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lunes, 23 de mayo de 2016

RATEROS. (David Goodis)

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RATEROS (The Burglar)
David Goodis
TRADUCCIÓN: Jorge Luis Mustieles
 CRIMEN &  CÍA. EDICIONES VERSAL
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Es «Rateros» una de las más desgarradas historias surgidas de la pluma de Goodis. Un relato que combina elementos tan propios del «noir» como pueden serlo el destino, el robo, la fuga y la mujer fatal, con un resultado propio de los cuentos más oscuros que se hayan escrito en mucho tiempo. A diferencia de los personajes cotidianos con deseos criminales latentes que suelen ser el foco de sus obras, «Rateros» elige un cuarteto de ladrones. Pero ladrones exitosos y conocedores de su oficio, tal como lo ejemplifica el atraco de la escena de apertura. Sin embargo no cabe adjetivar de igual manera las relaciones que mantienen estos cuatros personajes entre sí.

A pesar de que acaban de robar unas esmeraldas por valor de cien mil dólares no todo anda bien en la banda de Nat Harbin. En primer lugar está la chica -Gladden- quien, aburrida, sóla e insatisfecha, se ha criado como la hermana pequeña que nunca tuvo, y que se encuentra enamorada de él. Gladden es la hija de Gerald Gladden, un ex convicto que, seguro de haber aprendido lo suficiente como para practicar la ciencia del robo de moradas sin ser atrapado, termina con varias balas de la policía en su espalda, tras un trabajo fallido en Detroit. Y luego están los dos matones -Baylock y Dohmer-, competentes en su oficio, pero carentes de la maestría de Nat y el corazón de Gladden. Y luego está el propio Nat, un producto de la depresión, hijo único de un comerciante de artículos de mercería y de una mujer tímida y de alma candorosa. Cuando un catarro de pecho, una neumonía, se llevó a su madre de este mundo, Nat se lanzó a la carretera y huyó de la pequeña población en que residía. Tenía dieciséis años cuando Gerald Gladden le recogió en una carretera del sur de Omaha. Lastrado por la culpa y el sentido de la lealtad a un hombre muerto que le enseñó todo lo que sabía, Nat se compromete en el fatídico momento de la muerte de Gladden a proteger a perpetuidad a su hija.

Sin embargo todo cambia un día. Nat conoce a una mujer en un bar, y de repente se siente libre, capaz de dejar tras él toda una vida dedicada al crimen, capaz de abandonar a los dos matones con los que convive. Capaz de decir adiós a Gladden. Es entonces cuando cae en la cuenta de que ha sido atrapado por un tercero, que pretende chantajearle y apoderarse de las joyas. Responsable de romper su familia, Nat se siente más vulnerable, sólo y culpable que nunca.

Si por algo destaca «Rateros» es por la contraposición del enfoque que propone Goodis entre un grupo dinámico y un protagonista solitario. (Las únicas obras suyas que me vienen a la mente, y que se encuentran en los límites de tal situación, son «Viernes Negro» -Black Friday-, que de igual forma hace referencia a una banda de ladrones, pero en la que el personaje principal es un hombre inocente contra quien la mala suerte y el destino conspiran en contra, y «The Blonde on the Street Corner», ambas fechadas en 1954). En «Rateros», no obstante, los personajes han creado una familia de trabajo en la que no sólo todos tienen un papel que desempeñar, sino que todos ellos se benefician de él. Pero incluso ésto, con toda su carga de positivismo, no sofoca el pesimismo que se encuentra debajo de la superficie de todas las novelas de Goodis. Y al final, Harbin y su equipo no son diferentes de cualquiera de los otros personajes de Goodis: destruyen lo que les gusta y sabotean sus propios sueños. Y por supuesto no se atisba por ninguna parte en «Rateros» pretensión alguna de un final feliz. Harbin y Gladden dan todo lo que tienen, solo para descubrir que no es suficiente. En el mundo de Goodis nada lo es. Es éste el más desesperado de todos los temas recurrentes del autor.

Esta oscuridad que puebla las obras de Goodis, y que tiene su manifestación más sombría en «Rateros» es demostrativa de como sus personajes saben lo que la sociedad espera de ellos, y aún así optan por actuar en contra de esas expectativas. Nat Harbin es «un ladrón» y de vez en cuando envidia a las personas cuyas vidas están basadas en directrices obligatorias. Pero, por supuesto, que Harbin no envidia a estos lo suficiente como para dejar de ser lo que es. Harbin tiene una filosofía diferente; él cree que todos en el mundo es un ladrón al igual que él:

«Los peces toman las huevas de otros peces. Un pájaro conquista el nido de otro. Entre los gorilas, el ladrón más astuto se hace el rey de la tribu. Entre los hombres, los príncipes, los reyes y los magnates no son sino los ladrones de más éxito, tanto si se trata de ladrones grandes y robustos como de hábiles ladrones de palabras suaves, que actúan por la retaguardia, todos ladrones, y nada más que ladrones, con tanto poder como son capaces de acumular.»

El final del libro muestra que no importa si se vive, siempre y cuando usted se aferre a lo que ha robado. En las novelas de Goodis, esta sombría visión del mundo está emparejada con la certeza de que no hay salida, no en vano, sus novelas son apellidadas con títulos tan expresivos como «Calle de los perdidos» y «Calle sin retorno».
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