pequinés» es una historia de traiciones, de  amistad, de amor y segundas oportunidades, de policías corruptos, narcotraficantes sin escrúpulos y blanqueadores de dinero ineptos. «Es una novela de perdedores que son las que escribo yo», como asegura Ravelo. «Una historia sencilla, sobre gente sencilla que tiene que hacer golferío para salir adelante.» Una aventura que transita por los vertederos de la sociedad, allí donde la miseria es protagonista y adopta la forma de tipos sin escrúpulos que no tienen reparos en obtener beneficio de la desesperación de los demás. En definitiva, y en palabras del propio autor, «la novela rezuma compasión hacia los personajes, no hacia la sociedad. La sociedad es lo que es.» Confiemos pues en que ésto cambie algún día. Como sabemos, soñar es gratis, aunque tampoco se nos escapa que cumplir los sueños no lo es. 
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