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LA SANGRE DE LA ORQUÍDEA (The Flesh of The Orchid) James Hadley Chase TRADUCCIÓN: Lucrecia Moreno y María Faidella EMECÉ EDICIONES |
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Esta historia, digna secuela de la magnífica “No
hay orquídeas para Miss Blandish”, es parte de la vida de Carol, nieta del
millonario Blandish e hija póstuma de Miss Blandish. Recuérdese que la hija de
Blandish fue raptada por un depravado loco -Slim Grisson- y que estuvo en sus
manos unos cuatro meses. Miss Blandish se suicidó, se arrojó desde una ventana
antes de que su padre se comunicase con ella. Murió a consecuencia de sus
heridas. Antes de morir, sin embargo, la muchacha tuvo una hija, Carol. Criada
por padres adoptivos, a los diez años se volvió taciturna y comenzó a tener
violentos accesos de furia. A los diecinueve fue declarada insana e internada
en una institución psiquiátrica. Blandish le legó en herencia una suma de seis
millones de dólares, eso sí, con algunas condiciones en su voluntad.
La novela comienza cuando Carol escapa del sanatorio
psiquiátrico Glenview, al año y poco de ser internada allí. Las personas
que anhelan la herencia de John Blandish deben encontrarla en dos semanas o el dinero,
según las disposiciones testamentarias de aquél, irá a parar a Carol. Steve
Larson, un granjero solitario que se dedica a la cría de zorros plateados, de regreso
a su granja –Silver Fox- junto a su hermano Roy, se tropieza con un camión
destrozado junto a la carretera. Ve a Carol en él y se la lleva a su
granja. Roy, egoísta contumaz, comienza a pensar en la obviedad de los
sucesos. Una noche trata de acercarse a Carol, pero ella le ciega con sus
uñas. Tan pronto como Roy pierde la vista, Carol huye.
Los hermanos Sullivan (Max Geza y Frank Kurt),
dos cuervos negros que trabajaron con anterioridad en un circo lanzando
cuchillos en la oscuridad, están al acecho en busca de Roy. Incluso
después de haber cometido más de dos docenas de asesinatos, la policía no tiene
ninguna evidencia de ello. Lo cierto es que se presentan en la granja y
asesinan a Roy. Steve, junto a Carol, huye en su coche. Así que ahora los
hermanos Sullivan deciden asesinarlos a los dos. Aparece en escena un periodista
-Phil Magarth-, que siguiéndole la pista a los cinco mil dólares que se ofrecen
en recompensa por la captura de Carol, decide involucrarse en el
asunto. Carol es capturada por un médico local que ha visto la noticia en
los periódicos, y avisa a la policía. Magarth la ayuda a salir del trance y
luego recluye al herido Steve en casa de su amante Veda, una mujer adinerada
que anhela casarse con él. Los hermanos Sullivan se presentan allí y pasaportan
al otro barrio a Steve Larson y a dos policías que vigilan la casa. Carol,
sometida a la terrible tensión generada por la muerte de su amado Steve, adopta
la personalidad de insana, y ciega a Frank Kurt. Hasta aquí llega el desarrollo
más importante de la historia. A partir de este momento uno siente como si se encontrara
ante una aventura totalmente nueva. Carol roba a Max todo su dinero, hecho
que le provoca a éste una apoplejía. Carol, a su vez, es atacada en su
habitación de hotel por un intruso, y ambos –Max y Carol- son internados en el
mismo hospital, en habitaciones enfrentadas. Incluso en una situación de este
tipo Max se entera de que Carol se encuentra en el mismo hospital que él y
decide asesinarla. ¿Tendrá éxito? Los acontecimientos finales se
suceden a una velocidad y con una tensión de infarto. Los hermanos Sullivan generan
mucho miedo, especialmente Max. Él realmente horroriza.
«La sangre de la orquídea» tiene suficientes argumentos
por si sóla para ser una excelente novela. Pero de ninguna manera podemos
compararla con su precuela, “No hay orquídeas para Miss Blandish”, una de las narraciones
más fascinantes que ha engendrado jamás la novela negra. Es, eso sí, una
ficción al más puro estilo “hard-boiled”, un relato duro, cruel, con
crímenes y revanchas, y todo ello a un ritmo endiablado desde su inicio
hasta la última página. Es ésta una historia mucho más sórdida y brutal de lo
que sugiere. Contempla asesinatos, un número no evaluable de homicidios y
agresiones, -como la que Carol aplica a Roy, a quién llega a dejar ciego-, la
humillación de la propia Carol Blandish,
y muchas más tropelías de la misma especie. Como conclusión podemos
considerar que el relato da por sentado que la corrupción es la conducta humana
más completa.
«La sangre de la orquídea», como todas las
obras de Hadley Chase, está cargada de una sexualidad explícita, que se
manifiesta constantemente en el lenguaje y las actitudes de los personajes. El
tratamiento sádico que Chase aplica a la mujer en sus historias le acarreó
múltiples problemas con las autoridades y los críticos del momento. Las
feministas podrían decir mucho acerca de la visión de Chase sobre los roles
sexuales de la mujer. A diferencia de la mayoría de los libros que se ocupan
del sadismo sexual, «La sangre de la orquídea» pone el énfasis en la crueldad y
no en el placer.
Los verdaderos puntos álgidos de la narración
hay que buscarlos en las atrocidades
cometidas por unos hombres sobre otros hombres. Todo el tema gira en torno
a la lucha por el poder y el triunfo de los fuertes sobre los débiles. Los
grandes mafiosos acaban con los más pequeños tan despiadadamente como el pez
grande engulle al chico en un estanque.
La moralina a la que están sujetas sus
tramas, su homofobia, su misoginia, sus conservadoras manifestaciones
ideológicas, sus inverosímiles rescates y heroísmos, sus repetitivas
estructuras narrativas, convierten a Chase en un escritor discordante y
contradictorio. No obstante, ¿quién es capaz de negarle a este autor su
capacidad de seducción y su poder de mantenerla página a página hasta el final?
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