Todo
comenzó cuando Marijane Meaker destapó el baúl de los recuerdos y procedió a
leer una carta de amor, de coloración amarillenta, obra de la escritora Patricia
Highsmith: “Querida Marijane, mi querida Marijane”, comienza. “Te amo y te
quiero y, más que nada en el mundo, quiero pasar el resto de mi vida contigo”.
Meaker
y Highsmith se enamoraron a finales de 1950. Su relación, tempestuosa en
gran medida, fue la más relevante que cualquiera de ellas experimentara en su
vida: “Ciertamente nunca había estado tan perdidamente enamorada de nadie como
lo estuve de Pat”, comenta Meaker. “Estaba loca por ella... Y ella me dijo
que era más feliz conmigo de lo que nunca lo había sido en cualquier otro
momento de su vida”.
Marijane Meaker,
nacida el 27 de mayo de 1927, es una escritora estadounidense que ha
cultivados múltiples géneros en los que ha empleado diferentes seudónimos. De
1952 a 1969 escribió veinte novelas de crimen y misterio bajo el nombre
de Vin Packer, incluyendo la inmensamente popular “Sring Fire”,
considerada como la generadora del surgimiento del género de la “pulp
fiction lésbica”, aunque la mayoría de sus obras no tratan el tema de la homosexualidad o
contienen personajes gays.
En
1972 cambió de género y pseudónimo para escribir novelas dirigidas a jóvenes
adultos, y obtuvo bastante éxito como M. E. Kerr, llegando a desarrollar veinte novelas y ganando
numerosos premios. Fue descrita por The
New York Times Book Review como “una de las grandes maestras de la
ficción para jóvenes adultos”.
Highsmith
y Meaker trabaron relación en un bar de lesbianas en Greenwich Village, Nueva
York, cuando tenían 38 y 32 años respectivamente. En su libro “Highsmith, un
romance de los años cincuenta (Highsmith: A Romance of the 1950´s), Meaker
describe sus primeras impresiones sobre Highsmith, ya famosa en aquél entonces por
ser la autora de “Extraños en un tren”, narración que Hitchcock sacó del
anonimato en una versión considerablemente aguada de la novela. “Pat era una
mujer hermosa, de pelo oscuro, que usaba gabardina y bebía ginebra. Era alta y
delgada. Cabello negro, largo hasta los hombros, con los ojos de color marrón
oscuro. En aquellos momentos me pareció una combinación del Príncipe Valiente y
Rudolf Nureyev”.
“Era
tan diferente de las mujeres normales que me atraían como la noche del día, y
creo que a la inversa. Pero las dos éramos escritoras y bebedoras compulsivas.
Tuvimos muy pocos problemas para establecer una relación inmediata. Cuando una
mesa quedó libre, nos sentamos. Pat fumaba Gauloises y bebía ginebra pura”.
Estos
últimos días, con motivo del vigésimo aniversario del fallecimiento de la
autora, la editorial Anagrama rescata la integralidad de la obra de Miss Highsmith y el cine adapta varias de sus
novelas. “El talento de Mr. Ripley”, “Extraños en un tren”, “Crímenes
imaginarios”, “Ese dulce mal”, “El grito de la lechuza” y “El diario de Edith”
son las seis novelas reeditadas hasta el momento por Anagrama, en una edición
simultánea española y americana, como anticipo de la “Biblioteca Patricia
Highsmith” en su Colección Compactos de novela negra. Un auténtico “revival” de
Highsmith, que está siendo relanzada también, además de por Anagrama, por W. W.
Norton, la editorial independiente más prestigiosa de Estados Unidos, la
feminista británica Virago, la italiana Bompiani y la suiza Diógenes, a la que
la autora, fallecida en 1995, nombró albacea de su obra. También el séptimo
arte se suma a este resucitar de Highsmith. Todd Haynes ha concluido el rodaje
de “Carol”, protagonizada por Catte Blanchett y Rooney Mara, adaptación de la
novela del mismo título que escribió a sus 27 años y que narra el amor entre
dos mujeres a principios de la década de los años 50 del siglo XX.
En
la escritura de Highsmith, Meaker observa que ella se reconocía a si misma en sus
personajes masculinos. “Recuerdo haberle preguntado cuánto tenía en común
con su creación más famosa, Tom Ripley, el psicópata encantador que tiene un inquietante
predicamento en las simpatías del lector. Ambos Highsmith y Ripley, Ripley y Highsmith,
son como el buen vino y la buena comida, los dos sienten un gran amor por
Europa, ambos aman la música y la jardinería. Ripley es completamente inmune a
la responsabilidad, lo mismo le sucedía a ella. Pero ella no era como Ripley en
lo relativo al concepto del mal. Sentía miedo de la ley. Todo estaba en su
cabeza”.
“Creo
que tras la forma de ser maravillosamente caballerosa de Pat se escondía mucha resentimiento.
Estaba enojada con tantas cosas... Con su madre, que había intentado abortarla;
con su editorial, que muchas veces rechazó sus libros; con este país, por no
amar su trabajo como sí hicieron los europeos... Eso es lo que le provocó el
deseo de vengarse. Pero lo hizo sobre el papel. Ella me comentó una vez que la
vida no tenía ningún sentido si no había un crimen presente”.
“Highsmith
se sentía atraída por mujeres de carácter fuerte. Pensé que para mí era una
suerte tenerla y estaba tan enamorada de ella que cuando se fue de viaje a
Europa, poco después de conocernos, no le escribí. No quería pasar por la
agonía de perderla, por lo que pensé en romper con ella antes de que destrozara
mi corazón”. Highsmith, sin embargo, se sentía terriblemente herida y no podía
entender por qué Meaker no contactó con ella en Europa. Inundó a Meaker
con cartas y regalos. Temerosa de que Highsmith se fugara con otra persona o tuviera
la tentación de volver a Europa -donde ella siempre pensó que su trabajo era
más productivo-, Meaker sugirió alquilar una casa en el país. “Tenía miedo
de quedarme en Nueva York con ella. Yo era muy celosa y las mujeres se sentían muy atraídas por su
figura, al igual que los hombres. Pat me comentó que le gustaban los hombres más
que las mujeres, pero no en la cama. Ella tenía una forma de ser abierta y
convincente, era brillante, era guapa y tenía mucho estilo”.
En
un principio Highsmith se mostró encantada con la idea de vivir en el país. Encontraron
una casa en una zona remota de Pennsylvania y se mudaron allí con sus
respectivos gatos. Al principio fueron felices juntas, cada una creyendo
que había encontrado a su compañera ideal.
A
pesar de que la homosexualidad era un tema tabú en la década de 1950, Highsmith
nunca tuvo ningún reparo en demostrar físicamente sus sentimientos en
público. “En la calle, ella me agarraba la mano. No le importaba. Recuerdo
una vez que estábamos en un ferry y tenía sus brazos alrededor de mí y todo el
mundo nos estaba mirando. Yo no podía soportarlo, pero ella me sonrío”. Después
de unos meses su relación comenzó a agriarse. Highsmith bebía cada vez más. Una
mañana, durante el desayuno, Meaker tomó un sorbo de jugo de naranja del vaso
de Highsmith y lo encontró lleno de vodka. Y, además, Meaker no podía abandonar
la idea de que Highsmith preferiría residir en Europa. O, lo que era aún
peor, incluso con otra persona. En dos ocasiones, Highsmith reservó un
camión de mudanzas para trasladar sus cosas, pero cuando estaban cargando los
muebles, cayó en brazos de ella otra vez. Como medida circunstancial
Highsmith se trasladó a unos pocos kilómetros de distancia, y continuaron su
romance.
Finalmente
Meaker rompió el vínculo iniciando una aventura con otra mujer. En represalia
Highsmith escribió un libro amargo, “El grito de la lechuza”, un estremecedor
caso de asesinato, en el que se propone un absorbente y destructivo juego entre
cuatro personajes movidos por el deseo, el despecho y los anhelos de venganza.
Y
eso fue todo. Hasta que, después de 27 años de silencio, Highsmith intentó
restablecer el contacto. “Creo que al final de su vida, ella sintió que tenía
algunos asuntos pendientes conmigo”. Highsmith realizó un último viaje desde Suiza, donde pasó los últimos años
de su vida, con destino a América. “Pat llegó a mi puerta un poco borracha,
sonriendo tímidamente. Me llevó un tiempo reconocer su añorado y tierno rostro,
sus ojos tímidos y la sonrisa sesgada con los que estuve tan familiarizada.
Recordé lo guapa que fue una vez”. Pero en cuestión de minutos, Highsmith se transformó. Una
especie de locura mental la dominó; en aquellos momentos odiaba a todo el
mundo. Fue la última vez que las dos mujeres se vieron. En aquellos
instantes el amor de Highsmith estaba reservado exclusivamente a su “impasible”
gato negro, Spider, cuya actitud distante y su impenetrable negrura eran un reflejo de la hostilidad, la frustración y la soledad que
pobló la vida de su dueña en sus últimos años de vida.
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NOTA.- “Las
sentencias entrecomilladas han sido entresacadas de la obra “Highsmith, un
romance de los años cincuenta (Highsmith: A Romance of the 1950´s) de Marijane
Meaker.
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