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viernes, 4 de diciembre de 2015

FRED VARGAS, ENIGMAS CLÁSICOS PARA TIEMPOS MODERNOS.

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Nacida en París en 1957, Fred Vargas -Frédérique Audoin-Rouzeau-, que se publicita comercialmente bajo el apellido del personaje María Vargas, en relación a la bailarina española que Ava Gardner interpretara en «La condesa descalza», así como también lo hace su hermana gemela Jo Vargas, pintora ella y artista de probado éxito, es también historiadora y arqueozoóloga, especializada en la Edad Media. Fred Vargas se introdujo en ésto de la escritura a mediados de la década de los 80.
«Necesitaba algo más. ¿Por qué crimen? Primero porque era la única cosa que mi padre, un hombre increíblemente culto, detestaba. Pero también porque la novela negra, mediante la resolución de los problemas que plantea la trama, es capaz de solventar cuestiones de la propia vida. Es increíble la cantidad de cartas que recibo de la gente, diciéndome que los he sacado de la depresión. Es catarsis».
En referencia a su padre, y la influencia que mantuvo sobre sus hijos, es de destacar que tal señor era un surrealista prominente que escribió estudios sobre André Breton y otras figuras literarias y que, paradójicamente, se ganaba la vida trabajando para una compañía de seguros. Fréderique llegó a comentar que su padre fue una presencia brillante pero intimidante a la vez en la vida familiar; un personaje que parecía saber de todo menos de ciencia. Llego a prohibir la televisión en casa y de los “miles” de libros que componían su biblioteca fijó aquellos a los que los niños les estaba dado leer, en su mayoría mitos, cuentos populares y poesía barroca del siglo XVII. No es pues ninguna sorpresa que los hijos se «rebelaran». El hermano mayor, Stéphane, es un destacado historiador versado en la Primera Guerra Mundial –el padre odiaba la guerra-. El padre de Fred era un buen dibujante, pero la pintura de su hermana no mantiene nada en común con los dibujos de aquél. Ni que decir tiene que este señor pensaba que las historias de detectives eran la cosa más tonta imaginable, y ahí aparece Fréderique para negarle la razón. Aunque llegó a escribir muchos libros sobre surrealismo nunca llegó a publicar nada. Vargas comenzó a editar sus novelas cuando su padre se encontraba en sus últimos momentos, y éste tuvo la desgracia de fallecer antes de poder ver nada de ella publicado.
Fue a la edad de 28 años, mientras participaba en una excavación sobre restos arcaicos en el Midi-Pyrénées -una de las 22 regiones administrativas de Francia- cuando Vargas comenzó a escribir. Ella es una arqueóloga distinguida que ha rubricado obras importantes sobre las estructuras sociales y sobre la epidemiología de la peste en el Medioevo. Pero ahora es más conocida como escritora de novelas de crimen. Le encanta su trabajo, pero cuando miraba a sus colegas de mayor edad, sabía que su vida merecía algo más, aparte de esa ciencia tan austera que lleva por nombre «arqueología». Fue así como surgió su  primer libro, «Les Jeux de l'amour et de la mort» (Juegos de Amor y Muerte), que ganó un concurso de manuscritos inéditos.
Ella es también una voz crítica, vociferante y persistente de los sistemas políticos y judiciales franceses, así como una prominente partidaria del escritor fugitivo italiano Cesare Battisti, exiliado en Francia y actualmente bajo custodia en Brasil, que está acusado de cometer delitos relacionados con la lucha armada y el terrorismo en Italia en la década de los 70. Battisti fue uno de los 100 ex guerrilleros italianos de extrema izquierda que en 1985 se benefició de la doctrina del presidente Mitterrand a condición de renunciar a su pasado, de no residir en la clandestinidad, y de mantenerse fuera de la política. Detenido en Brasil en 2007, Battisti permaneció en la cárcel de Brasilia hasta el 9 de junio de 2011. Actualmente vive con su familia en un barrio de la periferia de Sao Paulo. Se casó dos veces; su primera esposa –Laurence- es francesa y con ella se trasladó a México en los años 80. Allí nació su hija primogénita en 1984. Battisti ha escrito una docena de novelas policíacas de éxito, varias de ellas referentes a los dilemas a los que se ven enfrentados los extremistas reformados. En 1993, un tribunal italiano lo condenó en su ausencia por cuatro asesinatos cometidos en la década de 1970. Italia sigue reclamando su extradición.
Si algo caracteriza a los cuentos de Fred Vargas es su popularidad: «Que se levanten los muertos», (Debout les morts, 1986) ganó el Polar Michel-Lebrun de la Villa de Mans”, aunque solo vendió 1.500 ejemplares en aquel entonces; sin embargo su más reciente, «Tiempos de hielo» (Temps glaciaires, 2015), fue publicado a principios de este año y ya ha recibido el premio “Polar Landerneau”, premio que se otorga cada año desde 2008 a un autor de habla francesa cuyo libro haya sido publicado entre enero y abril, y sus ventas  son incontables.
Las novelas de Fred Vargas tienen algo de intemporal. Sus personajes pueden viajar en coche, sin embargo el modelo no podría ser otro que “un carruaje tirado por caballos”. Sus argumentos pueden fluir de los puntos de partida más inverosímiles: círculos azules de tiza que aparecen dibujados una noche sí y otra también en las calles de París; extrañas inscripciones en las puertas de un edificio parisino –un cuatro invertido debajo de las letras CLT-; el fantasma de una monja del siglo XVIII que degüella a sus víctimas; cadáveres de vírgenes profanados; pociones mágicas que auguran la vida eterna... Su prosa tiene una destreza inusual; una ligereza constantemente agradable al tacto; un humor irónico que puede llevar al lector a reír en voz alta; unos diálogos propios de un concurso de justa verbal; unos detalles históricos y psicológicos que la enriquecen sin llegar a comprometerla.
Vargas diseña personajes que vienen de otro lugar, subvierte clichés, llena su universo de bichos raros, y todo  ello sin dejar de la mano la poesía. El primero de estos personajes en su variado elenco de bichos raros es el superintendente Adamsberg, un policía que trabaja basándose en la intuición, no en el intelecto, enemigo acérrimo de la lógica; un ser introvertido que se toma su tiempo en contemplar los hechos y que mantiene sus descubrimientos en secreto. “Es todo lo contrario a mí”, dice Vargas. “Yo, que procuro tener todo listo a su debido tiempo, a veces intento hacer las cosas con calma, con indiferencia, como él lo hace. Eso me enfurece. Paradójicamente, escribir sobre Adamsberg me tranquiliza.”
No hay manera de escapar de Adamsberg, es un personaje tan difícil de entender como fácil de adorar. Es un extraño, posee un carácter desconcertante, está poseído por demonios que no son la bebida habitual o la melancolía existencial, y es un gran creyente de sus propios pensamientos y teorías. Individualista e instintivo, llega a París precedido por una gran facilidad a la hora de resolver asesinatos, aunque ni él mismo sabe muy bien cómo lo hace. «No pegas ni golpe, Adamsberg», le dicen con irritación sus colegas. «Estás ahí, vagando, soñando, mirando a la pared, haces dibujitos deprisa y corriendo sobre las rodillas, como si poseyeras ciencia infusa y tuvieras la vida ante ti, y luego, un día, te presentas, lánguido y amable, y dices: Hay que detener al cura, ha estrangulado al niño para que no hable». Todo un personaje.
En 2006, cuando la «Crime Writer´s Association» inauguró el Premio «Gold Dagger  International» -otorgado a la mejor novela negra traducida al inglés-, probablemente no esperaba que una autora llegara a acaparar el galardón de forma tan contundente como lo ha hecho Fred Vargas. Al margen de ganarlo en 2006 con «The Three Evangelists» (Debout les morts), en 2007 con «Wash This Blood Clean From My Hand» y en 2009 con «The Chalk Circle Man», ha sido preseleccionada en 2008, 2011, 2013 y 2014.
No hay duda que la mujer que escribió «El Hombre de los círculos azules» (L´homme aux cercles bleus, 1991), -Premio del "Festival de St Nazaire"  en 1992;  y la serie «Los Tres Evangelistas»,  es una de las escritoras de crimen más inventivas, más interesantes y más originales del mundo. Vargas maneja un calendario diferente, uno que mezcla la Francia moderna con la del pasado, como quizás nadie lo haya hecho jamás. Vargas, historiadora y arqueóloga de profesión, sangra a través de sus narraciones, narraciones inmersas en el pasado, en la mitología y en la superstición.
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