Lorenzo
Silva dio comienzo a su carrera en la narrativa policíaca española en 1998 con “El
lejano país de los estanques”, novela ganadora del premio Ojo Crítico -estos
premios fueron creados en 1990 por el
programa “El Ojo Crítico” de Radio Nacional, y son unos galardones que
reconocen y promocionan el trabajo de los jóvenes talentos que destacan en las
modalidades de Música Clásica, Narrativa, Cine, Teatro, Música Moderna y Artes
Plásticas-. “El alquimista impaciente”, segunda entrega de la serie, y “La
marca del meridiano”, que se manifiesta en séptimo lugar, son galardonadas en
su momento con los premios Nadal y Planeta respectivamente. El acervo de hogaño
recoge los siguientes títulos:
- El
lejano país de los estanques (1998)
- El
alquimista impaciente (2000)
- La
niebla y la doncella (2002)
- Nadie
vale más que otro. Cuatro asuntos de Bevilacqua (2004)
- La
reina sin espejo (2005)
- La
estrategia del agua (2010)
- La
marca del meridiano (2012)
- Los
cuerpos extraños (2014)
En “El lejano país de los estanques”, novela que da comienzo a la serie, Silva presenta en sociedad al investigador Rubén Bevilacqua, sargento de la Guardia Civil y a su compañera, la cabo Virginia Chamorro. La por aquellos entonces bisoña pareja de sabuesos, avecindada en Madrid, se traslada a Mallorca, en un tórrido mes de estío, con el objetivo de esclarecer el crimen cometido en la persona de Eva Heydric, turista austriaca de vacaciones en la isla. Las visitas a urbanizaciones, discotecas y clubes nocturnos, así como a playas tanto nudistas como no nudistas, se encadenan con una cadencia de vértigo, para bosquejar, con acento informativo, el mundo de los batiburrillos y cambalaches que se suceden entre la populosa masa turística que violenta la isla. En el asesinato de Eva Heydric está implicado el progenitor de la víctima, heredero supremo la cuantiosa fortuna de su hija, aunque el ejecutor del crimen es Raúl, un joven despechado a la par que obnubilado por los encantos de Eva, de quien recibe un continuo y prolongado rechazo.
Rubén
Bevilacqua vio la vida, auspiciado por la fantasía de Silva, en Uruguay y abordó
las costas españolas acompañado de su madre a la edad de nueve años. Está en posesión
de una licenciatura en sicología y desempeña las funciones de Guardia Civil por
motivos puramente materiales. De temperamento huidizo y abstraído, es un
policía mesurado, desvalido e íntegro, un auténtico filántropo, sobre todo, con
las víctimas, con quienes se siente particularmente mancomunado. Las
reminiscencias de ésta serie con la novela negra americana y sus divergencias
con la narrativa policial clásica europea son manifiestas. La singularidad
recae en el diseño de la figura de Virginia Chamorro, guardia civil competente
y con aptitudes más que adecuadas para solventar situaciones en el encuadre
criminal. Chamorro, quien cuenta con apenas veinticuatro años, ha agostado sus
energías en un intento por seguir la tradición familiar y enrolarse en una academia
militar. Agraciada en lo físico, alta y rubia, huraña en el trato y proporcionadamente
tímida, con un expediente colmado de méritos académicos, Chamorro se revela como
personaje indefectible en el avance de toda investigación. La narración no
economiza situaciones en las que Bevilacqua,
presa de un carácter zafio, conservadurista y en desuso, trafica con los
hechizos físicos de Chamorro.
En
“El alquimista impaciente” (2000), un cadáver desnudo, sin rastros de
violencia, aparece atado a una cama en un motel de carretera. La víctima es un
ingeniero de caminos que ocupa un puesto de relativa importancia en una central
nuclear próxima al pueblo. La investigación que se infiere no es una mera
pesquisa policial. Bevilacqua y Chamorro deberán llegar al lado oscuro e
inconfesable de la víctima, a su sorprendente vida secreta, así como a las
personas que la rodeaban, tanto en su entorno familiar como en su lugar de trabajo, y desentrañar un complejo
entramado de dinero e intereses en los que se ven implicados algunos
ayuntamientos de la zona. Como suele ser habitual en este género, el autor
aprovecha la ocasión para, a través de las introspecciones del sargento, poner
al descubierto todo un submundo de prostitución, drogas y placeres prohibidos; toda
una red configurada alrededor de las más recientes oleadas migratorias en
territorio español.
“La
niebla y la doncella” (2002) gira en torno a un asesinato ocurrido años atrás
en la isla canaria de La Gomera y al que no se encuentra solución creíble. El
muerto es un joven de vida desordenada y carácter atolondrado. Por el crimen,
en su día, se juzgó y absolvió a un político local cuya hija quinceañera mantenía
amoríos con la víctima. El caso ha permanecido en un callejón sin salida
durante meses, pero las afinidades de la madre del chico han forzado a
reabrirlo. Chamorro y Bevilacqua se enfrentan a un crimen antiguo y disfrutan
de muy pocas pistas para resolverlo. Tras desplazarse a la isla, la cabo y el
sargento, con la colaboración no siempre vehemente de los guardias que en su
día cerraron el caso de forma engañosa, se sumergen en la búsqueda de un
asesino que parece haberse desvanecido en la niebla del bosque donde apareció
el cadáver, hasta desembocar en un sorprendente desenlace, pues los culpables
son dos números de la Guardia Civil destinados en las Islas Canarias,
involucrados, a su vez, en asuntos de tráfico de tabaco e infidelidades
conyugales. La corrupción dentro de los propios cuerpos policiales es uno de
los temas con mayor aquiescencia en las novelas policíacas españolas y ya fue rentado
por Montalván en la serie Carvalho y por otros autores tales como Andreu
Martín, Juan Madrid o Joaquín Leguina.
“Nadie
vale más que otro” (2004) prorroga el itinerario de las novelas anteriores en
cuanto a la destreza narrativa del autor, y presenta, en un mismo volumen, cuatro
casos, todos ellos homicidios cotidianos, a veces hasta vulgares, de esos que
los investigadores resuelven con relativa rapidez. Así, el primero, nominado “Un
asunto rutinario”, se encarga de seguir la pista a una red de drogas en El
Ejido, lugar que aglutina una amalgama de inmigrantes de diversas
nacionalidades. El segundo lance, “Un asunto familiar”, destripa un episodio de
agresión sexual y posterior asesinato de una adolescente, en el que el culpable
se manifiesta como uno de sus tíos, con quien la joven mantenía una estrecha
relación. El tercero “Un asunto conyugal” se adentra en el mundo de los celos,
e investiga un asesinato cuya causa reside en la infidelidad conyugal. Y por
último, en el cuarto, “Un asunto vecinal”,
una mujer es testigo de un crimen que involucra a un empresario local y a sus
empleados ucranianos. Los cuatro plantean situaciones frecuentes en la vida
diaria, realidades afines a cualquier ciudadano, en definitiva a cualquier
lector que deguste del género policíaco.
En
“La reina sin espejo” (2005) el descubrimiento de una mujer apuñalada en un
pueblo de Zaragoza debería significar un trabajo más para el sargento
Bevilacqua y la cabo Chamorro, pero éste es un lance que presenta
particularidades inusuales; la víctima es Neus Barutell, una afamada periodista
casada con un prestigioso escritor catalán, y éste hecho por si solo enamora a
la prensa más sensacionalista y somete a los investigadores de la Guardia Civil
a una presión adicional. En estas desacostumbradas circunstancias, Bevilacqua y
su compañera deben sumergirse con cautela en las entrañas de la vida pública
catalana y hurgar en los vicios e inestabilidades encubiertos tras la imagen formal
e impoluta de la víctima. La investigación se desarrolla en la ciudad de Barcelona
y las primeras pistas apuntan a un crimen pasional en un mundo misterioso, alimentado
de egolatría, lleno de fingimientos y con ramificaciones que alcanzan los
sórdidos bajos fondos de la ciudad.
“La
estrategia del agua” (2010) arranca con el desencanto y el escepticismo que
embargan al brigada Bevilacqua tras un decepcionante arbitraje del sistema
judicial, que ha puesto en libertad a un asesino al que había detenido después
de una dilatada y penosa investigación. Un hombre llamado Óscar Santacruz aparece
con dos tiros en la nuca en el ascensor de su casa. Todo hace indicar que se
trata de la faena de un profesional, lo que en un principio parece una
adjetivación desmedida dada escasa entidad de la víctima, quien cuenta con
antecedentes insustanciales por tráfico de drogas y violencia de género. Los
problemas en la vida de Santacruz se revelan
nimios, -aparte de sus roces con la justicia, se circunscriben a su
divorcio, mal llevado y con un hijo de por medio-. Pero, ¿qué se esconde tras la denuncia por malos tratos que
pesa sobre la víctima? ¿Y sobre su detención por tráfico de drogas? ¿En qué
oscuros asuntos estaba envuelto este personaje, en apariencia tan poco problemático? Nos
encontramos ante una novela que gira en torno a las desigualdades de las
relaciones conyugales, de las consecuencias que emanan de los errores y
aciertos de los jueces; una narración que inquiere sobre los derivaciones de la
moderna investigación policial, sobre las injusticias que provocan las leyes y
sobre el mal, que a menudo se encuentra virtualmente entre las personas que un
día amamos.
En
“La marca del meridiano” (2012), novela que viene avalada por el prestigioso
premio Planeta, el cadáver, con evidentes síntomas de tortura, de un subteniente
de la Guardia Civil perteneciente a la reserva es encontrado colgado de un
puente en Logroño. El caso se le asigna a un equipo de la Unidad Central -con
sede en Madrid-, a cargo del brigada Rubén Bevilacqua quien para la resolución
del mismo cuenta con la ayuda de la sargento Chamorro y del guardia Juan Arnau.
Bevilacqua trabajó en Barcelona años atrás a las órdenes de la víctima, Rafael
Robles, motivo más que suficiente para que las acciones de la Guardia Civil se
trasladen a la capital catalana. Las conversaciones con la viuda, Consuelo, y
el seguimiento de las cuentas de Robles llevan a la conclusión de que éste
prestaba servicios de vigilancia y custodia de dinero para el crimen
organizado. Corrupción policial y delincuencia se conjugan en una novela, que
despierta sentimientos encontrados y opiniones contrapuestas.
En
“Los cuerpos extraños” (2014) Silva se aproxima a la corrupción que anida en
determinadas parcelas de la clase política española y realiza un análisis
profundo de la podredumbre que se ha hospedado en ella. Pero esta novela, como
sucede con todas las suyas, incluidas las no policiacas, incide en el
enfrentamiento psicológico. El asesinato de una alcaldesa de un pueblo del
Mediterráneo es el detonante de una indagación, que, como en todos los casos de
Bevilacqua y Chamorro, termina siendo una confrontación entre el universo de las
apariencias y el de los secretos delictivos más recónditos. O de los dos a la
vez. Esta vez la sargento Chamorro esconde bajo su apariencia de funcionaria
responsable y competente un drama privado, tan triste como irresoluble, al
tiempo que Bevilacqua mantiene su inteligencia lúcida y despierta.
La
serie “Bevilacqua y Chamorro” de Lorenzo Silva, además de acercarnos a los
quehaceres diarios de la Guardia Civil, a la cotidianeidad de unos seres
humanos que viven de su trabajo y lo hacen lo mejor que pueden, son una puesta
al día en los cambios, métodos y actuaciones de este cuerpo policial en asuntos
criminales y de delincuencia. Sin duda alguna, la rapidez y vivacidad en los
diálogos, la movilidad de los escenarios, y sobre todo, las alusiones
intertextuales del sargento protagonista, acercan la obra de Silva a la más
pura novela negra americana.
----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
No hay comentarios:
Publicar un comentario